En el país mueren al año alrededor de 40 mujeres en manos de sus parejas y otras tantas quedan gravemente heridas. La violencia de género no es un problema de mujeres u hombres, es el resultado de una sociedad acostumbrada a medir a uno y a otro con distinta vara.
En el país mueren al año alrededor de 40 mujeres en manos de sus parejas y otras tantas quedan gravemente heridas. La violencia de género no es un problema de mujeres u hombres, es el resultado de una sociedad acostumbrada a medir a uno y a otro con distinta vara.
Daniela Salgado Parra
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"Le había preparado un pato para la cena, sin saber que no le gustaba. Cuando se lo serví, comenzó el caos", relata Brenda Ordóñez Olate. Toda una tarde tardó la mujer, con ayuda de su suegra, en preparar la comida. Arregló la mesa, estaba entusiasmada, por fin, "haría algo bien".
"Cuando vio el plato, me gritó ¡qué es esto! y lo tiró piso, botó la olla y empezó a pegarme. Yo estaba en el piso en posición fetal, y lo único a lo que atiné fue a cubrir mi rostro". Durante minutos, la golpeó con zapatos de seguridad por todo el cuerpo. De no haber sido por la intervención de una cuñada, no sobrevive para contar su historia.
A sus 48 años, Brenda, madre de cinco hijos, recuerda haber vivido violencia intrafamiliar durante los 24 años que estuvo casada. "Antes de contraer el vínculo, él se mostraba normal, no daba signos de un carácter dominante. Pero bastó que nos declararan marido y mujer, para que esta realidad cambiara", asegura.
"A él nada le agradaba, tenía mal genio. Mis dos hijas mayores tenían que estar dormidas cuando llegaba del trabajo, decía que hacían mucho boche y eso le molestaba", detalla.
Ordóñez pudo haber sido una de las tantas víctimas de violencia de género. En 2016, ocurrieron 34 femicidios en el país, de éstos seis tuvieron lugar en la Región. Las cifras no son esperanzadoras: en lo que va del año, ya se han registrado seis asesinatos a mujeres y otros 15 intentos frustrados, según datos del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género (Sernameg). Por su parte, la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, estimó que fueron 52 incluyendo niñas y aquellas asesinadas por sus pololos las que murieron en manos de sus parejas o de algún integrante de su círculo más cercano. En promedio, desde 2010 a la fecha, 40 mujeres han muerto al año por a causa de la violencia doméstica.
La legislación chilena establece que un femicidio, es el asesinato de una mujer realizado por quien es o ha sido su esposo o conviviente. Normativa para muchos deficiente, porque deja fuera las relaciones esporádicas y las de "pololeo".
Testigos silenciosos
Ordóñez vivía de allegada en casa de sus suegros. A pesar de esto, nadie tomó una decisión concreta para evitar que los episodios se siguieran repitiendo.
"Ellos siempre peleaban"; "él la celaba mucho"; "terminaban, ella lo perdonaba y volvían"; "tenían una relación tormentosa". Así suelen declarar los familiares y cercanos de las víctimas de femicidios. Todos eran testigos silenciosos de un secreto a voces, que decidieron hablar cuando ya era demasiado tarde. Y es que cuando una mujer es asesinada por su pareja, éste no es un acto fortuito sino el fin de un transitar entre malos tratos y golpes.
Asimetrías
Las relaciones asimétricas en las parejas son la génesis del surgimiento de los actos violentos. "Las mujeres se sienten en desventaja con respecto al rol que tienen los hombres en la sociedad", enfatiza la psicóloga Ivonne Maldonado.
"Debido a sus características biológicas -continúa-, la mujer ha estado históricamente vinculada a la esfera privada, a lo doméstico y la familia. En el caso del hombre, éste se desplaza con normalidad por los espacios públicos, lo que le permite ocupar cargos de poder, ser el proveedor y manejar el área de las ciencias, la política, la economía e incluso la religión", detalla.
La profesional ha visto pasar por su consulta a un sinfín de mujeres víctimas de violencia de género, lo que le permite aseverar que no hay un patrón de conducta ni un perfil de las maltratadas. Lo que sí existe, a su juicio, es "una construcción social arraigada en creencias y enseñanzas que posiciona a la mujer bajo la supremacía del hombre".
Desde la infancia
Para Celia Ananías, investigadora de la violencia contra la mujer, la discriminación se comienza a desarrollar con la separación de roles desde la niñez, los juegos infantiles cumplen un rol determinante. "A las niñas se les enseña a jugar con muñecas, a cocinar, a anhelar casarse; en cambio, a los niños se les educa para ser rudos, fuertes, pelear y no llorar. Una vez que estos dos factores se juntan y se acumulan con otros, a lo largo del tiempo, se produce la desigualdad entre ambos géneros".
Si bien, este tipo de conductas no convierten a los menores en futuras víctimas o victimarios, sí contribuyen a formar patrones de conductas e ideales que con el paso de los años son difíciles de derribar.
A juicio de las especialistas consultadas, en Chile, al igual que en muchas otras culturas, existe un fuerte arraigo a un sistema patriarcal, que se refleja en el machismo imperante de Latinoamérica, que básicamente pone al hombre por encima de la mujer, considerándolo como un hecho universal, de origen divino o natural, y por lo tanto, inmutable. Este orden de poder genérico, como lo define la académica e investigadora mexicana, Marcela Lagarde, asegura la supremacía de los hombres y de lo masculino por sobre la inferioridad de las mujeres y lo femenino.
El problema de este tipo de estructura social, se materializa cuando una las caras de la moneda, en este caso las mujeres, son validadas en base a la relación con los otros, perdiendo su autonomía e independencia.
Entre la dependencia y culpabilidad
Para muchos, es difícil comprender por qué las mujeres violentadas se mantienen al lado del agresor. En 2015, el Ministerio del Interior registró que 11.618 mujeres hicieron denuncias de violencia intrafamiliar en la Región. De las de violencia psicológica, se retractaron un 47.7%; de la física, lo hizo un 41.1%, y el 67% echó pie atrás a las de delitos sexuales. Sumado a lo anterior, según la última encuesta de Victimización por Violencia Intrafamiliar y Delitos Sexuales, el 64% de las que experimentaron violencia física, no hicieron una denuncia ya que sentían miedo. Con respecto a la psicológica, el 72.4% no denunció por considerar que no es algo serio.
En el caso de las denuncias por delitos sexuales, el porcentaje es aún más estremecedor: un 88% no denunció por vergüenza.
Según la directora regional del Sernameg, Valentina Medel, la decisión de romper o mantenerse en el círculo de poder y control, son multifactoriales. "La falta de autonomía económica condicionan la decisión de la mujer; los hijos, el sentir que no podrán ser capaz de criarlos solas; la falta de oportunidades laborales; el factor religioso, que estipula que debes mantener tu matrimonio a toda costa, y los factores culturales como la construcción de amor romántico, que hace que muchas idealicen al hombre, hacen más complejo el momento de optar por uno u otro camino", puntualiza.
A estas características, la psicóloga Ivonne Maldonado agrega el miedo: "Las mujeres se sienten solas, imposibilitadas de poder salir adelante sin el soporte del otro". Otro punto importante, para Ananías, es el sentimiento de culpa. A su juicio, "el agresor es un manipulador. La hace sentir culpable constantemente; o sea, él la golpeó porque ella lo provocó. De tanto repetírselo, la víctima termina por creerlo".
Esta determinación que puede parecer tan simple para algunos, para las mujeres víctimas de violencia de género se convierte en una compleja disyuntiva. Cuestionamientos como: qué pasará con mis hijos, cómo los voy a criar, tendré que volver a la casa de mis padres, cómo me voy a separar, son algunas de las tantas preguntas que rondan en la cabeza de las maltratadas.
Esta realidad refleja lo complejo que es sacar a las mujeres de este espiral de malos tratos. En total, en el país una de cada tres mujeres declara haber experimentado algún tipo de violencia. Un dato desalentador es que éstas demoran siete años en tomar la decisión de abandonar al agresor.
En opinión de Valentina Medel, la determinación sería más fácil si la mujer tuviera una red de protección fuerte, ya sea de familiares y amigos, que impidieran que se aislara y que le brindara las herramientas necesarias para romper ese círculo de violencia.
Estas fueron las mismas causas expuestas por Ordónez: "Yo tenía dos hijas y venía uno en camino, lo que me hacía pensar dónde me iban a recibir, donde me podía quedar. Además, yo no trabajaba, así que dependía totalmente de él".
Semáforos de la violencia
Tal como recalca Ananías, "los agresores no salen de la tierra como las callampas, éstos son respuesta de una sociedad regida bajo el sistema patriarcal". Si bien, hay que dejar en claro que no existe un perfil de la víctima ni del victimario, hay ciertas aptitudes que permiten detectar una escalada de violencia en las relaciones de pareja.
Al igual que un semáforo, la violencia puede clasificarse en tonos de agresividad. El amarillo es el control e intimidación. Los agresores ocupan diferentes técnicas para lograr la subordinación de su pareja, desde las llamadas constantes, revisar los teléfonos, tener acceso de las redes sociales, alterar la forma de vestir de la mujer y alejarla de su núcleo más cercano. Son las principales maniobras que buscan deteriorar la autoestima y hacerlas dependientes a su presencia.
El tono rojo, en tanto, es el que se usa para identificar la agresión. "Te obliga a tener relaciones sexuales, te golpea y luego se disculpa, te grita, te insulta, te manipula y te amenaza con hacerte daño a ti o tus hijos si decides dejarlo. Muchas mujeres se mantienen durante años en un estado de condescendencia. El hombre le dice que va a cambiar, ella le cree y lo perdona. Viven una pequeña luna de miel donde todo está bien por un tiempo, hasta que surge un nuevo episodio de violencia", detalla Ananías.
Explica además que el color verde hace alusión a las cosas que no deben ser utilizadas para justificar las agresiones. "El alcohol y las drogas no son las responsables del actuar de un hombre violento, no creas que no volverá a pasar, no estás sola. El maltrato es un delito que se debe denunciar", agrega.
Una opinión que es compartida por Ordóñez, quien vivió por largos años sometida a ese régimen de vida. "Muchos creen que la violencia es sólo física, y no. También está la psicológica y económica. Después que él me pegaba, tenía que cumplir con mi rol de esposa. Si no lo hacía, me tocaban golpes de nuevo", relata .
¿Qué dice la ley?
La Ley de Violencia Intrafamiliar (20.066) tiene por objeto prevenir, sancionar y erradicar este tipo de violencia y otorgar protección a las víctimas de la misma. Las penas van desde 15 años y un día a cadena perpetua, en casos calificados en el escenario de femicidio.
Aún así, la ley está muy lejos de erradicar este tipo de actos. "Chile no logra detener los feminicidios". Así tituló, el 2 de marzo de 2016, el diario El País de España, y es que las cifras nacionales generan preocupación pasadas las fronteras. Más teniendo presente los datos expuesto por la encuesta Internacional de Masculinidad y Equidad de Género, 2011, que arroja que un 10% de los hombres chilenos creen que hay ocasiones en que las mujeres merecen ser golpeadas; un 30% reporta haber ejercido violencia física alguna vez contra una pareja y un 4% declara haber ejercido violencia sexual.
Debilidades legales
A juicio de Ananías, las medidas cautelares que brinda nuestra legislación son insuficientes. "Las mujeres muchas veces hacen las denuncias aún conviviendo con el agresor y cuando llegan las notificaciones a la casa, éste gatilla un episodio de violencia mayores a los que ya experimentaban".
Ante esta situación, la directora del Sernam señaló: "Son varios nudos críticos los que tiene la ley. El mismo hecho de que deban ratificar las denuncias hace que muchas se retracten". Además, el organismo del Estado debe probar en cada una de las denuncias que la pareja tiene años de convivencia, la existencia de hijos en común y la constatación de un proyecto de vida en común.
Todas les especialistas consultadas, coinciden en que al momento de estampar la denuncia, se pueden abrir puertas que terminan por salvar vidas. Así lo ratifica la historia de la propia Brenda Ordóñez: "Un día me armé de valor y le dije: ya no te amo. Y fue ahí cuando decidí hacer la denuncia". Hoy, tras haber ingresado a los programas del Gobierno de reparación a las víctimas de violencia, dice orgullosa que ella decide qué quiere y le gusta de la vida. Aprendió a amarse, respetarse, y comprendió que todas aquellas frases que él le repetía ("¡Nadie te va a querer!, ¡no sirves para nada!, ¡todo es tu culpa!") estaban muy lejos de la realidad.
Por eso hoy no tiene miedo, ni vergüenza de entregar su testimonio, con nombre y apellido, confiada en que, tal vez, pueda servir para salvar una vida. Y para que mujeres agredidas tengan el valor de cerrar la puerta por fuera y no dar vuelta atrás.
Última denuncia contra agresor de Contulmo
El viernes el Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de Género, junto a los padres de Margarita Huichacura, presentaron una querella por femicidio frustrado ocurrido en Contulmo. La mujer de 35 años, fue atacada el 30 de enero por su cónyuge Eduardo Durán de 43 años, quien la apuñaló en su trabajo, para posteriormente abandonarla en el lugar y darse a la fuga.
Huichacura, terminó con heridas de gravedad en la zona abdominal, la que incluye una perforación de pulmón y una hemorragia en el pericardio, lo que la llevó a estar internada hasta el jueves, en el Hospital Regional de Concepción.
Fueron los vecinos de Contulmo, quienes ayudaron a identificar al agresor, lo que permitió que fuera detenido y formalizado por el delito de femicio frustrado, quedando detenido durante los tres meses que dura la investigación.
La directora regional de Sernameg, Valentina Medel, manifestó que "hoy estamos presentando esta querella para buscar las penas más altas que nos permita la ley, para tranquilidad de Margarita, para que pueda rehacer su vida".
Marcha por justicia para Antonia Garros
Cientos de personas se reunieron ayer en la Plaza Perú para marchar hasta la plaza Independencia para reclamar justicia para Antonia Garros, estudiante de 23 años, quien se quitó la vida pasadas las 0.00 horas del martes 7 de febrero, tras lanzarse desde el 13° piso de un departamento en calle Sanders con Avenida Pedro de Valdivia. Familiares y vecinos denunciaron que la mujer sufría constantemente violencia por parte de su pareja, quien al momento del suicidio se encontraba con ella.
Este caso abrió una nueva arista respecto a la insuficiencia de la ley de violencia intrafamiliar, lo que llevó al Sernameg a tomar cartas en el asunto. Junto a familiares de Garros, se dirigieron a la Brigada de Homicidios de la PDI, donde pusieron a disposición una serie de antecedentes que permitirían iniciar diferentes gestiones para aportar a la investigación.
"El propósito de las gestiones es entregar elementos, testimonios y pruebas del contexto de violencia que rodeó su muerte", señaló la directora regional del Sernameg, Valentina Medel.
Por su parte, la familia de la estudiante, a través de un representante, Nicolás Hermosilla (primo de la fallecida), hizo alusión a las irregularidades que señalaban haber visto en lo que va de proceso, por lo que esperan que la investigación avance y se agilice lo antes posible.
Campañas de ayuda a las víctimas
El año pasado, las mujeres de toda Latinoamérica salieron a las calles a exigir que se acabaran los femicidios. El brutal crimen de Lucía Pérez, una joven argentina de 16 años, no dejó a nadie indiferente. Todas unidas bajo la consiga de "Ni una Menos", alzaron la voz y golpearon la mesa para concientizar respecto a la realidad que muchas mujeres viven a diario y evidenciar la impunidad con que estos actos se cometen.
Pero no sólo cruzando la cordillera las portadas de los diarios daban cuenta de otro caso de femicidio. En nuestro país, específicamente, la madrugada del 14 de mayo, Nabila Rifo Ruiz fue víctima de uno de los ataques más brutales contra una mujer desde el regreso a la democracia. A diferencia de lo ocurrido con Lucía, Nabila pudo sobrevivir para contar su historia.
Éste y otros casos, han llevado al Gobierno, a través del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, a realizar múltiples campañas en el marco de los programas de ayuda para víctimas de violencia intrafamiliar. "Quebremos los estereotipos" y "Chile sin Femicidios", son un ejemplo de ello. A pesar de esto, aún faltan las orientadas a la educación y prevención.
Siguiendo con esta línea, la municipalidad de Talcahuano, está semana comenzó con la implementación del Ojo Mágico, que es una herramienta tecnológica que busca mediante la vigilancia de cámaras de seguridad hacer cumplir las medidas cautelares y así evitar el desacato de los agresores.
Esta es una iniciativa única en el país, que confían sean replicadas en otros municipios. Según el alcalde, Henry Campos, ésta permitirá resolver tres funciones fundamentales: "Lo primero, disminuye considerablemente la sensación de inseguridad que experimentan las mujeres; lo segundo, servirá como medio probatorio del desacato y, tercero, logrará la disuasión, ya que el individuo no se arriesgará a volver al domicilio.
Ya son 20 los dispositivos instalados en la comuna, beneficiando a cerca de 100 mujeres. Cifra que se espera para el próximo año duplicar.