
El fortalecimiento de los mecanismos de protección de los derechos fundamentales es un elemento vital.
Acuerdos sociales que parecen básicos a la luz de la experiencia histórica de la humanidad y de nuestro país, aparecen de pronto bajo el ataque de un sector que los ve como obstáculos a objetivos superiores de orden y estabilidad, o cuando menos, como adornos desechables del sistema respecto de los cuales se puede prescindir en la medida que las circunstancias (determinadas por ellos mismos) lo ameriten.
Hemos sido testigos de cómo la crisis sanitaria nos llevó a una obligada transformación digital, que si bien fue complejo para muchos, también ayudó a dar un salto en temas como la educación y capacitación o en el acceso a trámites del Estado desde cualquier lugar.