
Pese a su tremenda fama, René Ríos Boettiger no aceptó discursos en su despedida de esta tierra. Así lo manifestó un mes antes de partir, en medio de su agonía, en el epílogo de su existencia. No hubo un continuará al pie de página ni tampoco un plop, solo cerró sus ojos para luego descansar en el mar que tanto amaba, como fue también su último deseo.