El consultor ahondó en las lecciones que debiera dejar la emergencia que afronta el Biobío y, en ese sentido, aludió a mayores atribuciones a los municipios y a los gobiernos regionales. “Los sistemas modernos son de la base hacia el centro”, dijo.
“Tenemos un desafío importante, porque nuestro sistema sigue siendo centralizado. Sabemos que los sistemas modernos son desde la base hacia el centro, donde los niveles centrales van en apoyo no en reemplazo de los niveles locales”, comentó el especialista el gestión de riesgo Michel de L’Herbe.
El consultor estuvo hace unos días en la Región y se reunió con diferentes autoridades, entre ellos, con el alcalde de Nacimiento. En base a ese encuentro, De L’Herbe dijo confirmar lo que es realidad para otros jefes comunales, como la falta de empatía (“que puede ser algo subjetivo”) y la carencia de soluciones de emergencia “que no han tenido la premura que se requiere”, considerando que Nacimiento tuvo una emergencia en diciembre del año pasado, sostuvo.
“Es propio de los sistema centralizados que es algo que debemos cambiar, y en ese sentido, estas reuniones nos han permitido reflexionar y también establecer conversaciones que ojalá nos permitan fortalecer la institucionalidad de lo local y eso es clave. Aquí no hay que inventar la rueda, por eso me refiero a los sistemas modernos de emergencia”, comentó.
– ¿Qué significaría actuar de forma oportuna? Se lo consulto por las críticas sobre poca celeridad del gobierno.
– Lo primero, señalar que en la última década hemos tenido seis temporadas que han sido récord, por lo tanto estamos hablando de condiciones que son conocidas. Me ha llamado la atención en esta temporada, escuchar algunos relatos que parecieran sorprendernos con lo que ocurre.
Yo solo quiero recordar que el año 2012 tuvimos un incendio con comportamiento extremo en Torres del Paine, que ya refleja temas de orden meteorológico, en ese caso fue el viento. En 72 horas se destruyeron 9 mil hectáreas. Por tanto, situaciones de climas extremos son conocidas hace una década.
Por otra parte sabemos que el 1% de los incendios generaba, en esa época, poco menos que el 70% del daño. Hoy, ese 1% está generando el 80% del daño.
Como conclusión básica podríamos decir que el 99% de los incendios son bien manejados, el problema es que nuestro sistema de emergencia no está preparado para ese 1%.
Me ha tocado plantear, en diferentes foros, la necesidad de cambiar la configuración de combate, es decir, fortalecer aquella musculatura que permite enfrentar estos comportamientos extremos, que si no se abordan con rapidez, precisión y contundencia la primera hora, la verdad es que se transforman en incendios como los que estamos viendo ahora.
– ¿Ello implica mayores atribuciones a nivel local y regional, para poder tomar la decisión en el acto?
– Tenemos que hablar del antes, durante y del después. En el antes se requiere un trabajo que tiene que ver con ordenamiento territorial, gestión del paisaje, integración público privada, es decir, comprender a las empresas como un vecino, y las empresas también comprender a las personas, también como vecinos. Por cierto, integración y entrenamiento encadenado con los municipios.
Eso implica capacidades, recursos y competencias técnicas en los municipios. De ahí hacia arriba con los gobiernos regionales, generando ese encadenamiento virtuoso (…) Es un músculo que hay fortalecer en competencias y recursos económicos.
– Desde el punto de vista del análisis, ¿se puede considerar la intencionalidad?
– Cuando se evalúa aquello, hay un componente emocional, tenemos que diferenciar. Primero, a nivel nacional, la intencionalidad se registra, aproximadamente en un 35% de los incendios. Sin embargo, cuando vemos los último años, 2019 o 2020, estamos viendo un incremento, cerca del 40%.
Cuando hablo de esas cifras, hay un determinación técnica. No estamos hablando de lo que podríamos encontrar en cinco o seis meses más cuando hagamos el análisis de la actual temporada.
Estamos hablando de estadísticas oficiales de Conaf.