Política

Obra y pensamiento de don Pedro Aguirre Cerda

“En su corto periodo presidencial (...) puso énfasis en combatir la pobreza y en fomentar la educación, para lo cual aumentó el número de escuelas primarias en más de 500 y la cobertura en esa educación en seis veces”.

Por: Diario Concepción 26 de Octubre 2021

Por: Mario Parada Araya
Director Centro Laico de Estudios Contemporáneos

Este 25 de octubre se conmemora un año más del histórico triunfo de 1938, en la cual don Pedro Aguirre Cerda fue elegido para conducir los destinos de la nación, cargo que asumió un 24 de diciembre de ese año, falleciendo el 25 de noviembre de 1941, antes de finalizar su mandato. Por su obra y su visión de estadista para lograr un Chile más equitativo, don Pedro Aguirre Cerda adorna la galería de los Grandes Presidentes de la República de Chile.

En este corto periodo presidencial, a pesar que tuvo que enfrentar el desastre originado por el terremoto de Chillán en enero de 1939 y las consecuencias de la crisis económica mundial de esa década, puso énfasis en combatir la pobreza y en fomentar la educación, para lo cual aumentó el número de escuelas primarias en más de 500 y la cobertura en esa educación en seis veces, en niñas y niños matriculados en enseñanza primaria. Sentó también las bases para el desarrollo del país, en las áreas eléctrica, siderúrgica, agricultura y minería, con la creación de la Corporación de Fomento de la Producción, e impulsó la educación técnica profesional como un complemento al proceso de industrialización que se ponía en marcha.

Ilustre hombre con buenos y serios principios que lo distinguieron, protector del estado docente, estaba convencido que el modelo de desarrollo que requería Chile imponía primero resolver el problema de la educación. Levantó el lema “gobernar es educar,” pensamiento que queda reflejado en su discurso presidencial del 21 de mayo de 1939.

“Para que la enseñanza pueda cumplir su misión social con toda amplitud es necesario que sea: gratuita, única, obligatoria y laica. Gratuita, a fin de que todos los niños puedan beneficiarse de la cultura, sin otra restricciones que las que se deriven de su propia naturaleza; única, en el sentido de que todas las clases chilenas unifiquen su pensamiento y su acción dentro de las mismas aulas escolares; obligatoria, pues es deber del Estado dar a todos los miembros de la sociedad el mínimo de preparación requerido por la comunidad para la vida cívica y social; laica con el fin de garantizar la libertad de conciencia y hacer que nada perturbe el espíritu del niño durante el periodo formativo”.

Sus colegas del magisterio definían a don Pedro como: Bondadoso, y persuasivo, con el amable don de su alma generosa, trataba de hacernos comprender el papel que le corresponde a la educación en la vida de la nacionalidad. Toda gira en torno a ella. Sin una educación que prepare al ciudadano para las tareas de la economía, sin una educación que le dé los elementos necesarios para abrirse camino, es imposible fundamentar sólidamente un desarrollo de la riqueza nacional.

Pero su pensamiento no se limitaba a esto. Tenía el convencimiento profundo de que las desigualdades económicas, y particularmente la miseria, son, antes que un producto dado de la sociedad, una consecuencia de la incultura en que permanece gran parte de la población de nuestro país. Por eso su fórmula de gobernante no era una mera palabrería o fórmula electoral. Ella expresaba lo más culto de su pensamiento social y económico. Sin una educación que trascienda a todas las clases que constituyen la nación, es imposible fundamentar la armonía social, imposible fundamentar el desarrollo de la riqueza del país, el desarrollo del bienestar colectivo y de la salud del pueblo.

Es considerado como un gran humanista y demócrata ya que su visión era ampliar y fortificar a la democracia como único sistema político, igualitario y moralmente posible. Su llamado era a ser respetuoso de la conciencia religiosa o política, a impedir la violencia, que siempre trae consigo reacción y quita el sentido noble y humano de toda reforma. Llamaba a luchar contra el egoísmo, la injusticia y la incomprensión que obscurecen el horizonte de vida, anulan la acción del individuo para la existencia social y rompen la armonía.

El Chile de 1938 se caracterizaba por tener alta tasa de mortalidad infantil 235 por mil (cuando en países similares eran entre 35 y 184), una esperanza de vida de solo 28 años, en otros era más de 50, una alta tasa de analfabetismo superior al 35%, un hacinamiento de la población en conventillos que hacía propagar con facilidad las enfermedades infecciosas, y se preguntaba, ¿Qué extraño es que el relajamiento moral y las enfermedades contagiosas prendan y se propaguen en estos antros que son una vergüenza nacional? Indicadores que nos situaban en el mundo occidental en un gran subdesarrollo. Por eso, su consigna de “Pan, Techo, Abrigo” no eran afirmaciones de carácter político, sino más bien expresiones que llamaban a la conciencia social, convencido que debe establecerse entre los individuos, una mayor solidaridad para una mejor construcción y armonía de la sociedad.

Como maestro don Pedro Aguirre Cerda se reconocía político, y tal vez, es lo que hoy se necesita. Que nuevamente volvamos a respetar los logros que con tanto sacrificio levantaron personajes ilustres como este ex presidente.

Quizás es lo que hemos olvidado. Porque todo parece indicar que, si en el futuro deseamos mantener nuestro sistema democrático de convivencia, deberemos rescatar los principios de antaño. Combatir la corrupción con el orgullo que aporta la honorabilidad en una sociedad que la reconoce. Respetar y resguardar los derechos de los ciudadanos, especialmente de los más débiles, mejorar nuestra legislación actual para dar cabida a mayores espacios de equidad, pero comenzando por conocer de manera adecuada las leyes con que hoy se cuentan.

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