Personajes de la política chilena analizan el impacto del retorno al régimen democrático y las consecuencias de un modelo que también dio pie al inicio del estallido social.
El 11 de marzo de 1990, Patricio Aylwin recibía la banda presidencial de manos del dictador Augusto Pinochet, iniciando así el tan anhelado retorno de la democracia en Chile. A 30 años de un hito histórico para el país, distintas voces analizaron el efecto que ha tenido en el territorio y el largo proceso de transición que mantuvo cosas pendientes, las cuales provocaron el inicio del estallido social actual.
“Estos 30 años han sido un avance extraordinario para el país. Nadie puede dudar que es un país totalmente distinto al que teníamos 30 años atrás. Ahora, hay muchas cosas que no se hicieron bien, que no hicimos bien. La inequidad ha sido brutal y ha golpeado tremendamente. El mundo político pensaba que todo estaba bien, pero hubo dificultades serias que hoy están pasando la cuenta. Sin la reacción dura de la gente, nada de lo que estamos pensando que debemos hacer, hubiese sido posible”, señaló el doctor Martín Zilic, quien se desempeñó como intendente del Bío Bío durante la administración del presidente Eduardo Frei.
“Se reestableció la convivencia y se superaron los niveles de extrema pobreza. Se corrigió muy levemente el modelo neoliberal, el centralismo produjo una historia de decepciones. Es una democratización a medias, porque no se democratizó el acceso al agua, el bienestar, sigue la desigualdad. No hay plurinacionalidad ni mecanismos fáciles de democracia directa. Chile hoy está en un momento excepcional. El malestar ha aflorado y están las condiciones para una nueva Constitución y un pacto social”, comentó Esteban Valenzuela, director de Creasur de la Universidad de Concepción (UdeC) y ex presidente de la Comisión por la Descentralización y la Regionalización creada bajo el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet.
“Los siete u ochos requisitos para que existe una democracia son bastante claros en ciencia política y en Chile se cumplen todos. El déficit más grande es que las señales de pérdida de calidad de la política y de deterioro de la esfera pública tienen décadas, y no se hizo nada por enfrentarlo, sino que se agravó. La aprobación del voto voluntario fue siniestro para la democracia, donde solamente nueve diputados votamos en contra. Nunca pensé que en las condiciones del país, en octubre se podría producir algo así (estallido social). La actitud de deslealtad con la democracia de mucho dirigente opositor fue sorprendente”, indicó Eduardo Saffirio, ex diputado y actualmente académico universitario.
“Todo el proceso de participación se ha ido terminando, y se ha ido transformando en una acción partidista exagerada que está debilitando, y después a lo mejor destruyendo, los conceptos básicos de la democracia y del Estado de Derecho. Chile no vive actualmente los conceptos básicos de una República, cuyo fundamento político es la democracia. Los 16 primeros años de democracia fueron buenos años, cada uno de los poderes se respetó, hubo participación y un desarrollo admirable del país”, expresó Mario Ríos, quien ejerció como senador del Bío Bío, cargo que lo llevó a ser condecorado por el Congreso.
“Los mayores logros son haber puesto término a una sangrienta y despiadada dictadura que sufrió Chile por 17 años. Se disminuyó la pobreza de más de un 40% a menos del 10%. Las comisiones Rettig y Valech pusieron en evidencia crímenes cometidos y abrieron cauces para la actuación de la justicia. El inédito ritmo de crecimiento hizo posible atender las principales carencias en materia de salud, vivienda y educación. Se experimentó una revolución en el desarrollo de infraestructura. Chile se reinsertó en el escenario internacional. Hubo falencias, errores y vacíos, y se hacen más visibles cuando hoy las demandas ciudadanas son mucho más exigentes a partir de una sociedad inserta en un país muy diferente al de hace 30 años”, sostuvo Jaime Tohá, actual diputado, quien también ejerció como intendente del Bío Bío, y como ministro de Estado.