La actual presidenta del Colegio de Periodistas lleva una vida dedicada a documentar los hechos ocurridos en la dictadura militar, un trabajo del cual muy pocos se pueden jactar.
En abril de este año la periodista, María Eliana Vega, lanzó “Hombre en llamas” un trabajo investigativo que retrata a Sebastián Acevedo, el padre de familia, el esposo protector, el amigo, el aficionado a la pesca y a la física, el hombre, más allá de la drástica medida que tomó el 11 de noviembre de 1983 quemándose a lo bonzo en el frontis de la Catedral penquista, desesperado por la nula información del paradero de sus hijos que días antes habían sido detenidos por las fuerzas represivas de la dictadura cívico militar.
La obra de Vega fue un aporte más a su ya extenso trabajo en su objetivo por preservar la memoria y no olvidar los hechos acaecidos durante 17 años en nuestra región. Una labor en la que siempre estuvo interesada, pero que inició casi por accidente.
Más allá de su trabajo en medios tradicionales (diario Crónica, La Nación, entre otros), esta periodista formada en la Pontificia Universidad Católica ha basado su vida profesional, primero registrando hechos ocurridos en los años ochenta y, luego, documentando historias de violaciones a los Derechos Humanos, una labor que muy pocos realizan en el Bío Bío.
A mediados de los ochenta, Vega colaboraba en el suplemento La Gazeta del Bío Bío de diario El Sur, cuando surgió la posibilidad de trabajar en la Pastoral de Derechos Humanos. Su idea de trabajar en favor de la justicia social hizo que no pensara mucho en la decisión de emigrar. Fueron cinco años de labor y en ese periodo tuvo su primer acercamiento a la edición de libros. Un pequeño compendio del trabajo realizado la Pastoral hasta el año 1988, que se llamó “Por la sagrada dignidad del hombre”.
Con el retorno de la democracia, once años después ahondó en ese trabajo y sumó otras historias como la de los Fusilados de Lota, los casos de San Rosendo y Mulchén, o del mismo Sebastián Acevedo. “No hay dolor inútil” fue el libro de 600 páginas, lanzando en marzo de 1999, que bajo el alero de la Pastoral Obrera y el apoyo de familiares de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, se transformó en el trabajo más grande que se ha hecho sobre violaciones de los Derechos Humanos en la Región.
“Creo que es necesario hacerlo. Es importante ir dejando ese testimonio y ese registro, porque de otra manera eso se pierde. Las personas (que sufrieron) están vivas y ellas mismas pueden contar su historia, pero en algún momento no van a estar. Hay que aprovechar ahora de recoger ese testimonio, de contar esas historias, de registrarlas, en el formato que sea, libro, vídeo o audio. Lo importante es que, en el futuro, las nuevas generaciones las puedan conocer. Ese es el propósito. Por eso me gusta trabajar en esto y lo seguiré haciendo hasta que la memoria también me ayude (risas ), hasta que lo pueda seguir haciendo”, dijo la periodista.
Otros de sus trabajos son: “Viaje a la memoria” (2008); “Resistencia en blanco y negro” (2015), junto a Paula Cisterna y María Paz Arellano; y “Nuestros días en el estadio” (2017), relatos sobre quienes estuvieron detenidos en el Estadio Municipal de la Avenida Collao.