Ante un Teatro Biobío repleto y con un público muy variado, que incluía a no pocos adolescentes, el profesor británico Ani Seth, neurocientífico de la Universidad de Sussex, abordó un tema tan complejo como fascinante: cómo nuestro cerebro interpreta la realidad.
Al respecto, este discípulo del biólogo y neurocientífico chileno Francisco Varela (1946-2001), explicó que el cerebro humano opera como una máquina de predicción, es decir, anticipa mentalmente lo que espera que va a suceder, influyendo las expectativas de lo que queremos ver en lo que finalmente vemos. Al respecto, precisó que más que el paradigma “lo creeré cuando lo vea”, nuestra mente nos condiciona a ver “cuando lo crea”.
En ese contexto, lanzó una frase provocadora: nuestra percepción no es más que alucinaciones controladas por nuestro cerebro. Y las personas que sufren enfermedades o trastornos mentales, son aquellas que experimentan una percepción descontrolada de la realidad.
Para graficarlo, mostró algunos experimentos desarrolladas en la U. de Sussex y en otras casas de estudio, donde quedaba claro cómo la mente anticipaba la realidad. Y en la ocasión aprovechó de hacer participar al público en dos juegos de percepción. “Vemos el mundo como somos, donde influyen las expectativas y experiencias en la forma de percibir el mundo. Por lo que, para saber qué especie queremos ser, tenemos que ver el mundo como somos”, señaló.
Al respecto, explicó que las percepciones son construcciones internas, que luego son compartidas y aceptadas por la sociedad. Sin embargo, no hay que olvidar que las percepciones propias e individuales, son una buena forma de entender por qué la personas perciben las cosas de manera distinta. “Cuando el Congreso Futuro propone “¿Qué especie queremos ser?”, primero debemos entender quiénes realmente somos”, agregó.
En uno de los momentos más emotivos de su ponencia, aprovechó de citar una conclusión de su mentor, Francisco Varela: “Lo que esencialmente compartimos es nuestra capacidad de construir una realidad”. Una frase que algunos relacionaron con The Matrix, la clásica película de ciencia ficción que muestra un mundo donde unos pocos se rebelan contra las percepciones impuestas por la máquina.
También aprovechó de citar a Descartes con su “Pienso, luego existo”, para adaptarlo a sus investigaciones neurocientíficas y concluir que “Yo predigo, luego existo”.
La problemática del tiempo no quedó afuera de su análisis: “No tenemos sensores de tiempo en el cerebro, por lo que el tiempo para nosotros es, sobre todo, una construcción social”, dijo.
Y dentro de sus últimas reflexiones, insistió en que el primer trabajo del cerebro es mantener el cuerpo vivo, por lo que la conciencia tiene más que ver con la vida, que con el progresivo desarrollo de la inteligencia artificial.