Política

La estrecha y desconocida amistad que unió a Karadima con el clero de Concepción

En 2001, varios años antes de que explotaran las denuncias en su contra por abuso sexual, el ex párroco capitalino visitó Concepción. Bacarreza y Koljatic, discípulos de Karadima y entonces obispos auxiliares, fueron los anfitriones. Hernán Enríquez, hoy denunciado y ex rector del seminario menor, también se sumó a las actividades en la catedral consagradas a “el santo de El Bosque”.

Por: Javier Cisterna - Marcelo Castro 12 de Agosto 2018
Fotografía: Agencia UNO

“El padre Hurtado ha pasado por aquí, por Concepción. No la imagen. Pasó él y sigue pasando, y se va a quedar con ustedes. Ámenlo”, dijo Fernando Karadima frente a las decenas de jóvenes que lo escuchaban atentos en la catedral penquista.

Corría 2001 y el silencio y la solemnidad fueron totales en los treinta minutos exactos que duró la ministración.

No era para menos.

En la antesala de su visita a la zona, Karadima había sido anunciado como “el santo de El Bosque”, un hombre con credenciales impresionantes. Instruido directamente en su juventud por Alberto Hurtado y, posteriormente, formador empedernido de vocaciones. Entre ellas, las de Tomislav Koljatic y Felipe Bacarreza, por esos años obispos auxiliares de la diócesis de Concepción que encabezaba el arzobispo Antonio Moreno.

En efecto, el binomio KoljaticBacarreza se encargó de introducir las distintas actividades de Fernando Karadima en Concepción: citas con el clero, eucaristía en la catedral y un encuentro con alumnos de colegios católicos. En cada una de sus intervenciones, Karadima aprovechó de motivar a los futuros sacerdotes narrando su supuesta experiencia de vida junto al jesuita.

El audio de una de sus celebraciones en la ciudad, registrado por un ex seminarista menor y al que tuvo acceso Diario Concepción, es ilustrativo de aquello.

“Lo vi casi todos los días, un mes antes de que estuviera grave. Fui a verlo tres veces a la Clínica de la Católica. Cuando llegó mi turno, entro y el padre le dice a una enfermera ‘señorita, déjeme solo con el jovencito’. Me hinqué en el suelo, le puse las manos en sus manos, me las besó y yo se las besé a él. Me dijo ‘Fernando, el patrón me va a venir a buscar ligerito, ¿le quieres mandar a decir algo?’. ‘Patroncito lindo —le dije yo—, dígale al padre Jesucristo, cuando usted se arrodille ante él en el cielo, que quiero ser sacerdote, que no me vaya a quitar la vocación’. Él me tocó la cabeza y dijo ‘serás sacerdote y yo estaré contigo todos los días de tu vida’. El padre me dio la bendición y yo salí llorando a mares. Cuando volví al otro día, murió”.

El estremecedor relato del ex párroco de El Bosque impactó a los presentes. Varios otrora seminaristas contactados para este reportaje lo recuerdan. No escatimó en detalles ni en recovecos de una amistad, en apariencia, entrañable.

Años después, sin embargo, las historias de Fernando Karadima con Alberto Hurtado serían contradichas, cuando no derechamente desmentidas.

La investigación de Ciper “Los secretos del imperio de Karadima” señala la forma en que el sacerdote generaba recuerdos con nulo asidero histórico. El capítulo favorito de una vida inventada para impresionar a jóvenes, era su último encuentro con el padre Hurtado.

“Lo que dice sobre la muerte del padre Hurtado no puede ser. Yo era novicio y fui a cuidar al padre a la clínica. Controlábamos a la gente y cuando venía un obispo le decíamos que esperara un momento (…). Yo no vi a Karadima en esos días”, recuerda Luis Palavicino, sacerdote contactado por Ciper.

Con ese discurso cargado de falsedades —también aseguró haber “estudiado leyes”, en circunstancias de que no terminó el colegio— Fernando Karadima se propuso seducir a los seminaristas de Concepción. Y aunque muy pocos de esa generación finalmente resultaron ordenados, al menos consiguió robarse su atención.

“Era un cura con una tremenda capacidad para mantenerte atento. Hablaba fuerte y también contaba anécdotas. Para nosotros fue casi como ir a un concierto”, rememora un ex seminarista.

Y si se trata de una visita estelar, hubo patrocinio y corrió por cuenta de Felipe Bacarreza y Tomislav Koljatic, discípulos de Karadima.

Emisario de El Bosque

Bacarreza hoy oficia como obispo de Los Ángeles y Koljatic hace lo propio en Linares. En 2001, ambos pupilos de Karadima apoyaban al arzobispo Antonio Moreno en condición de auxiliares y ya contaban años de servicio en Concepción.

El primero en asentarse en la ciudad fue Felipe Bacarreza. Ex miembro de la Acción Católica de El Bosque —de la que fue presidente juvenil—, inició su apego con Fernando Karadima tras salir de la universidad.

DE IZQUIERDA A DERECHA: Juan Zúñiga, Fernando Speranza, Hernán Enríquez, Pablo Leiva, Tomislav Koljatic (obispo auxiliar de Concepción), Fernando Karadima, Claudio Alarcón, Hernán Llancaleo y Manuel Zúñiga. Eucaristía celebrada en la catedral penquista (2001).

Entre 1977, fecha en la que fue ordenado sacerdote, y 1991, cuando se le nombró obispo en Concepción, la relación con su formador se tornó distante. Además, viajó en dos ocasiones a prestar servicios eclesiásticos a Roma. Sacerdotes entrevistados piden poner énfasis en este punto, puesto que, dicen, el hijo espiritual de Karadima que llega a Concepción lo hace relativamente despercudido de la cultura de El Bosque.

Pese a lo anterior, permanece el estilo de la búsqueda incesante de vocaciones.

Si Karadima se ufanaba de haber dado instrucción a un tercio de la curia metropolitana, a Bacarreza, ciertamente con menos exposición, se le reconocía como creador del Seminario Menor de Concepción, una obra que concretó a dos años de su instalación en la capital regional. De hecho, cercanos a la Iglesia en aquellos momentos afirman que la venida de Felipe Bacarreza tenía por objetivo “aumentar las vocaciones en la zona, algo muy parecido a lo que hacía Karadima”.

El Seminario Menor, escalón previo al mayor o Seminario Metropolitano de Concepción, reunía a adolescentes de enseñanza media con proyección de ser formados sacerdotes. Funcionaba como una suerte de internado en que se compatibilizaba la enseñanza media con la doctrina eclesial.

Para la educación formal estaban el Instituto Humanidades y el Liceo la Asunción. Para la vida religiosa, los pupitres de la casona de Manuel Rodríguez con Castellón, manzana en la que actualmente se encuentran las dependencias de Lavandería 21 y la Hospedería Esteban Gumucio.

La misión de Bacarreza, no obstante, fue clausurada a fines de 2006 tras varias temporadas de fracaso en la captación muchachos inquietos por la vida clerical. El obispo, que también se desempeñó como rector de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (1996-2000), ese mismo año se trasladó a la diócesis angelina.

2006 también fue especial para Fernando Karadima, ya que en septiembre se le apartó de la parroquia de El Bosque. Aunque su salida se estampó con la celebración propia de una comunidad que agradece veinte años de servicio, lo cierto es que las investigaciones en su contra por abuso sexual ya estaban en camino en la arena canónica. Dos años antes se había estampado el primer testimonio por abuso.

Junto a la reliquia de Hurtado

La historia de Tomislav Koljatic tiene matices. Participó de forma activa en El Bosque mientras cursaba estudios en el Verbo Divino y luego cuando ingresó a Economía en la Pontificia Universidad Católica de Chile, desde donde egresó en 1977.

Tres años después inició sus pasos en el Seminario Pontificio Mayor de Santiago, resultando ordenado sacerdote en 1987. Una década después aterrizó en Concepción, lugar de residencia temporal hasta 2003, año en que se le nombró obispo de Linares. En todo este tiempo, Koljatic no perdió contacto con su mentor, a quien habría defendido fervientemente de las acusaciones por vulneraciones de tipo sexual.

La coincidencia de Bacarreza y Koljatic en Concepción no conoció de conflictos, al menos en la escena pública. Los dos guardaron respeto mutuo y fueron celosos de una relación con el poder que tenía claro orden de prelación. Tras el arzobispo Moreno, estaba Bacarreza. En tercer lugar, Koljatic.

“Siempre a la derecha de monseñor Moreno estaba Bacarreza y a la izquierda Koljatic. Mientras que las misas de los días miércoles eran realizadas por el obispo Koljatic, la hora santa, a la que asistían los seminaristas, la encabezaba Bacarreza”, menciona un joven que conoció a ambos durante su período de discernimiento.

La visita de Karadima al Bío Bío fue prueba de lo estructurado del binomio. Durante la eucaristía que celebró el párroco santiaguino en la catedral, Koljatic se encargó de secundar. Tras la ceremonia, el archivo fotográfico lo muestra sosteniendo una reliquia de Alberto Hurtado, quien bregaba por convertirse en santo frente a la Santa Sede. Bacarreza no figura en el registro. Antonio Moreno, tampoco.

KARADIMA y Koljatic, quien sostiene una reliquia de Alberto Hurtado.

El otro invitado

Mucho menos protagonismo del que se podría creer que le correspondía, tuvo durante la visita de Karadima Hernán Enríquez, rector del seminario menor en 2001.

El presbítero, en la actualidad suspendido de sus funciones académicas y religiosas por el resurgir de una denuncia por presunta violación a un seminarista menor en 2002, tomó un rol de observador más que de anfitrión. Pese a ser autoridad, su figura representaba una menor dosis de preeminencia que las de Bacarreza y Koljatic, los artífices del encuentro con Fernando Karadima.

No obstante aquello, Enríquez también compartía la filosofía de la formación de vocaciones en primer lugar. Más precisamente, de la mayor cantidad de vocaciones posible. Para conseguirlo, lideró en la última etapa de su rectorado una ampliación física y una reducción de requisitos que debía empujar a próximas generaciones de seminaristas. Muy a su pesar, la inversión devino en infructuosa.

Antes del declive y el cierre del seminario, el paso de Karadima se leyó como un último impulso y Enríquez, con seguridad, aprovechó de mencionarle al líder de El Bosque los planes futuros para la educación sacerdotal penquista.

Ahora bien, de concretarse, se trató de un diálogo escueto. Quienes los vieron reunidos recalcan que no derrocharon ningún tipo de cercanía fuera del protocolo.

Y no es de extrañar.

Para los fieles de Concepción, la visita de Karadima a la ciudad no fue menos que el pasar de un santo.

 

Fernando Karadima: “Si los jóvenes se alejan de la Iglesia, se alejan de Dios”

A propósito de su visita, en conversación con la revista “Nuestra Iglesia” —medio oficial de Arzobispado de Concepción en esos años—, Fernando Karadima aseguró sentirse optimista del futuro de los jóvenes.

“Creo que si ellos están cerca de Dios y de la Iglesia, como pienso que está la mayoría, entonces no veo peligro. El peligro que tengo es cuando se alejan de la Iglesia, caen en el mal y en la ausencia del bien”, explicaba.

A continuación, un extracto de la entrevista.

— Entrevistador: ¿Qué les ocurre (a los jóvenes) cuando caen en el mal?

— Fernando Karadima: Si los jóvenes se alejan de la Iglesia, se alejan de Dios. Porque si se alejan de la luz caen en las tinieblas. Entonces, una persona sin luz anda en tinieblas, como lo dijo Jesucristo.

— E: ¿Los padres qué responsabilidad tienen en esto?

— FK: Grande. Por eso, hago un llamado a los padres para que se alegren de que sus hijos sean cristianos. Les pido que los ayuden en los trabajos apostólicos, en la misa dominical y en la vida de oración. Es lo único. Yo llevo muchos años trabajando con la juventud y puedo asegurar que no existe otro remedio mejor para eso.

— E: Usted ha sido gran orientador de jóvenes.

— FK: No diría tanto (sonríe). me siento muy contento, porque entre los jóvenes hoy existen cuatro obispos (señala con alegría) que han salido de mi parroquia. Han salido 35 sacerdotes. Estoy muy contento, gracias a Dios y al padre Hurtado, quien fue mi director espiritual durante cinco años. A él le debo mucho. Hoy lo recuerdo con gran cariño. Me inculcó el amor a la misa, a la Virgen y a los pobres; el amor a los necesitados. Un hombre extraordinario en pocas palabras. Hay que insistir en que los valores principales están en la búsqueda de Dios. El padre Hurtado decía esta frase: la vida nos ha sido dada para buscar a Dios y no para otra cosa.

“Hoy, el padre Karadima, pese a sus 42 años de sacerdocio, continúa acompañando a los jóvenes, dando hermosos frutos para la Iglesia y el mundo”, sentencia al cierre el texto, fechado en la edición de junio de 2001.

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