Vargas Llosa: Ego Sum liberal
06 de Mayo 2018 | Publicado por: Luz María Astorga
En 2016, el periodista italiano Tommasso Debenedetti anunció su muerte en un tuit atribuido falsamente a la editorial Alfaguara. La mentira duró menos que burbuja. El Nobel vive a todo vapor. “Lo ideal es no morir en vida. Muere quien deja de tener ilusiones. Yo creo en llegar vivo hasta que la muerte te sorprenda como un accidente, mientras trabajas y planeas”. En eso está. Viaja, expone, escribe, explica qué significa ir de liberal por la vida. A ratos, algo se cuela entre sus palabras y afloran los demonios con que luchó desde niño.
Mario Vargas Llosa anticipó a Gatopardo: 2018 sería un año de estar en todas partes, de promover su reciente libro (“La llamada de la tribu”) y de hablar sin respiro hasta que quede claro por qué él, ex comunista, ex socialista, ex aspirante frustrado a la presidencia del Perú, sigue propalando el liberalismo, y cada día más, con el empeño y urgencia de las calderas del Titanic minutos antes de sucumbir.
Sí, el Nobel de Literatura 2010, corre contra reloj. A sus 82 años, bien llevados e intensamente vividos, sabe que el enemigo acecha en lo oscurito, en el espacio que crean los gobiernos ineficientes, las libertades coartadas y la pobreza. Lo sintetiza como “corrupción y populismo”, dupla infalible si de aniquilar la democracia, el sistema político y la sociedad hablamos.
En ese afán, esta semana cruzó Los Andes en corto vuelo desde Buenos Aires, tomó un respiro y… a la calle otra vez. Lo esperaba un grupo de directores y editores de medios. Luego, en el auditorio del Instituto Nacional, 900 alumnos de colegios de O’Higgins, Valparaíso y Región Metropolitana. Después, distinción y almuerzo en La Moneda, con el Presidente Piñera y temblor incluido. Hacia el final del día, 850 asistentes a la conferencia “¿Qué es ser liberal”?, organizada por la Fundación para el Progreso, en el Hotel W. Al día siguiente y subsiguiente, más encuentros…
Las ideas fuerza -que promociona repitiendo sin equivocarse- provocan atentos silencios, sonoras palmas y pifias tímidas, tal como se escucharon desde la Platea Alta del auditorio institutano, cuando, en el contexto de relevar sus creencias, dijo que hay tanto país que fue pobre y hoy está desarrollado y con gran bienestar social gracias al liberalismo. Estudiantes le lanzaron un perentorio “diga cuáles, diga cuáles!!!”, emplazamiento que el escritor obvió concentrándose en describir la experiencia de Singapur.
En el encuentro del Hotel W buena parte de la audiencia lo aplaudió con ganas, cuando paró en seco al moderador del diálogo, Axel Kaiser, frente al tema de las dictaduras (ver nota aparte). Guardando todas las proporciones, fue algo así como el histórico “¡Por qué no te callas!”, del rey Juan Carlos a Hugo Chávez, por lo inesperado y golpeador.
Hubo momentos y momentos durante la visita del Nobel de Literatura 2010. Pero sí, es cierto, no todos quieren a Vargas Llosa, el político. El que compitió y perdió frente a Alberto Fujimori, en 1990 después de ejercer la política activamente por tres años; el que abrazó el comunismo en Lima, en la célula Grupo Cahuide, bajo la dictadura de Apolinario Odría, con amor efímero de un año; el que permaneció fiel por un lapso mayor al socialismo, pero que tras cinco viajes a la isla del “barbudo”, el revolucionario que irrumpió desde la Sierra para botar al dictador Batista, abandonó también, en 1961, firmando un manifiesto con otros escritores -Sartre, Simone de Beauvoir, Juan y Luis Goytisolo y Susan Sontag, que le costó su amistad con Gabriel García Márquez. Con la ex Rusia, a la que viajó por primera vez en 1966, el rompimiento dolió menos. ¿“Cómo puedo defender una cosa que no podría vivir como persona?”, dijo en entrevista con TVE, Fundación Caja Canarias en 2012. “Sin tolerancia, libertad de expresión y de movimiento, la vida se hace invisible”. No, él no estaba para eso.
“Vocación política no tuve nunca”, afirmó también, “nunca pensé hacer esa carrera, entré de manera accidental y aprendí mucho, pero nunca me sentí feliz como cuando me siento a escribir”. Se entiende, de su propia confesión sabemos que “la literatura es para el escritor, lo que la heroína para el adicto”.
Vargas Llosa no fuma ni toma alcohol.
¿Quién es realmente usted?
A la izquierda no le gusta esto del “liberalismo” que venera. Unos lo asocian al “neoliberalismo”, asunto que Vargas Llosa refuta diciendo: “No sé qué cosa es eso… Una forma de caricaturizar el liberalismo, presentarlo como un capitalismo despiadado”.
Otros lo ven en la médula del conservadurismo que es propio de la derecha tradicional.
Pero ni uno ni otro argumento se ajusta, a ojos del escritor. “El comunismo y el fascismo lo han atacado”, sin contar que en sus inicios fue la Iglesia su principal opositor. Pero en lo concreto, hay liberales creyentes y no creyentes, además de una izquierda democrática y liberal, y una derecha democrática y liberal, que se topan”.
Por eso, bien vale preguntarse qué es ser liberal ¿no?
Cuenta el escritor:
“Mi abuelita Carmen decía que `liberal´ era casi una mala palabra. Personas que no iban a misa, que se divorciaban… o sea ´malas personas´. Pero el significado ha ido cambiando. La palabra tiene que ver con libertad”.
(Bueno, él se ha divorciado dos veces y vive ahora “en pareja” no más).
Continúa:
“El liberalismo no es una ideología, no es dogmático, no tiene respuesta para todo. Defiende algunas ideas básicas: la libertad, el individualismo, el rechazo al colectivismo y al nacionalismo; es decir, a todas las ideologías o doctrinas que limitan o cancelan la libertad. Se relaciona estrechamente con la democracia, con la libertad política, con los derechos humanos, donde los grandes propulsores han sido pensadores liberales, con la diversidad. No solo admite sino que estimula la divergencia”.
Divergencia tuvo Vargas Llosa hace muy poco con Presidente Piñera y parte de la derecha. Porque frente al aborto con tres causales, dijo que se oponía “una derecha cavernaria”. Se armó trifulca. “Me repugna el aborto, como creo les repugna sobre todo a las pobres mujeres que tienen que recurrir a él, pero estoy a favor”, había explicado. Días después, en entrevista con un diario, afirmó: “Existe una derecha civilizada y una derecha cavernaria, que va retrocediendo, encogiéndose. Ojalá eso continúe”.
El escritor peruano-español admite tener muchas coincidencias con Piñera, al punto que “hubiera votado por él de ser chileno… Ahora, también tenemos discrepancias… Él no cree en el aborto ni en el matrimonio gay; yo sí. No cree en la legalización de las drogas; yo sí”.
Sergio Vilela, editor y escritor del país vecino, una de las personas que mejor lo conocería, remata:
-La palabra clave en su vida es libertad. Ha luchado contra cualquier forma de sometimiento. Aborrece el autoritarismo, las figuras de poder absoluto; se ha rebelado siempre contra la autoridad que considera abusiva.
Para que no queden dudas, Vargas Llosa comenta a los entendidos:
“Los liberales quieren un Estado eficaz pero no invasivo, igualdad de oportunidades, sobre todo en la educación, y respeto a la ley. En ese consenso básico hay divergencias. Isaiah Berlin cree que la libertad económica no puede ser irrestricta, porque siéndolo en el siglo XIX llenó las minas de niños. Friedrich von Hayek, en cambio, tenía una confianza tan extraordinaria en el mercado que pensaba que podía solucionar todos los problemas si se lo dejaba funcionar. Berlin era mucho más realista, pensaba que el mercado es lo que traía el progreso económico, pero que si el progreso significaba crear desigualdades tan gigantescas, la esencia misma de la democracia quedaba perjudicada, ya no funcionaba la libertad de la misma manera para todos. También Adam Smith, al que se considera el padre del liberalismo, era muy flexible”.
Ésos han sido algunos de los amigos-guías en la conversión del peruano, nombres tal vez no cercanos para muchos lectores, así es que para mejor entender, otro comentario del intelectual que nos visitó:
“El liberalismo se transforma en nombre del pragmatismo. Lo decía el `padre´ de la doctrina, Smith: lo ideal no siempre es posible y hay que sacrificar algunos principios para que se adapten a la realidad. El liberalismo lucha para que la libertad sea el motor del desarrollo social, político y económico… Claro, hay deformaciones, como el caso de economistas completamente cerrados, convencidos de que solo las reformas en el campo económico traen como consecuencia inevitablemente la libertad. No estoy de acuerdo, yo creo que las ideas son más importantes que las reformas”.
Aterrizando más, comentó que la doctrina “se toca con ambos extremos por diferentes lados. Con la izquierda tiene semejanzas con la social democracia y con la derecha comparte ciertos valores conservadores”.
Smith, Friedrich von Hayek, Isaiah Berlin, Raymond Aron, Ortega y Gasset, Karl Popper y Jean François Revel son los siete pensadores que pesaron en la conversión de Vargas Llosa. Marcaron la ruta que hoy lo tiene más convencido que nunca y, hay que decirlo, también pesaron en su fracaso político en Perú, en la segunda vuelta de las presidenciales 1990, con 37% de los votos frente al 62% de Fujimori.
Su último libro, el que vino a promocionar, “La llamada de la tribu” (editorial Alfaguara) es un ensayo que habla de los esos intelectuales-guía.
De elogios y silencios
El Nobel a menudo es generoso en elogios hacia Margaret Thatcher y sus 11 años al mando. Entonces él vivía en Inglaterra y dice que con la Dama de Hierro, la gente -un tanto adormecida por los gobiernos anteriores- despertó y surgieron de nuevo los emprendedores; la sociedad se energizó. “Ella era una conservadora en materia política, pero desde el punto de vista social y económico fue una liberal”.
Tampoco mezquina comentarios sobre el desencanto ante la oferta izquierdista y revolucionaria que prometió sociedades que no existen y que terminan dramáticamente en populismo, corrupción, hambre y pobreza. Recurre con frecuencia a Cuba y Venezuela como ejemplos contemporáneos.
Celebra los avances de Chile y gana detractores cuando dice que “el sistema ha resistido los intentos populistas de Bachelet, que no avanzaron porque la sociedad chilena reaccionó y entendió que estaba en peligro todo lo mucho que el país había progresado desde que la democracia funciona”.
Sí, con las dictaduras ve rojo. “Es preferible tener gobiernos democráticos, aunque sean corruptos, que dictaduras, que son también siempre corruptas y, además, más brutales y sanguinarias. Es preferible ir avanzando poco a poco y renunciar a la idea de la utopía social que solo nos ha traído guerras civiles, represiones brutales y gobiernos dictatoriales”.
Ricardo Cayuela, editor y escritor, lo entrevistó cuando fue a México a presentar su libro “El pez en el agua” (que trata sobre su fracaso electoral), cuenta:
-No le ha importado nunca ser incómodo ni quedar mal. Cuando vino dijo que el PRI era una dictadura perfecta. Cuando estuvo en su campaña enfrentó a antiguos amigos. Ha sido consecuente a la hora de enfrentar situaciones que consideró injustas. No cede en su libertad de opinión.
Así lo vimos en el encuentro del Hotel W.
Son muchos los temas en que el Nobel se mueve como cóndor en las alturas. Sin embargo, en entrevistas televisadas, escritas, en conversatorios y en todo ese tipo de encuentros hay cosas que no ventila. “La privacidad ya no existe”, ha lamentado, especialmente luego del acoso que debió enfrentar junto a su pareja hace ya más de dos años, cuando estrenaron en sociedad, mientras él tramitaba su segundo divorcio.
Lo de amores y amoríos es una puerta que quiso mantener cerrada, pero la chapa cedió (ver nota aparte).
Causas de un rebelde
Nada se compara eso sí con la gran historia de su vida, a la que atribuye hoy el ser escritor, la que golpeó su cuerpo y alma en un shock del que, dijo a TVE española, “creo que aún no me repongo”.
La historia:
Los Vargas llegaron con Pizarro en la primera hora de la conquista a Perú. Después vinieron los Llosa, de un pueblito entre Santander y Valencia y se concentran en Arequipa. Siglos después, Ernesto Vargas Maldonado, piloto de Panagra, conoce a Dora Llosa Ureta. Se casan. Tienen un hijo y se separan a poco.
Ella parte con sus padres y hermanos a vivir a Cochabamba, Bolivia. La guagua crece entre regaloneos familiares, acento boliviano y ausencia paterna. Protegida, sin sufrimiento. Pasan diez años.
“En mi niñez me dijeron que mi padre había muerto, porque la familia materna era conservadora y se avergonzaba del divorcio. Pero un día, mi madre me dijo que habían mentido: “Él está vivo, lo vas a conocer ahora”. Fue una experiencia decisiva y traumática. Creo que todavía no me repongo”, contó en entrevista con la Fundación Caja Canarias, en TVE, 2012.
Inmediatamente se fueron a Piura, Perú, a vivir juntos. Recuerda:
“Eso me cambió la vida. De niño muy mimado, de pronto vivía con una persona dura, autoritaria. Su figura me daba terror. Ahí descubrí el miedo, descubrí la verdadera vida, de la que mi familia materna me había protegido”.
En el colegio, los compañeros se burlaban porque hablaba como boliviano…
“Piura era una ciudad del litoral, pero no estaba al lado del mar; una ciudad aislada, con barrios muy diferenciados, llenos de color. En Cochabamba ya escribía poemitas, cosa que mi familia materna celebraba”. En Piura, pequeñas historias, lo que va en línea con su idea de que sobre tiempos felices no se escribe; sobre traumas, sí. “Recuerdo la casa verde, donde vivían puras mujeres a las que visitaban hombres”, y que convirtió también en un libro donde pecó de “engolosinamiento exagerado de la prosa”.
Un día, el padre le pegó, “nunca nadie me había pegado. Esto me violentó, aumentó mi temor a la soledad”.
Fue el primer acto.
El segundo, sin golpes, resultó más doloroso. Su padre -que ofició de piloto, marino, periodista y nómade- vio peligro en la vocación literaria de su único hijo. Lo asociaba a bohemia y, peor aún, a una actividad “poco viril”. Entonces lo combatió. “Pero para mí, secretamente, esa vocación, escribir poemas, fue mi manera de desafiarlo a escondidas. La literatura fue mi refugio”.
En este gallito imaginario, sin embargo, en principio Vargas Llosa perdió: lo matricularon en la escuela pública Leoncio Prado, donde se recibía instrucción bajo severa disciplina militar. Ahí, el precoz literato abrió los ojos ante el Perú real. Buena parte del alumnado pertenecía a familias adineradas. Otra buena parte, a la clase media. Y otra, a hogares muy pobres, para los cuales había 100 becas cada año.
Tercer acto: como respuesta a la decisión del padre, el rebelde hijo profundizó su convicción por la literatura y precisamente de esas vivencias alimentó su primer libro, “La ciudad y los perros”, escrito a mano en El Jute, una taberna madrileña que ya no existe, pero que lo vio afanarse desde 1958 a 1961, obra que lo posicionó en la literatura internacional y pilar para la formación del grupo Boom.
(Bueno, no pocas veces vamos por lana y salimos trasquilados… pensaría el padre).
El cuarto acto siguió la línea: Vargas padre quería ver a su hijo en la U. Católica. El joven quería entrar a la universidad pública San Marcos. Y de ahí no se movería, mal que mal estaba optando por Leyes y Literatura solo porque en esos años 50 nadie en Perú podría pensar hacer de su profesión la literatura. Era su concesión.
Una por otra.
Luego sabríamos de la próximo escena, con Vargas Llosa estudiando en Madrid, donde “empecé a ser escritor en serio”, una historia de desarrollo conocido…
Pero antes, hubo otro acto, de amor ¿y rebeldía? A los 19 años, el joven universitario, se enamora de Julia Urquidi, una tía viuda, diez años mayor. Lucha contra demonios y miedos para doblegar la oposición familiar al matrimonio y se convierte en “amo de casa”, como dice él mismo, que llegó a hacer hasta “siete trabajitos al mismo tiempo” para sobrevivir. Dos décadas después en las vitrinas de librerías estaba “La tía Julia y el escribidor”.
Esta semana, en el Instituto Nacional, su hijo Álvaro le preguntó cómo y porqué nacen las historias. El Nobel contestó:
“La gente quiere que les cuenten historias porque la vida que viven no les basta. Las historias que inventamos los ponen en esas otras vidas, las que nunca tendrán”, contestó.
EN SECO
-¡Esa pregunta no te la acepto!- espetó Vargas Llosa a Axel Kaiser, quien lo entrevistaba el miércoles pasado, en un encuentro organizado por la Fundación para el Progreso, vinculada a Nicolás Ibáñez. Buena parte de los 850 asistentes aplaudió.
-¡Está bueno eso… es la reacción que quería provocar!-, contestó el entrevistador en un burdo y fallido intento de controlar la situación.
El diálogo:
Kaiser: Hay dictaduras menos malas, por no decir mejores, sino que menos malas. Por ejemplo, ¿cuántos en esta sala preferirían vivir en la dictadura de Maduro que lo que fueron los años 80 en Chile?
Vargas Llosa: Esa pregunta yo no te la acepto, no la acepto. Parte de una cierta toma de posición previa: que hay dictaduras buenas. O que hay dictaduras menos malas. No, las dictaduras ¡son todas malas! Yo creo que entrar en esa dinámica es un juego peligroso, es un juego que nos conduce a aceptar que en algunos casos una dictadura es tolerable, aceptable. Eso no es verdad, todas las dictaduras son inaceptables.
LOS AMORES DE UN LIBERAL
Desde 2016, Vargas Llosa vive en las afueras de Madrid, en Puerta de Hierro, entre parques y muros de piedra. Ahí está la casa de Isabel Preysler, su pareja, ex de Julio Iglesias y viuda del ministro de Economía y Hacienda del primer gobierno de Felipe González, muerto en 2014, a los 75 años producto de una trombosis pulmonar.
“Yo creo que el amor no tiene mucho que ver con la edad. El amor de un joven es más idealista, más inocente. El de un adulto, de un viejo, claro, es un amor hecho ya de mucha experiencia acumulada, se enfrenta con mayor sabiduría. Pero aparte de esas diferencias, creo que la exaltación y el goce, esa sensación de optimismo frente a la vida que te da el amor se vive exactamente como cuando lo vive un adolescente”, declaró no hace mucho el escritor peruano-español.
Lamenta, eso sí, la pérdida de privacidad, el acoso sufrido por los dos, personajes bajo mirada constante de paparazzis.
Claro, aunque circulan múltiples versiones no oficiales de amoríos varios, la historia oficial hasta ahora había gozado de discreción, siendo igual de llamativa: en 1955, primer matrimonio con su tía 10 años mayor (Julia Urquidi), que dura casi 10 años. Sin hijos. En 1965, casamiento con su prima, Patricia Llosa Urquidi, que dura 50 años. De ahí nacen Álvaro (también escritor y periodista), Gonzalo (empresario) y Morgana (fotógrafo).
En 2016 todo eso termina. Isabel entraba en escena.