… Y menos del Villa María y el Verbo Divino, dice el economista, convencido de que Piñera debe entender lo que significa el “gobierno de todos”. Su gabinete, afirma, tiene que ser como el país e incluir gente de regiones, de distintas condiciones sociales e historias personales: “No debe rodearse de las mismas elites del primer mandato”.
Observador persistente, con casa en otro hemisferio, pero con un pie acá, concluye y opina. Obvio, en más de una ocasión falla.
-¿Cuál ha sido el error más grande, del que se arrepiente, por lo que se puso rojo?
-De lo que más me arrepiento es de la manera en que me he referido a algunas personas, con adjetivos duros. Haber descrito actuaciones en forma severa, sin esforzarme por ponerme en el lugar y circunstancia del otro. Pero no me arrepiento por ideas ni predicciones; creo que hay espacio para errores y, lo más importante, estoy convencido de que uno tiene pleno derecho a cambiar de opinión. Yo cambio a menudo.
Esa es su historia. De cambios. De alumno del Grange que a los 16 años fue en micro desde La Reina al centro para inscribirse en el Partido Socialista, después de haber sido tentado sin éxito por el MAPU, “que me pareció como kermesse del Villa María”. De admirador rotundo de Salvador Allende que se desencantó del PS. De militante socialista que en las concentraciones observaba entre el gentío al jeep Land Rover que conducía Ennio Vivaldi, “alto, de ojos azules”, en el que iba también su novia, “una niña preciosa”, Michelle Bachelet.
Fue el universitario que luego dejó el PS, pero no los afectos. En 2013, vino de California para votar en las presidenciales. Marcaría Bachelet. Pero manos misteriosas habían borrado su nombre de los registros del Servel. Se frustró, pero si pudiera –declaró después a CNN- volvería a votar por ella, aunque al Gobierno le puso un 3,9. Al filo de aprobar…
Hasta ahí, su identidad política más o menos se dibujaba.
En agosto de 2017, sin embargo, declaró: “Lo mejor para Chile es que Sebastián Piñera sea el próximo presidente”.
Por ese tiempo afirmó, también, que Lagos “fue un gran presidente” y que, al final, “independientemente de lo que decían las encuestas tempranas- hubiera sido un mucho mejor candidato que Guillier”.
Entretiene conversar con él, pero, a veces, también confunde Sebastián Edwards (64), ingeniero comercial UC, consultor, académico de la U. de California, la UCLA (una de las mejores universidades públicas del mundo, remarca), escritor de textos de economía, novelas y columnas.
Se fue de Chile hace 40 años, en autoexilio, empujado por la dictadura y por su enemistad con Miguel Kast y con José Piñera, que fueron implacables con él. Kast intentó que lo sacaran de la UC luego que rechazara trabajar para la dictadura, ingresar a su grupo religioso y recibir la beca Pinochet. De Piñera no entrega detalle ahora, solo comenta: “Recibí muchas recomendaciones de distintas personas en el sentido de que, como quería estudiar en el extranjero, mejor me fuera”. Ándate, ándate, apuraban. Voló a Chicago donde, ha contado, también lo alcanzaron sus enemigos, no de forma presente sino a través de intentos por bloquear sus estudios. Edwards finalmente echó raíces en California, uno de los estados más ricos del país.
Hace años ya que se define como “socialmente progresista, políticamente anti-militar y fuertemente pro mercado”. En eso no ha habido cambio. Tampoco en marcar diferencia con los Chicago boys porque “ellos tienen tres características: apoyaron el Golpe, son muy conservadores y pro mercado. Tengo una de esas cosas, no más”.
“El gabinete debe parecerse al país”
En Estados Unidos está clarita su identidad: el progresismo liberal. “Le di dinero a John Kerry, a Obama y a diversos candidatos del Partido Demócrata. Voté por Hillary (Clinton)”.
En Chile, no milita ni se identifica, aunque Evópoli le parece “interesante. Su desafío ahora es fusionarse con Ciudadanos, de Andrés Velasco. Sería genial: Kast y Velasco. El hecho que Ciudadanos no tenga parlamentarios es una cuestión secundaria, un punto mezquino sobre el que o se debe gastar demasiado tiempo”.
Antes, consideró “interesante” la candidatura de Joaquín Lavín –cuando compitió con Lagos (1999), aunque no votó por él, y, más tarde, la propuesta de Marco Enríquez-Ominami.
Desde 2014 propicia la reducción de la jornada laboral, tal como lo hizo la diputada Camila Vallejos (PC) el año pasado. Lo propuso al equipo de Bachelet, sin ninguna acogida. No hay país avanzado y moderno que trabaje 45 horas a la semana, sostiene. Pero, claro, su idea va de la mano con reducción de feriados y flexibilidad.
Edwards tiene muchas miradas e historias. Por algo escribe ficción y plasmó ya su biografía en “Conversación interrumpida” (su último de muchos libros). Imposible encasillarlo en la economía, la academia y las consultorías.
Imposible creer que por vivir en Estados Unidos se desconecta de Chile. Este bisnieto de Eliodoro Yáñez, el liberal que fundó La Nación, admite: “Sigo enganchado, obsesionado, me mantengo celosa y rigurosamente al día, sufriendo y riendo con la selección de fútbol y sus aventuras”.
– Tiempo atrás dijo que el primer mandato de Piñera fue timorato por su adicción a las encuestas y sus ganas de conseguir una reelección. Hoy le recomienda buscar un real acuerdo, sanar al país, unir. Pero la UDI está ahí, presentando muchos currículos para cada cargo. ¿Piñera posee el pragmatismo necesario para mantener independencia, negociar y sumar gente de distintas corrientes?
– Conozco a Sebastián hace unos 30 años. Es muy inteligente y creo que ha aprendido mucho en los últimos años. Pienso que entiende que su triunfo se debió a los gestos que hizo al centro y al hecho que persuadió a personas que nunca habían votado por la derecha. Esto significa, con alto grado de probabilidad, que su gobierno será pragmático y permitirá que convivan dentro varias visiones valóricas e ideológicas.
– ¿Podrá mantener a raya las presiones UDI?
– Sí. Hay que hacerles entender que son sólo un partido, y uno que va a la baja.
– Un gobierno “de todos los chilenos”, como dice Piñera, no comulga con el conservadurismo. Se anticipan problemas con el aborto (el diputado Guillermo Ramírez ya dijo que trabajará para restringirlo a través de ley o reglamento) y con el matrimonio homosexual… ¿Cuál sería el mejor aliado del presidente para batallas de este tipo?
– Cecilia Pérez y Andrés Chadwick. Me imagino que Gonzalo Blumel. Integristas y excesivamente religiosos deben quedar fuera.
– ¿Qué es lo primero que debe hacer Piñera para mantener su aprobación?
– Entender que lo del gobierno de todos significa primeramente que el gabinete tiene que parecerse al país. Es de esencia que incluya a gente de provincias, de distintas condiciones sociales, con diferentes historias personales y familiares. Debe esforzarse por no rodearse de las mismas elites de su primer mandato. Para ponerlo en forma brutal: tiene que haber más graduados de liceos con número y menos del Verbo Divino y el Villa María.
– ¿Qué proyecciones hace para la economía? Ahí estaría el gran cambio. Fue la gran promesa. Más inversión privada y crecimiento, 600 mil empleos. Pero no habrá milagros. Hay que aterrizar expectativas. Los que más esperan, que son los que menos tienen, verán más de lo mismo por largo rato. ¿El escenario de aquí a un año?
– Los chilenos tienen grandes aspiraciones, pero no creo que sean tan impacientes como a veces se les pinta. Entienden que es difícil y complejo solucionar los problemas. No quieren salidas mágicas instantáneas, sino indicios claro que se están haciendo cosas positivas, realistas, que pueden llegar a dar fruto, más temprano que tarde.
– ¿El éxito del gobierno se vinculará básicamente a los avances en derechos sociales universales garantizados?
– Chile es signatario del tratado de Naciones Unidas que creó los derechos sociales. Siempre han estado en la Constitución. La pregunta es cómo hacerlos cumplir. Es un tema que han enfrentado otros países. No hay que inventar la rueda.
¿Liberal genuino o liberal light?
– Previo a la segunda vuelta, analistas recalcaban que fuera quien fuera el ganador, no veríamos cambios radicales. “El centro llegó para quedarse”, posteó Mario Waissbluth. ¿Cómo debe ser ese “centro” para mantenerse en el poder?
– Vamos por partes. Antes de las elecciones, la visión dominante era que sí haría una gran diferencia quien ganara. Solo unas pocas voces surgieron al acercarnos a la segunda vuelta afirmando que, al final, se mantendría la cordura, que no habría salto al vacío. Al día siguiente de la elección dije que había tan sólo una lectura posible de los resultados: que el centro había ganado. Muchos me criticaron diciendo que el centro no existía. Pero esa es una lectura mecánica de la realidad. El centro que le dio el triunfo a Piñera son personas como las que describe Carlos Peña en su último libro: gente que ha subido a la clase media con el crecimiento económico y que quiere seguir prosperando.
– Por otra parte, en estos días vemos reportajes dirigidos a la derecha y a los diferentes tipos de derecha. Mientras la centroizquierda y la DC buscan su domicilio político. ¿Cuál es el mapa de partidos?
– La paradoja es que estamos volviendo al esquema histórico de los tres tercios: uno de derecha, uno de centro y otro de izquierda. Pero lo novedoso es que dentro de cada uno de estos bloques existe mayor diversidad y nuevos enfoques. La derecha con amplio espectro, desde grupos semi liberales a los más duros; el centro es socialdemócrata pero más laico que en el pasado, cuando estaba dominado por la DC. Y la nueva izquierda del Frente Amplio busca un nuevo estilo, basado en el asambleísmo y en el involucramiento directo, a veces vociferante, de las bases. Algo un poquito adolescente, pero que no deja de tener interés. El que me parece más interesante –no significa que le encuentre razón- es el alcalde Sharp.
– Habla de semi liberales… ¿No hay liberales genuinos en la derecha?
– En Chile existen muy pocos liberales verdaderos. Muchos líderes de Evópoli son “liberales light”, tolerantes, con buena onda, pero no dispuestos a dar completa libertad a los demás. La manera más fácil de ilustrar es el aborto. Los liberales genuinos son partidarios en su mayoría del aborto libre, hasta cierto tiempo de gestación (16 semanas). Los que se oponen aducen razones morales atendibles, pero lo cierto es que en el resto del mundo este debate tiene muchas décadas y los liberales tomaron una posición clara: permitir la libertad.
PS: “UNA LARGA Y HUMILLANTE AGONÍA”
Como un “acto de cobardía inédita, un acto suicida y vergonzante”, define la bajada de Ricardo Lagos a las presidenciales, tras el portazo de los socialistas. ¿El resultado? “Un partido que hace el ridículo, con cero credibilidad y muy poco futuro”.
– ¿Ve salida?
– Aquí hay algo muy simple: el PS chileno cayó en las peores prácticas de caudillismo y se quedó enredado en el siglo XX. Con contadas excepciones – Carlos Montes, Máximo Pacheco, José M. Insulza- no captan para dónde va el mundo. La pregunta es si puede haber un recambio generacional donde, por ejemplo, personas que entiendan lo que significa la cuarta revolución tecnológica puedan hacerse cargo. Lo veo muy difícil. Creo que vendrá una agonía larga, penosa y humillante.
LA DC COMO UN CLUB RADICAL
Que la Democracia Cristiana chilena sea diferente a la de otros países no tiene novedad. “Tiene que ver con su génesis, con el hecho que nació como brazo social y sufriente del Partido Conservador, y con que haya sido el instrumento a través del cual se impulsaron las políticas de la Alianza para el Progreso del presidente Kennedy”.
– Pero hoy, enredada en su cada vez más profunda crisis, ¿qué opciones tiene? Algunos, como Óscar Godoy, piensan que sus problemas empezaron cuando se fue hacia la izquierda.
– Lo que pueda pasar con la DC a futuro es un acertijo, cuya respuesta nadie tiene. Lo más posible es que termine muriendo de muerte natural, que sea como el Partido Radical, una especie de club donde se reúnen unos viejitos a jugar dominó y unas viejitas a tejer crochet.