Política

¿Cómo resultaron las anteriores segundas vueltas en Chile?

Por: Javier Cisterna 17 de Diciembre 2017
Fotografía: Agencia UNO

Ni Michelle Bachelet ni Sebastián Piñera han logrado revertir una historia ya contada: Chile es país de balotajes. Algunos han sido estrechos, otros arrolladores, en tanto hay voces que ponen en discusión la necesidad de insistir con el sistema.

Chile, año 2000, 16 de enero, 20:00 horas.

Joaquín Lavín hace ingreso al ex Hotel Carrera de la capital y felicita a Ricardo Lagos por su apretado triunfo. El candidato de los “vientos de cambio” se transforma en el primer damnificado por el sistema de balotaje, mientras que en la otra vereda la Concertación ve cristalizado su proyecto con el asentamiento de un tercer Gobierno consecutivo y la llegada a La Moneda de su hijo pródigo.

Hasta entonces y desde el retorno a la democracia, la derecha nunca antes estuvo tan cerca de llegar al sillón presidencial como en aquella ocasión.

Previamente, Aylwin y Frei triunfaron con comodidad por sobre las cartas de la coalición que lideraba la UDI y RN. Solo Lavín, en 1999, con una campaña marcada por su alto componente social, logró estirar la incertidumbre al año siguiente.

La crónica política dice que a partir de ese hito Chile se transformó en un país de segundas vueltas, donde nadie es mayoría absoluta. Y hoy–con certeza a eso de las 19:00 horas- sabremos si el estrecho 51% – 49% de Ricardo Lagos y Joaquín Lavín vuelve a escribirse en la historia, aunque de la mano de nuevos candidatos.

Prevalencia y alternancia

En 2005 Ricardo Lagos otorgó su anuencia para sucederlo a Michelle Bachelet, ex ministra de Salud y Defensa. Por contrapartida, Sebastián Piñera y Joaquín Lavín inscribieron la primera vuelta como una gran primaria de la Alianza.

El botín era la Presidencia de la República, aunque ahora reducida a cuatro años de administración.

Al mes siguiente pero ya en 2006, el balotaje fue categórico. 53,5% para Bachelet y 46,5% para Piñera. La Concertación seguía en el poder.

Los comicios de 2009-2010 fueron los últimos en que la primera y segunda vuelta estuvo separada por las fiestas de Año Nuevo. También marcaron el fin de las celebraciones continuas de la socialdemocracia chilena.

Con un 51,6% versus un 48,4%, Sebastián Piñera logró imponerse al ex Presidente Eduardo Frei, quien no logró conquistar a la centro izquierda y tampoco recibió de buena gana el escueto apoyo de Marco Enríquez-Ominami.

Se instalaba por primera vez la alternancia en el Chile post Pinochet.

Victoria arrolladora

En 2013 Michelle Bachelet volvió a ser la carta presidencial de su sector, la ahora Nueva Mayoría, pacto que recorría desde los sectores más conservadores de la Democracia Cristiana hasta el Partido Comunista.

Encontrar un adversario para la otrora mandataria no fue sencillo. En primarias –las primeras oficiales y simultáneas de la historia de Chile- Pablo Longueira venció a Andrés Allamand, pero luego de pocas semanas renegó de su investidura acusando dificultades médicas.

Tras ello, no exenta de profundas divisiones internas, emergió la figura de Evelyn Matthei, quien apelando a un escaso margen permitió una vez más que la elección se viviera por partida doble. Aunque en la segunda ronda fue apabullada.

El 62,2% de Bachelet contra el 37,8% de la carta aliancista es hasta ahora el resultado más expresivo que el país ha conocido en un balotaje.

“Es tiempo de pensar si la segunda vuelta es relevante”

Sergio Toro, Dr. en Ciencia Política y director del centro de investigación de la Universidad de Concepción DemoData, cree que es momento de analizar las virtudes del sistema de segunda vuelta, teniendo en consideración sus orígenes y los cambios en el electorado.

“Antes, cuando había mayorías relativas, era el Congreso el encargado de dirimir. La segunda vuelta sencillamente es otra forma. Chile la adopta principalmente por el trauma de 1973, a partir del cual muchos sostienen que el quiebre democrático se precipita por una estructura de negociación débil producto de la inexistencia de una mayoría absoluta, de 50 más uno”, señala Toro.

“Primero, genera mayorías ficticias, porque puedes tener un presidente electo con un Legislativo en contra. Segundo, no es lo mismo el apoyo coyuntural que la construcción de una coalición pre electoral. Pensemos en el caso del Frente Amplio y Alejandro Guillier. Y tercero, en el escenario actual, que superó el clivaje de la transición, están garantizadas las segundas vueltas. No hay sorpresas”, sostiene el especialista.

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