Este tipo de estudio fue uno de los más criticados tras los resultados del 19 de noviembre, pero no se trata de algo nuevo y puede tener más de una explicación.
La encuesta como instrumento de investigación fue una de las más criticadas por distintos sectores políticos y por la propia ciudadanía tras los resultados de las elecciones del pasado 19 de noviembre, en particular por lo acontecido en la presidencial.
En un año donde las encuestas fueron fuente de debate casi todas las semanas, considerando por ejemplo, la irrupción de Cadem, se esperaba que hubiera un análisis, una vez finalizados los comicios, respecto de qué tan cerca (o lejos) estarían con sus pronósticos.
Y, más de allá de una empresa en particular, es un hecho que la mayoría quedó al debe. Incluso, el Centro de Estudios Públicos (CEP), la “madre de todas las encuestas”, se cayó al entregar a la carta presidencial del Frente Amplio (FA), Beatriz Sánchez, un 8,5% de la votación, muy lejos 20,2% que finalmente obtuvo. En tanto, al ex presidente de Piñera lo daba prácticamente como ganador, alcanzando un 44,4% (obtuvo solo un 36,6%).
“Hay que estudiar más lo que pasó. Estuvimos muy cerca de lo que fue el votante probable, de la estimación de votante probable, pero claramente sobreestimamos a Piñera y subestimamos a Beatriz Sánchez”, explicó en su oportunidad Harald Beyer, director del Centro de Estudios Públicos (CEP).
Pese a las críticas, no se trata de un tema nuevo y hay que recordar que también se han dado errores estadísticos en emblemáticos casos internacionales, como la elección de Donald Trump en Estados Unidos, el Brexit en Reino Unido o el plebiscito por la paz en Colombia.
Error de interpretación
“No hay que olvidar que las encuestas son fotografías del momento y algunas con más pixeles que otras. Cuando hay menos pixeles hay que interpretar y puede haber cierta manipulación. No obstante, respecto de la aplicación lo desestimo”, sostiene la académica de la Universidad de Concepción, la politóloga Jeanne Simon.
Para la profesional existen muy buenas encuestas en Chile, pero ello no quiere decir que no estén expuestas a eventuales errores y enumeró distintas razones, como una pregunta mal formulada, el factor que siempre marcan los indecisos (lo que no saben por quién votar y los que no tienen claro si concurrir a sufragar) o los cambios que ha sufrido el perfil del votante, cada vez menos partidista.
También apuntó a la calidad de los candidatos desde la perspectiva de cada elector y ejemplificó con “los viudos de Ricardo Lagos” y el voto de castigo a Chile Vamos (Sebastián Piñera) o La Nueva Mayoría (Alejandro Guillier), que determinó apoyos a José Antonio Kast y Beatriz Sánchez, respectivamente.
No son comprables
Pero no todo tiene que ver con las características o el perfil del votante, pues en opinión de la académica de la Universidad de Bío Bío (UBB), Paulina Pinchart, también existe responsabilidad de las propias empresas por la utilización de metodologías incorrectas y de algunos medios de comunicación que difunden cualquier instrumento de investigación.
Es en el primero de los puntos donde Pinchart, quien trabaja en aplicación de encuestas, se explaya. “La mayoría de quienes hacen estas investigaciones no son comprables, por algo muy simple: la mayoría tiene que seguir haciendo encuestas durante todo el año. Y si se altera o manipula alguna, el prestigio profesional queda en cuestionamiento”, enfatiza.
La especialista en marketing político, no obstante, planteó que hay errores que se están cometiendo y que tienen que ver con la metodología, entre otras cosas, por las distintas variables que implica el voto voluntario.
Antes, comentó, el “N” (el universo) estaba definido, pero ello ha cambiado. “Ya no sirve el mismo tamaño de muestra pues el universo ha cambiado. Además comenzamos a tener dudas de cuales elementos están dentro de esa muestra y al hablar de eso, me refiero a que ahora yo no puedo en ese ‘N’ indeterminado poner a todos los electores, pues en un escenario de voto voluntario, yo no sé cuáles son los electores que van a ir a votar y cuáles no”, explicó.
Comentó que bajo este escenario se deben desarrollar preguntas adicionales, como las intenciones de concurrir a las urnas. El problema, dijo, es que nos “encontramos con la espiral del silencio, que nos dice que uno tiende a decir lo que cree que el grupo espera que diga”. Y a ello se agregan circunstancias personales que se producen el día de la votación (por ejemplo, enfermedad en personas de la tercera edad).
Explicó que una metodología errada tiene que ver con bases de datos no actualizados (lo que explica que personas nunca hayan sido consultadas). De hecho, hay empresas que se dedican a la venta de base de datos, pero sin que se encuentren actualizados, por ejemplo, los estratos sociales.
En opinión de Pinchart, se pueden realizar encuestas de calidad, “que son carísimas”, pero siempre cabe la posibilidad de un margen de error.