Política

Sophie Nivelle-Cardinal: “Las mujeres torturadas no denuncian por miedo a cometer crimen de honor”

Por: Daniela Salgado 04 de Noviembre 2017
Fotografía: Carolina Echagüe M.

La profesional lleva seis años cubriendo el conflicto en Siria y entre las experiencias que le ha tocado vivir es perder a colegas a causa de los bombardeos, que en algunas localidades son cada cinco minutos.

Desde que comenzó la guerra en Siria (2011) que su población a disminuido dramáticamente. De los 23 millones de habitantes, 10 millones se han desplazado a distintas localidades del país huyendo del conflicto, otro millón de personas murieron o están desaparecidas y 8 millones se han refugiado en naciones vecinas o extranjeras. A pesar de esas alarmantes cifras, el mundo parece quedar indiferente ante uno de los conflictos bélicos más sangrientos y largos de la historia de la humanidad.

Como una forma de visibilizar esa realidad y en el  marco de las actividades organizadas por la Corporación Cultural Alianza Francesa, para denunciar las diferentes formas de violencia contra la mujer, invitaron a una charla a la periodista y reportera de guerra, Sophie Nivelle-Cardinal, quien hace seis años se encuentra cubriendo el conflicto en Siria.

Su primer acercamiento con Medio Oriente lo tuvo al cubrir la Primavera Árabe en Homs, luego se trasladó a Alepo y, finalmente, a Al Raqa. Los trabajos periodísticos emanados de esos conflictos bélicos, le permitió ser galardonada  en 2013 con “Beyeux-Calvados” y en 2016 con  “Albert Londres”, gracias al reportaje “Desaparecidos, la guerra invisible de Siria”.

En su visita a la Región se refirió al rol de la mujer en el mundo, la igualdad y el comportamiento femenino en los contextos de guerra, de lo cual afirmó que “es tiempo de luchar por nuestros derechos y salir del estado de  opresión”.

-¿Cómo fue la experiencia de cubrir el conflicto en Siria?

-Al principio no había una conciencia que el conflicto de Siria era tan particular o que iba a cambiar el orden del mundo. Lo primero que hice fue cubrir la revolución en Libia, pero al estar en Siria me di cuenta que no tenían nada que ver, porque los niveles de violencia de esta última, son muy altos y ha durado mucho tiempo.

La guerra ha cambiado mucho, ya no se trata del mismo conflicto del origen, sino de unos nuevos con distintos protagonistas, entonces no se puede comparar lo que ocurría en mayo de 2011 con lo que actualmente está pasando en Al Raqa. Esto hace que sea tan importante la responsabilidad que tenemos de visibilizar la gravedad de lo que se está viviendo. La experiencia ha sido muy dura.

-De todo lo que ha cubierto, ¿qué le ha marcado más?

-Me ha tocado perder a compañeros de trabajo, tanto franceses como extranjeros. El más conocido fue el caso del periodista americano James Foley, pero ha habido otros.

Otra cosa que me ha marcado es la indiferencia del mundo respecto a lo que está pasando en Siria. En 2012 me tocó presenciar la sublevación  de la población de Alepo, en oposición al régimen Al Asad. Todo partió con manifestaciones en las calles para que luego se constituyera un ejército libre que dio paso a una guerra civil. Esto significó que a partir del verano de ese mismo año, aumentara la cantidad de bombardeos – cada cinco minutos – y que se mantuvo hasta el invierno recién pasado.

En conjunto con otros periodistas, nos instalamos un mes y medio en una localidad con el propósito de enviar la mayor cantidad de reportajes. Era terrible porque la muerte andaba rondando, era omnisciente y en cualquier momento podría ser mi hora, pero a pesar de tener todo documentado y de la crueldad no hubo ninguna repercusión mundial. Cosa que permitió que el conflicto continuara durante años.

-¿Los periodistas cuentan con algún tipo de protección que les permita realizar su trabajo?

-Hay protocolos, seguros y ordenes que se deben seguir, pero al estar trabajando en un territorio que está en guerra siempre corres el peligro que ocurra un imprevisto. Aunque tú te rijas a las normativas puede ocurrir que algo sale mal. El ser reportera de guerra, significa vivir en las mismas condiciones que las poblaciones locales, lo que te hace ser igual o más víctima porque a lo anterior se le debe sumar que representamos a los extranjeros.

Otra cosa importante es la suerte. Muchas veces debes esquivar las balas porque éstas van dirigidas a cualquier dirección. En el caso de los  raptos o fusilamientos, corremos el mismo peligro de los habitantes de convertirnos en víctimas.

-¿Qué rol cumple la mujer siria en tiempos de guerra?

-La sociedad era muy conservadora y la guerra pone a todos en el mismo nivel porque todos son víctimas del conflicto. Con respecto a las cifras, hay más muertos hombres porque son quienes llevan las armas. En la situación de Siria hay mujeres que son blanco por el sólo hecho de ser mujer.

Trabajé en el caso de los desaparecidos forzados, quienes fueron detenidos y luego torturados. De ellos, la mayoría no han vuelto a aparecer sus cuerpos, se trata de 200 mil personas.

-¿Cómo son esos centros de detención?

-Son campos de concentración que tienen un sistema de tortura donde la peor parte se las llevan los hombres. Hay se realizan violaciones sistemáticas a ambos sexos. Las condiciones de las mujeres sobrevivientes son dramáticas porque son rechazadas por la sociedad. Esto hace que haya un problema para documentar esos crímenes, ya que muchas de las ellas no hablan por miedo al rechazo de sus parejas o maridos o ser víctimas de crímenes de honor.

Hoy existen organizaciones que están reuniendo pruebas  para que algún día se pueda abrir un juicio, no sólo por crímenes de guerra sino también por los contra la humanidad, ya que se están llevando a cabo por un sistema organizado.

Las mujeres en estos centros no las dejan comer ni bañarse pero sí les suministran píldoras anticonceptivas.

-A su juicio, ¿cómo ve el conflicto a largo plazo?

Es complicado proyectar un escenario o varios porque la historia demuestra que se hace todo de manera imprevista y una de las características de Siria es que cuando se cree que alcanzó los niveles más altos de violencia, ocurre algo que demuestra lo contrario, lo que hace suponer que el conflicto seguirá durante muchos años, como es el caso de Irak.

-¿Hace falta que los países abran más sus fronteras a los refugiados sirios?

-Es complicado porque cada país sigue su propia política de migración, pero es importante que si se han formado convenciones internacionales con países en guerra, que éstas se respeten.

Las sociedades están siendo cada vez más individualistas y capaz que la solidaridad de Europa venga sólo por interés. Es más, los países vecinos de Siria, que igual viven en conflicto, han recibido más refugiados. Así es el caso de Turquía con 4 millones, Irak con 1 millón, Jordania con dos millones.

Lo más chocante es que después de que Francia o Inglaterra bombardearan estos países, luego se sorprendan que quieran huir y buscar refugio.

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