Expertos, políticos e, incluso, integrantes del comando se dan varias vueltas ante la pregunta. “Lo único claro es que hoy es el que más marca”, dice alguno, agregando luego que las encuestas sirven para todo menos para predecir resultados electorales, y ahí está como ejemplo el Brexit y el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos. Acá, los blanco-negro del candidato que puntea.
A cinco meses de las elecciones, políticos y analistas se dan varias vueltas, hablan harto, pero dicen poco. Esquivan el bulto. Lo hacen incluso quienes consideran que el candidato ha hecho buena campaña, que responde y se defiende bien en los temas más álgidos, que cuestionan negocios, inversiones, uso de paraísos fiscales, conflictos de interés, fideicomiso y separación de política y dinero, temas que pueden incendiar pantallas, subir rating y acalorar ambientes, pero que a la hora de los quibos no cambian la tendencia.
Sebastián Piñera puntea en las encuestas. La última Adimark lo ubicó a 4 puntos por encima del aspirante de la centroizquierda, Alejandro Guillier (25% y 21%, respectivamente), mientras la CEP lo puso 11 puntos por arriba (24% y 13%).
Es cierto, en estos meses no se ha disparado, pero mantenerse entre 22% y 26% en distintos sondeos establece la tendencia, más allá de lo cuestionable que puedan ser algunas por el método y tamaño de muestra. “A eso hay que darle credibilidad”, dice el doctor en Filosofía, profesor titular Teoría Política en el Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica e integrante del CEP, Óscar Godoy Arcaya, quien tampoco se anota con un vaticinio… “Chile está dividido en dos, si pasas 50% ganas; con 49,5% pierdes. Son muy chicos los márgenes”, resume, admitiendo “que existe alta probabilidad que en segunda vuelta Piñera se imponga por pocos votos… aunque también podría ganar Guillier”.
En una línea parecida encontramos a Ricardo Israel, el abogado y fundador del PRI que aspiró a La Moneda en 2013 y “saqué una mugre de votos”.
Ahora forma parte del comité programático de Piñera, pero prefiere hablar a título personal:
-Lo que sabemos es que SP marca más y de lo único que estoy seguro es que si hay segunda vuelta, sea quien sea con quien compita, se va a pelear voto a voto. De resultado impredecible. Las encuestas no son predictivas de nada, porque no tenemos experiencia ni conocimientos con elecciones voluntarias.
Marta Lagos, de LatinoBarómetro y Mori Chile, suma otro punto: “El resultado dependerá de cuánta gente vaya a votar y no tenemos estudios sobre eso”. Pero está la historia: desde 1989 la participación ha bajado sistemáticamente. Y con sufragio voluntario desde 2012, hemos llegado a que en las municipales pasadas faltaran 9 millones de habilitados para votar.
Lagos agrega otros ingrediente, de lo que está comprobado: el 30% decide su voto antes de que elijan candidatos (es voto duro, “no lo cambias ni con bulldozer”); un 20% se define el día de la elección, mientras está en la cola de su mesa; un 30% es volátil, se deja movilizar por las campañas, y, bueno, los que mayoritariamente van a las urnas tienen 45 y más años. “Con uno de veintitantos, tienes un 80% de probabilidades de que no vote”, sostiene.
Hasta ahora ha sido así, dice la experta.
Sobran los factores de incertidumbre en estas presidenciales
Primarias a las que no van todos. Lo que era la Nueva Mayoría, divida, con dos aspirantes a la presidencia y parte de sus socios agrupados en otra coalición, el Frente Amplio, con varios postulantes.
La DC por otro lado, intentando sumar independientes y ex laguistas a la candidatura de Carolina Goic, que no despega pero tampoco piensa en abandonar. Ante el cuadro deprimente, la Falange volvió a dividirse. Goic –dicen sus partidarios- aun perdiendo gana, porque su objetivo es mejorar la política, revivir su partido (que en los 90 tenía el 45% de los votos y 12% el año pasado. El problema es que sus parlamentarios prefieren asegurarse el sillón que desgastarse en gestos altruistas.
Al frente, la derecha, aparentemente más ordenada, que hará primarias con Piñera, Manuel José Ossandón, Felipe Kast y José Antonio Kast. “Ahí van a desaparecer dos candidatos, los Kast, y Felipe se sumará a él”, cree Godoy, mirando un cuadro en el ve “grandes debilidades en todas las candidaturas”.
Como agua al ‘pescao’
Meses atrás, Godoy pensaba que entre la marea de aspirantes, solo dos hombres estaban capacitados: Lagos y Piñera. El primero, sigue creyendo, era el mejor. Ahora comenta:
-Piñera tiene las debilidades que le conocemos: ser demasiado rico. Eso lo hace blanco de envidia. La gente no le tiene simpatía a los ricos, especialmente después que conocimos los casos de colusión. Así es que él proviene de un lugar en situación de gran desprestigio: el ambiente de los negocios. Una parte de la ofensiva pública le da relevancia a las cosas que se investigan; incompatibilidades en el mundo de los negocios considerando que un Presidente debe velar por los intereses públicos. Los contendores se lanzan voraces, pero él se ha defendido magistralmente. Ha sido riguroso, ha respondido, puso en el fideicomiso a su mujer también… Tiene buenos argumentos, siempre ha tenido que luchar contra los ataques… El problema es ser riquísimo y meterse en política.
Israel –que de candidato cumplió todas las normas, presentó las últimas cinco declaraciones de impuestos incluso de su señora, la escritura de su casa, de sociedades y hasta examen médico-, dice que entre chilenos esas cosas no importan. Y en ese contexto, los asuntos bajo lupa e investigación en el caso de Piñera “han tenido cero impacto”. Recuerda:
-Desde que entró en política ha enfrentado estos temas. Lleva 30 años contestando preguntas. El secuestro del hijo, el Kiotazo, el Caso Chispas, y cada vez hemos conocido más cosas. Pero poner plata aquí o allá no le quita ni pone. Y lo de Soquimich, con sus aportes al PS y el PC le juega a favor. Date cuenta que en Chile no hay voto a la corrupción.
Para el académico, el flanco débil se relaciona con otra cosa: que, post primarias, el candidato no logre cambiar los temas de discusión. “Porque se sigue en los que Michelle Bachelet puso en la campaña anterior: reforma constitucional, gratuidad, pensiones… Él debe instalar otra discusión. Y centrarse en cosas como el envejecimiento del país, porque no puedes arreglar las pensiones sin eso. Tampoco podrás arreglar lo de la delincuencia, sin reforzar la familia. Y la inclusión de inmigrantes. La protección de la infancia y de la tercera y cuarta edad. Son asuntos transversales. Y hay otra cosa: aquí se legisla sin tener al lado el Censo y la Casen y así hay varios hospitales con maternidad, pero sin pabellones geriátricos”.
Son solo ejemplos, aclara, a sabiendas que poner esto en debate público pasa por una decisión política, “si él cree en la democracia de los acuerdos. Yo abiertamente me reconozco un centrista nostálgico de los éxitos de la Concertación. Debo ser minoría –dice medio en broma-, pero soy un convencido de que todos esto hay que situarlos en algo así como un pacto para Chile. Lo hicieron los radicales, que convencieron hasta a los conservadores, en torno a un sistema económico, político, de salud y educación que nuestro país tuvo desde 1938 a 1975. Eso fue fruto de un gran acuerdo. Lo que nos separaba el 89-90 era bastante más profundo y también se logró. De ahí viene mi optimismo”.
Detrás de la alternancia
Marta Lagos dibuja la situación: “Chile antes tenía dos grandes cuadrados. El Sí y No, o Pinochet y AntiPinochet. Estos últimos se separaron en muchos cuadraditos. La derecha, en cambio, apenas tiene un par que le enturbian la hegemonía. Pero, en verdad, la derecha sigue tal cual, porque en toda la historia ha sido un conglomerado poco militante, difuso, lleno de independientes. Por eso es muy difícil que se quiebre”.
Y como desde 1989 hasta la fecha, en todas las elecciones ha bajado la participación –estamos en el nivel de 1935 (35%)-, la experta cree que esta 2017 nuevamente se producirá alternancia. “Pero no porque Piñera “gane”, sino porque el grado de hegemonía de su bloque, frente a la atomización de la centroizquierda. Mucha gente de izquierda se quedará en la casa para las elecciones, porque el mayor descontento con la política está en ese sector. Una parte importante, el voto ideológico, purista, ético, que busca romper el establishment, no irá a votar. Son los desencantados”.
Desde el año 90, el 45% de los votantes marcó por la Concertación y Nueva Mayoría. Y el 30-33% por la derecha, que es el voto de Piñera. Y eso parece no cambiar, a pesar de los cuestionamientos éticos y cargos. “Porque lo cuestionan quienes no son sus votantes. Entonces, en la disputa electoral no sirve de nada desgastarse en ese asunto; al revés, hablar de los temas éticos solo aleja a la gente de la política; lo de las Islas Vírgenes, del Paraíso Fiscal, no le llega a nadie, hablando de la gente, de la que no se informa mucho, no de las elite que se hiperventilan, que conversan entre ellos y no le hablan a la gente… Después vienen las elecciones y se golpean la frente ¡no pueden creer lo que pasó!”.
Oferta y realidad
Los equipos técnicos y los estudios del comando piñerista son muchos, asegura Ricardo Israel -quien participa en el comité programático-, anticipando que después de las primarias saldrán a luz.
Por ahora, hay 62 ideas fuerza y un mensaje recurrente: si Piñera gana, Chile retomará el crecimiento (sobre 4%), crecerán el empleo y los sueldos, y mejorarán las pensiones. Esto, además, supone que subirá la alicaída inversión.
En un contexto de débil economía internacional, de un crecimiento promedio nacional de 1,8% en estos cuatro años, ¿tiene sustento la promesa?, ¿qué puede esperar la gente?
Guillermo Larraín, economista, académico, ex presidente de BancoEstado y hoy integrante del equipo de Carolina Goic, comenta:
-Tenemos un problema estructural relacionado con la productividad, que dejó de crecer en 2001-2002. No está claro por qué, por tanto es difícil decir “tengo la solución”. Y la economía ha venido desacelerándose por ya 15 años. Se suma una caída en la inversión de los últimos cuatro o cinco años, producto de un ajuste en lo minero y de algo de fondo: las confianzas. Cuando éstas caen, se postergan proyectos. Suponer que con un Presidente nuevo –sea quién sea- eso cambiará de inmediato es una manera torpe de ver el asunto. Porque esto tiene que ver con la convivencia nacional, con el descontento ciudadano, con el proyecto país. Además, si tengo un proyecto y lo empiezo, probablemente lo termine al fin del gobierno, y lo ejecute al siguiente… Por eso esto debe mirarse al largo plazo, 20 años o poco menos. Y buscar soluciones de fondo, en términos realistas.
-Entonces, ¿la promesa no tiene sustento? ¿Chile no podrá tener un PIB de 4% o más en un par de años?
-Sí puede. Con la economía creciendo 1,8% y la población 1,5%, en términos de per cápita es avance es prácticamente cero. Pero se ha acumulado capacidad instalada ociosa. Gente que quiere trabajar más; empresas que quieren hacer más. Con eso, con una política más expansiva (y el Banco Central ya ha venido bajando las tasas), con tipo de cambio relativamente competitivo como el actual y una política fiscal más agresiva –que invierta en infraestructura-, en dos años estaríamos en 4%.
Esa, a juicio de Larraín, es la parte más fácil. ¿La difícil? Elevar la tasa de crecimiento en el largo plazo. Requiere de muchas medidas, es lento, difícil y, por supuesto, pasa por modificar la matriz productiva.
Los números de Piñera
Rotulado como “gobierno de excelencia”, con frases marcadoras (“En 20 días hicimos más que en 20 años”; “El mejor Censo de la historia”, “A los delincuentes se les acabó la fiesta”, entre otras), anotó aciertos y fallos. Y, al cierre, Roberto Méndez –cercano al ex Presidente y cabeza de Adimark Gfk- publicó “Evaluación del Gobierno, febrero 2014”, producto de encuestas telefónicas (a fijos y celulares).
Algunos datos:
– Aprobación promedio para los cuatro años: 40%. El primer año 50%, pero el segundo y tercero menos (34% y 33% respectivamente).
Punto más alto: 63%, al momento del rescate de los 33 mineros de San José.
Punto más bajo: 27% en agosto 2011, tiempos de protestas estudiantiles.
Y 26% en abril de 2012, en medio de las mismas protestas. Al dejar La Moneda, SP tuvo 50% de apoyo y 36% de rechazo.
La Adimark de ese verano hizo algunas comparaciones con la administración Bachelet (2006-2010):
– Evaluación promedio total de MB: 53%. Durante el primer año, 50%. Durante el último, 75%. Aun así, la entonces Concertación no consiguió continuar en La Moneda.
Blanco y Negro
En marzo, cuando lanzó su candidatura, Piñera se refirió a su primer mandato y dijo: “Por los errores les pido perdón”, dijo.
Aquí, algo de lo bueno y algo de lo malo:
BUENO
– Reconstrucción tras el terremoto 27-F de 2010 (“más rápida que la de los japoneses”, dice el abogado Ricardo Israel).
– Rescate de los 33 mineros de San José, 720 metros bajo tierra desde el 5 de agosto de 2010. Tras 69 días, imágenes que impactaron dentro y fuera de Chile.
– Creación del Ingreso Ético Familiar, apoyo a los de menores ingresos. Fue aprobado en 2012, para ayudar con $53 mil a 170 mil familias, unas 640 mil personas.
– Extensión del post natal tradicional de 84 días, hasta 6 meses, beneficio optativo, con tope de subsidio (Diario Oficial, mayo 2012).
– Crecimiento promedio 5,4% en los cuatro años.
– Creación de un millón de empleos (algunos cuestionaron precariedad e informalidad). El desempleo promedio al fin de la administración era de 5,7%.
– Sueldo mínimo con alza de 27% quedó en $210 mil.
– Déficit estructural baja desde el 3,1% a 0,7%.
– Inflación promedio: 2,4%.
MALO
– Aumento de la deuda externa de 76,8%, entregando el mando con US$130.965. al empezar su gobierno tenía US$74.041 millones (cifras del BC).
– Endeudamiento de Codelco se triplicó desde fines de 2009 a 2014, superando los US$10 mil millones, mientras los excedentes fueron de los más altos de su historia: US$ 24.525 millones. Joaquín Villarino, presidente del Consejo Minero, ha declarado que durante el mandato de Piñera la deuda dio “un salto”, mientras integrante del directorio afirma que en ese período se generó el 65% de ella. (A junio del año pasado, la deuda llegó a US$13.083 millones).
– El Censo 2012 que, de acuerdo a una auditoría técnica, tuvo grandes deficiencias en el levantamiento de datos, llegando a omitir información de casi el 10% de la población. Los datos -considerados no confiables- no se utilizaron para formulación de políticas públicas. Las pérdidas llegaron a US$60 millones.
– La tasa de robo con fuerza alcanzó a 1.32,8 en 2011, por encima de la de 2016, de 1.16,2.