Muchos analistas cuestionan que pretendan repetirse el plato, que no se vean caras nuevas, o incluso que esta contienda nos retrotraiga a los 90.
Muchos analistas cuestionan que pretendan repetirse el plato, que no se vean caras nuevas, o incluso que esta contienda nos retrotraiga a los 90.
Aunque ambos han seguido una estrategia distinta, lo concreto es que han tomado los estandartes de sus sectores ante el asombro y molestia de la mayoría de sus contendores. Mientras Piñera se hace querer y no se define como candidato , apoyado por un cómodo primer lugar en las encuestas, Lagos aprovechó estratégicamente la falta absoluta de liderazgo en la centro izquierda impulsado por la distancia que Piñera alcanzaba, en una carrera de largo aliento donde el que no acelera se queda fuera.
Muchos analistas cuestionan que pretendan repetirse el plato, que no se vean caras nuevas, o incluso que esta contienda nos retrotraiga a los 90. Solo algunos apuntes. En primer lugar ambos son fieles representantes de su sector, tienen el liderazgo que otros no, capacidad de sobra y por cierto ambos concluyeron gobiernos exitosos, asunto valioso a la hora de decidir el voto. En el otro lado de la balanza, arrastran casos emblemáticos de corrupción e ineficiencia en implementar políticas públicas, asunto de los que muchos esperan deban dar cuenta en el proceso eleccionario.
No recordaré la larga lista de casos que mancharon ambos gobiernos, pero presumo que a la hora de la verdad a los votantes importará poco y nada. Posiblemente las nuevas generaciones no soportan la falta de transparencia o la corrupción y que claramente en sus gobiernos la participación no fue el fuerte.
En un posible gobierno de ambos no habrá delegación como aspecto central sino más bien un monitoreo personal de los principales asuntos llegando incluso al detalle mañoso de pretender que todo se haga como ellos deciden. Son la antítesis de lo que la juventud pretende sea un presidente de la República. Pero no olvidemos que la juventud no vota y los viejos esperan que en estricto rigor todo vuelva a los cauces normales, al status quo, a que alguien mande de verdad y que el liderazgo se sienta, se respire y que todo sea contenido al orden establecido.
Lo concreto es que con un padrón electoral de muchos millones, los que votan son los mismos de siempre, que se cuadrarán con las antiguas figuras de la política chilena, cualquiera estas sean, sobre la base de lo básico: izquierda y derecha. La edad, el carisma, el pasado o la mochila, poco importarán. La historia y los resultados de cada gobierno será lo relevante, será el activo y no el pasivo que mandará en esta oportunidad y primarán por un lado las propuestas económicas, el crecimiento y el empleo, y por otro quién sostiene mejor las riendas o contiene mejor la locomotora reformista de la calle, en un país que se siente descarrilado.
Tengo la impresión que la disputa Guillier, Ossandón, Goic y Velasco tendrá que esperar 4 años más, porque salvo un milagro, en esta oportunidad la carrera será solo entre viejos conocidos. Los candidatos y los votantes.