“Más caro que quiosco de playa”, tuiteó alguien y Carolina Grünwald, economista del Instituto Libertad y Desarrollo, lo celebra cuando hablamos de por qué Chile se puso caro, algo que no admite dudas. Lo sufren veraneantes, chilenos, inmigrantes y, también, los turistas extranjeros que llegan cada vez más pero que, ya con recorrido en los pies y en los bolsillos, sueltan el infaltable: “Caro, caro”. Lo comentan además latinoamericanos, aunque todavía conviene a argentinos (básicamente por productos electrónicos y ropa) y a brasileños (el país más caro de Sudamérica).
No se trata de impresiones o de algo fluctuante, como el precio del dólar que empezó encaramarse en los primeros años de esta década. La tendencia tiene raíces gruesas. En 2015, con cifras del Instituto Nacional de Estadísticas, INE, supimos que los artículos de primera necesidad se habían encarecido hasta 74% en cinco años. En junio de ese mismo año, estadísticas INE dieron cuenta que los productos alimenticios habían subido 7,5% en doce meses, porcentaje que nos dejó como la segunda nación más cara entre las 34 de la OCDE. El primer puesto fue para Turquía, con un 9%. Más abajo figuraron México (4,4%) y Noruega (4,2%).
El entonces ministro de Agricultura, Carlos Furche, intentó explicar: “Todos los de la Unión Europea, Estados Unidos, Japón y Canadá entregan subsidios, eso tiene impacto en los precios internos. Acá tenemos una economía agrícola abierta”.
Pero casi en paralelo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura, FAO, dijo que los precios internacionales de alimentos habían disminuido 21% promedio en doce meses y que llevaban ya dos años a la baja. La carne marcaba un -16%; los cereales y aceites -17%, el azúcar -31% y los lácteos, -32%.
¿Por qué en Chile suben? Pregunta de cajón. “Por el dólar”, sostiene algunos economistas, como Ricardo Ffrench-Davis, principal y constante crítico de nuestra política cambiaria. “Con el dólar en $700, Chile estaría 15% menos caro. Y sería mejor para las exportaciones con valor agregado, para las Pymes y el empleo. Tenemos una grave falla de la política cambiaria. Mala para el crecimiento y la equidad” (esta semana el dólar estuvo por debajo de $600), nos afirmó. Pero existen más factores condicionan los precios (nota aparte).
La carestía no habla sólo de comida. Han ido subiendo sistemáticamente los valores de bienes de la A a la Z, en una curva sostenible por demanda y endeudamiento.
“¿Cuándo empezó esto de viajar comprando el pasaje hasta en 48 cuotas, sin interés?”, pregunta Grünwald. ¿O de pagar el supermercado, donde puedes comprar también electrodomésticos, electrónica, neumáticos, muebles y ropa, con tarjeta de retail? Eso, en el análisis de la economista Lyd, alimenta el consumo y así -principio básico de la economía- si la demanda es alta, los precios suben.
“Yo compraba paltas, pero a más de $3 mil el kilo, no compro. ¿Qué pasaría si prescindiéramos de lo costoso y las personas dejaran de endeudarse para consumir? Las empresas venderían menos y los precios se ajustarían a la baja”, sostiene y agrega:
-Viví un año en Barcelona. Allá el supermercado es otra cosa en precios y calidad. Leche italiana excelente, huevos y tomates cuestan la mitad. Comer en restoranes también cuesta mucho más acá. El otro día estuve con mi hermana en el aeropuerto de Temuco, pedimos dos sándwiches, dos bebidas y nos cobraron ¡casi $20 mil”.
Sobran ejemplos. En junio de 2017, una nota de Emol puso el foco en los conciertos. En esos momentos se ofrecían tickets para el espectáculo de la banda irlandesa U2 en el Estadio Nacional: de $44 mil a $287 mil. O sea, según los entendidos, valores “entre los más caros del mundo”. El economista Francisco Aravena, de la U. San Sebastián, lo atribuyó a dos factores: “La demanda de un segmento específico, dispuesto a pagar; y la oferta fija que tiene poder monopólico”.
Las entradas al fútbol van por las mismas. Ya en esta parte de la historia vale tener presente un par de datos.
Al tercer trimestre de 2017, un informe del Banco Central reveló que la deuda de los hogares chilenos alcanzó su máximo histórico, llegando a un 70% de sus ingresos. El instituto emisor dijo que una de las causas era el aumento de préstamos bancarios (mucho “hipotecario”, que se considera “deuda sana”), y a un menor dinamismo de los ingresos.
En diciembre pasado, por su parte, la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras, SBIF, informó que los chilenos endeudados aumentaron a 4,5 millones, con un monto promedio de $2,6 millones.
El 40% de ellos tiene ingresos menores a $500 mil.
Y para sellar, datos del Fondo Monetario Internacional, FMI, de octubre pasado: el endeudamiento de los consumidores en América Latina aumentó desde 15% (en 2013) a 20% (en 2016). Lidera Chile (41%), seguido de Panamá (38%), Costa Rica (35%) y Brasil (27%).
Francisco Vergara, un arquitecto que voló a Londres para hacer un doctorado en Planificación de Desarrollo en la U. College London, puso luz roja hace un par de años cuando comparó el costo de 16 productos, concluyendo que la capital europea le resultaba más barata para vivir, a pesar de que allá la vivienda es más cara. Un ejemplo: 4 rollos de papel higiénico Scott (que allá tiene otro nombre), acá costaba $1.640 y en Londres, $1.100.
Vergara añadió una comparación clave: el PIB per cápita mensual de Inglaterra era de $2.614.000 y el de Chile, $832.353. En nuestro país el sueldo mínimo llegaba a $241 mil. Allá, $1.068.589.
Si hablamos de PIB per cápita (Por Paridad Adquisitiva, PPA, que es como se comparan los países), con cifras del Banco Mundial y de la OCDE, Corpgroup calculó que Chile cerró 2016 con US$23.950, superando a Uruguay (US$21.570), Argentina (US$20.170) y Brasil (US$15.211).
La cifra -equivalente a menos de la mitad de Estados Unidos- podría considerarse cercana a la española. Pero ¿cómo anda el costo de la vida?
Lorena Álvarez, chilena-española residente en Benalmádena, Málaga, actualiza y aproxima algunos valores básicos, cuando en Chile el euro se transa a $730:
*Alimentos en supermercado: naranjas kilo, 1.1 euros; arroz, de 0.7 a 2 euros; aceite de oliva extra virgen, 4.5 euros; litro de leche, 0.7 a 0.8 euros; huevos, 2.2 euros los más grandes; mantequilla 250 gr. 1.5 euros y marca propia, 0.9 euros; kilo de papas, 0.8 euros.
*Restorán de buen nivel: comida para dos (carnes o pescados), con vino y café, de 35 a 40 euros.
*Vivienda: departamento de 3 dormitorios, dos baños, en zona de la costa, 700 a 750 euros. Alejándose del mar baja 100 a 150 euros.
*Estacionamiento: en parquímetro, 0.6 euros la hora.
En Francia -con un PIB per cápita de US$36.854-, los valores suben un poco según los datos de Francisco Salas, chileno-francés residente en Biarritz, a orillas del mar Cantábrico:
*Alimentos en supermercado: Filete (Solomillo) kilo, 19.9 euros; Mero kilo, 23 euros; litro de leche, 1 euro; queso mantecoso kilo 14 euros; aceite oliva extra virgen. 750ml, 5.54 euros; tomates kilo, 1.8 euros; docena de huevos, 2.2 euros; lechugas, 0.9 euros.
*Transporte local: bus, entre 1 y 2 euros; tren, 2.9 a 6 euros. A Burdeos, distante 200 kms, en bus 15 euros; en tren, 34 euros.
*Restorán: almuerzo o comida para dos personas, menú completo, con vino, estilo Brasserie, 80 a 90 euros; en gastronomía de lujo, 130 a 190 euros.
Carmina Rodríguez, 38 años, periodista, se fue a Holanda acompañando a su marido y a estudiar un magíster y luego un doctorado en comunicaciones, sicología de medios y redes sociales. Hoy es profesora de la U. de Amsterdam, tiene dos niños y viaja a Chile cada dos años. Entonces se agudizan las diferencias y, más que nada, el abismo entre costo y calidad de vida.
Allá vive en una ciudad con 821 mil habitantes, miles de bicicletas y armonía urbana:
-En comida gastamos más o menos lo que en Chile. Existen muchas ferias libres donde van todos porque venden cosas de calidad y a precios más bajos que los supermercados. La suma, es como una compra en el Jumbo.
La vivienda, en cambio, escasea y cuesta más, “pero como se gana más, compensa. Son casas que tienen dos siglos y que ni alcanzan a poner letreros de arriendo porque la gente avisa por las redes sociales que se desocupó tal o cual”. Y aunque reconoce que matrimonios jóvenes emigran muchas veces por el problema de la poca oferta, Carmina ni lo piensa. Se moviliza en bicicleta, incluso para ir al supermercado, disfruta los “tacos” de 40 bicis en cualquier esquina, conducidas por niños, adultos y viejos, de tanto en tanto toma un tranvía que le cuesta 3 euros y ¡ni sabe cuánto vale un litro de gasolina!
Acá cuesta casi-casi lo mismo que en España. Así estamos.
Varios asuntos tienen efecto sobre los precios, empezando por los valores internacionales, las políticas cambiarias, comerciales y la estructura de mercados internos.
Claudia Sanhueza, economista de la U. Diego Portales, comenta que “el tipo de cambio es importante, pero que existen también determinantes `estructurales´ internos de cada país; entre ellos, regulaciones salariales, regulaciones de precios, impuestos indirectos y el poder de mercado o niveles de competencia”.
-Pero ya en esta curva de alza en el costo de la vida que no se condice con la mayoría de los ingresos, ¿qué se puede corregir? ¿O estamos en un trayecto sin retorno?
-Habría que hacer una comparación detallada por país, pero a grandes rasgos Chile tiene un bajo nivel de salario mínimo real con relación al resto de los socios OCDE; no tiene altamente regulado los precios de sus industrias; el IVA está en el promedio OCDE…
Pero sí es muy importante la alta concentración que se observa en los mercados y, por lo tanto, la baja competencia real.
– ¿Ese es el gran tema corto o mediano plazo? Hemos constatado la colusión en distintos productos, precios parecidos en diferentes comercios…
-Creo que se trata de un tema más de mediano plazo. Se necesita más competencia en los mercados, que puede ser vía para mejorar las condiciones de las pequeñas empresas.
Hay que tener mejor y más regulación y fiscalización para evitar la colusión.
En 2010, Bruna María Da Cuhna y su marido Guilherme dejaron su vida en Brasil y se trasladaron a Concepción en busca de tranquilidad y una mejor calidad de vida. En sus siete años en la zona, trabajaron como académicos e investigadores de una universidad, compraron un departamento en San Pedro y vieron nacer a sus dos hijitos. Pero el año pasado sintieron que había llegado el momento de partir, y se mudaron a Linköping, una tranquila ciudad de 150 mil habitantes, al sur de Suecia. En Concepción ella era académica de jornada parcial en arquitectura y él tenía jornada completa como profesor de ingeniería en telecomunicaciones.
Los sueldos, cuenta Bruna, “eran más o menos… considerando la cantidad de trabajo”. Su marido ganaba más, en promedio, porque tenía una parte fija y otra variable, según creación de proyectos. Y sí, fue lo económico lo gravitante para el cambio, aunque ella también estaba disconforme con la calidad de vida, el transporte, la movilidad en general, porque “el crecimiento de la ciudad es desordenado. Me preocupaban los tacos, la cantidad de autos”.
Ninguno de esos asuntos, eso sí, se comparan con la gran inquietud del matrimonio: pagar colegios caros (el jardín infantil era gratis solo hasta los 2 años), y enfrentar costosas atenciones de salud si alguno sufría algún problema serio de salud “porque la Isapre se hace cargo sólo de una parte… La vejez tampoco parecía algo posible de asegurar. Comenta:
“Acá, en Suecia, nada de eso es tema. Los colegios son gratuitos, uno debe postular a los más cercanos a su domicilio- y la salud también. Si ves al doctor pagas un poquito… al año no puede superar los $75 mil. Si necesitas más atenciones, te las dan gratis. O sea, al revés de Chile. Diferente porque Chile es neoliberal y acá, socialista”.
En comida, agrega, no gastan mucho más, aunque los vegetales y la carne son caros, por el clima. En el supermercado, los productos libres de lactosa y gluten valen parecido al resto, no se hace diferencia “porque se considera que no corresponde si los necesitan personas con ese mal de la intolerancia”.
Los servicios en general y los restoranes cuestan más. “No existe sueldo mínimo, pero nadie gana mal, independiente de si eres universitario, técnico o trabajas en un restorán. La calidad de vida es buena. Se valora el trabajo”. Y se paga también porque, “si tienes que mudarte, puede que te cueste $800 mil. Por eso muchos arrendamos una camioneta y nos cambiamos nosotros mismos. Muchas cosas se han facilitado para que las resuelva uno, sin necesidad de llamar a alguien, como pasa todavía en Chile”.
Pero cobran harto por servicios como la entrega de muebles a domicilio. “Una amiga compró recién y si lo dejaban en la puerta de la casa debía pagar como $20 mil pesos. Si los entraban, $60 mil”.
Bruna y su marido evaluaron tener una nana a tiempo completo. “¡Imposible! El sueldo más los pagos sociales sumaban $3 millones”, afirma.
Una persona que cuida niños cobra entre $35 mil y 40 mil por hora. Pero como compensación existe un beneficio para padres y madres: en caso de enfermedad de menores hasta 9 años, los dos tienen permiso laboral.
-Acá la mayoría son edificios de dos pisos, y el de abajo tiene patio. Hay mucho verde. El de nosotros cuesta $600 mil, con agua y calefacción incluidas (en Concepción gastábamos harto en estufas). Tiene 90 metros cuadrados, 3 dormitorios grandes, dos bodegas, la externa es para bicis.
En esta ciudad chica -donde el transporte vale más- existen muchas más bicis y ciclo vías que autos. Bruna usa el suyo sólo para ir de compras, salir de noche o viajar.
De Chile, afirma, sólo echa de menos el cariño de los amigos.