Un niño que llega a un hogar bajo la supervisión del Servicio Nacional de Menores (Sename), lo hace por decisión de un juez que determinó separarlo de su familia como medida de protección. La sentencia se fundamenta en que ese espacio familiar es una amenaza o vulnera sus derechos. Se le remite entonces a un lugar seguro: una residencia bajo el alero del Sename.
Pero tras el estallido del caso de Lisette Villa, se sabe que esa protección no siempre se cumple, con graves vulneraciones a sus derechos. Por ello, no es extraño que cuando los mismos niños son consultados si prefieren vivir en ese espacio o en otro, el 71,8% reconozca que prefiere otro lugar.
Es lo que establece un estudio del abogado de la U. Alberto Hurtado, Harry Ortúzar, en el marco de su doctorado en psicología de la U. de Girona (España). El trabajo analiza indicadores de bienestar subjetivo en niños que viven en centros residenciales de protección del Sename.
El bienestar subjetivo da cuenta de las percepciones, evaluaciones y aspiraciones, positivas o negativas que las personas tienen sobre sus vidas, explica Ortúzar. Evalúa desde la satisfacción global ante la vida, a aspectos más específicos como la relación con amigos, entre otros.
El estudio consideró a 115 niños y adolescentes entre 8 y 17 años 11 meses, de 10 residencias de protección colaboradoras del Sename (operadas por privados, pero financiadas y supervisadas por el organismo) de las regiones de Antofagasta, Coquimbo,Valparaíso, Metropolitana y Los Lagos. A todos se les aplicó un cuestionario sobre bienestar subjetivo.
Entre los resultados destaca la baja satisfacción que reportan de vivir en un hogar del Sename. “El 48% declara estar ‘poco o nada de contento’ de vivir en la residencia”, indica Ortúzar.
La relación entre el bienestar subjetivo y el tiempo que llevan los niños en la residencia mostró diferencias. “Quienes llevan menos de seis meses en la residencia tienen un bienestar general más alto que los que llevan más de dos años”, señala Ortúzar.
Una de las conclusiones más relevantes es que la satisfacción que el niño tiene con la residencia es un indicador fundamental que contribuye a su bienestar subjetivo global. “El apoyo que perciben del director de la institución es el elemento más importante para que se sientan satisfechos en la residencia”, dice Ortúzar.
Xavier Oriol, académico del Núcleo de Investigación en Educación de la U. Andrés Bello, resalta la perspectiva del desarrollo integral que el bienestar subjetivo entrega. “Muchas veces hablamos del interés superior del niño, pero eso lo determinan los especialistas y no se le consulta al niño”, resalta.
Un tiempo prolongado en las residencias puede generar efectos nocivos en el desarrollo del niño. Sin embargo, agrega Ortúzar, cuando los menores ingresan, ya presentan problemas con el desarrollo afectivo y socioemocional, a consecuencia de la amenaza o vulneración de sus derechos que fundamentó la adopción de la medida de protección residencial.
“Por lo tanto, el ingreso en la residencia como medida de protección no es inadecuada per se, siempre que los tiempos de estancia no sean prolongados y la atención integral sea la adecuada”, sostiene.
Se requiere un sistema de protección especial a los derechos reconocidos en los tratados internacionales, “para que la atención sea integral a las necesidades materiales, afectivas, socioemocionales y educacionales que no han sido entregadas por la familia de estos niños, de lo contrario pueden ser víctimas de nuevas vulneraciones en la residencia”, indica Ortúzar.
Es necesario además, dice Oriol, reformar el sistema con una ley integral. “Llegamos a este punto porque es un sistema asistencial y no integral para la infancia. Y si no se genera una ley de servicios con atención integral lo que se está haciendo es parchar”.
En el corto plazo, se debe considerar más especialización de los profesionales de las residencias. “Y lo más importante: el Sename tiene que dejar de pertenecer al Ministerio de Justicia, porque un sistema de justicia juvenil no tiene nada que ver con un sistema de protección a la infancia. No se puede asociar chicos con residencia a chicos con delincuencia, eso genera exclusión social”, dice Oriol.
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