
Frane Zilic
Docente CEE UdeC
Cuando hablamos de construcción en madera, inevitablemente surgen ciertas aprensiones: que se va a quemar, que se va a pudrir, que le entrarán termitas. Son temores comunes, pero no por eso ciertos de forma inevitable. Cada uno de esos fenómenos tiene una explicación técnica y formas concretas de ser abordado. El problema es que muchas veces se recurre a una sola solución para responder a todos los riesgos, y eso nos lleva a una falsa sensación de seguridad.
En Chile, la impregnación ha sido la principal estrategia para proteger la madera. Y si bien cumple un rol relevante, no puede ser la única respuesta. La impregnación depende de su correcta aplicación, lo que no siempre es verificable o garantizable en todos los casos. Además, dependiendo del tipo de tratamiento utilizado, puede comprometer la circularidad del material, reducir su reutilización futura e incluso encarecer procesos. No afecta directamente la huella de carbono durante la vida útil del producto, pero sí puede limitar la capacidad de esa madera de seguir almacenando carbono en usos posteriores.
Es ahí donde entra el enfoque de protección por diseño, ampliamente adoptado en países europeos. Esta mirada parte desde una comprensión profunda del comportamiento de la madera como material orgánico. A diferencia del acero u hormigón, la madera interactúa con su entorno, y por lo tanto, requiere estrategias que consideren sus modos de falla, los factores de exposición y, sobre todo, la posibilidad de reparar y reemplazar componentes con el tiempo.
Un sistema de protección robusto exige conocer las características del material, proyectar su comportamiento frente al entorno y anticipar los factores que podrían afectar su durabilidad. Diseñar considerando estos aspectos permite reducir los riesgos y asegurar un mejor desempeño en el tiempo, sin necesidad de intervenciones constantes. La clave está en adoptar una lógica preventiva y de monitoreo periódico, que permita identificar a tiempo posibles deterioros y abordarlos de manera eficiente, sin que eso signifique una carga adicional para los usuarios o constructores.
En un contexto donde la madera cobra protagonismo por sus beneficios ambientales, avanzar hacia una cultura de diseño más consciente, informada y sistémica es clave. No se trata solo de usar madera, sino de entenderla, proyectarla y cuidarla desde el diseño.