Opinión

Las llamas que ponen en riesgo nuestra agua y salud

Por: Diario Concepción 29 de Enero 2025
Fotografía: Cedida

Dra. Gladys Vidal
Directora de CRHIAM

Las noticias recientes han mostrado imágenes dramáticas de los incendios que devastan la región de Los Ángeles, California. A pesar de estar en pleno invierno en el hemisferio norte, los vientos de Santa Ana, secos y abrasadores, han propiciado incendios catastróficos. Las autoridades ya catalogan esta emergencia como uno de los peores desastres naturales en la historia de Estados Unidos: 28 personas fallecidas, decenas de desaparecidos, más de 16.500 hectáreas consumidas, 15.000 estructuras destruidas y 150.000 personas evacuadas.

Más allá de las pérdidas inmediatas, los incendios forestales tienen efectos prolongados en el ciclo del agua, afectando la cantidad y calidad de este recurso esencial. Los incendios destruyen árboles y vegetación que regulan el flujo hídrico, liberan cenizas, sedimentos y compuestos químicos que contaminan fuentes de agua como ríos, pozos y sistemas de distribución de agua potable. Estos impactos no solo son locales: sus efectos pueden extenderse hasta 160 kilómetros del incendio, con consecuencias que persisten por años.

Entre los compuestos más dañinos están los hidrocarburos aromáticos policíclicos, los metales pesados y los compuestos orgánicos volátiles como el benceno, conocido por su potencial cancerígeno. También se liberan dioxinas y furanos que, al entrar en contacto con el agua de lluvia, pueden acumularse en los alimentos y en las fuentes de agua. Estos contaminantes no solo comprometen la seguridad del agua potable, sino también la salud humana a largo plazo.

En Chile, esta realidad no nos es ajena. Hace apenas un año, en enero de 2024, una ola de calor que afectó a seis regiones propició incendios devastadores, siendo Valparaíso la zona cero de un desastre urbano-forestal. Más de 8.500 hectáreas quemadas, cerca de 15.500 viviendas destruidas y 131 personas fallecidas dejaron en evidencia la vulnerabilidad del país frente a estas catástrofes. Este verano, nuevamente, el fuego ya ha consumido más de 1.000 hectáreas en la Región de La Araucanía y ha cobrado la vida de tres brigadistas forestales.

El calor del verano invita a disfrutar la naturaleza, pero también exige responsabilidad. Una chispa puede significar la destrucción de ecosistemas, hogares y vidas humanas, comprometiendo además la calidad del agua que consumimos. La conciencia sobre estos riesgos debería ser parte de nuestras reflexiones al planear vacaciones o actividades al aire libre.

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