Pedro Vera Castillo
Delegado Junta Nacional PDC
Hace 43 años, en un día como hoy, falleció Eduardo Frei Montalva.
Él fue, que duda cabe, uno de los políticos chilenos más destacados de su tiempo.
No solo por las realizaciones de su gobierno (1964-1970) sino por su tarea política desde la creación de la Falange Nacional en 1938 hasta la creación del Partido Demócrata Cristiano en 1957.
Recién designado ministro de Obras Públicas en 1945 ya, en 1946, presentó su renuncia por los hechos conocidos como la matanza de la plaza Bulnes; demostrando que la relación entre la ética y la política fue siempre inseparable para él y no sólo el titular de un libro.
La marcha de la Patria Joven y su lema de la Revolución en Libertad permitieron movilizar a las jóvenes generaciones y renovar la vida política nacional. La promoción popular permitió la organización vecinal y el aumento de la sindicalización de los trabajadores, en particular los campesinos; Chile inició la recuperación de sus riquezas básicas con la “chilenización” del cobre; la realidad del mundo rural cambió para siempre con la profundización de la reforma Agraria; la reforma educacional permitió dar impulso a la educación técnica; la creación de la Oficina de Planificación Nacional como germen de una futura descentralización del territorio; la pretensión de humanizar la economía, ya presente en el documento de los 24 puntos de la Falange Nacional, se evidenció con el auge del movimiento cooperativo; la creación de la Oficina Nacional de la Mujer testimonió su compromiso con la promoción de los derechos de las mujeres; y, en el plano internacional, su esfuerzo por integrar a América Latina se plasmó en la iniciativa del Pacto Andino. Su voz fue escuchada con respeto en Europa y en América del Norte.
Consumado el golpe de Estado y envuelto en polémica por tratar de explicar la situación chilena a nuestros socios europeos a través de su carta a Mariano Rumor – que creemos con Bernardo Leighton un profundo error – rápidamente se convirtió en el líder político más importante de la oposición a Pinochet, respaldado además por líderes y gobiernos extranjeros.
Un 27 de agosto de 1980, en un acto masivo histórico en el Teatro Caupolicán que reunió a todos los partidos y movimientos de izquierda y a la Democracia Cristiana, Frei como orador único propuso la necesidad de una Asamblea Constituyente para abrir paso a un gobierno de transición y permitir un rápido retorno a la Democracia. Recuerdo con emoción ver en la televisión francesa su grandeza al cantar a coro con todo el teatro “El pueblo unido jamás será vencido”.
Firmó su sentencia de muerte y fue asesinado por la dictadura, como lo ratificó el juez Alejandro Madrid en 2009, gracias al trabajo perseverante y al coraje de su hija Carmen y su familia, que merecía haber sido más apoyada por la Democracia Cristiana, y a quien rendimos homenaje hoy al recordar la muerte de su padre – sin duda el más grande entre nosotros.