Dra. Carolina Aparicio, Directora de Género Ucsc
Dra. Natalia Baeza, Directora de Extensión Cultural y Universitaria Ucsc
El sufragio femenino en Chile, entendido como un proceso social y político cobró mayor fuerza en su lucha desde la década de 1920. Al respecto, debemos destacar un hito precedente que lo alentó: el Decreto Amunátegui de 1877, que permitió y concedió a las mujeres el derecho a estudiar en la universidad y, además, facilitó la creación de escuelas secundarias fiscales femeninas.
Bajo estos avances hacia el mundo de la mujer chilena, se comenzó a sembrar un camino de lucha por la igualdad en áreas en las que el Estado no respondía adecuadamente. Entre las demandas se encontraban mejoras en salud, maternidad, educación, condiciones laborales y el derecho al sufragio.
La organización de las mujeres fue vital para dar a conocer sus falencias y lograr avances concretos respecto a lo convocado. El derecho al sufragio fue más que una ola, no solo en Chile, sino una batalla en gran parte del mundo, algunos países con logros más rápidos que otros. En el caso chileno, lo primero que se consiguió fue el voto en las urnas municipales, pero la lucha continuó por el voto en las urnas políticas.
Tras 20 años de lucha y justificaciones, se concedió a las mujeres el derecho al voto político, específicamente el 8 de enero de 1949. Mujeres destacadas como Elena Caffarena, Amanda Labarca y Marta Vergara, además de organizaciones como el MEMCH y la FECHIF, fueron fundamentales para alcanzar este derecho.
Al mirar la relevancia actual de la participación política de las mujeres no podemos omitir cómo su progresivo avance ha sido resultado de la educación, del asociacionismo y su participación en diversas entidades. Estos espacios combinaron temas de derechos individuales y bien común en lo familiar, extendiendo sus miradas y enfoques hacia lo público, buscando participar en una sociedad profundamente masculina.
Por consiguiente, las universidades católicas abordan la participación de la mujer en la política y la sociedad desde la educación en toda su integridad, pues esta permite fortalecer los conocimientos de hombres y mujeres para trabajar por la equidad e igualdad de oportunidades; y también contribuir en la eliminación de todo tipo de violencia hacia la mujer. La educación fomenta la socialización, ayudando a reconocer y desarrollar habilidades propias en espacios de respeto.
Por estos motivos el sufragio femenino es un hito para recordar y reconocer a las mujeres como ciudadanas plenas en derecho, con capacidad para participar activamente en la vida política del país y también poner en marcha acciones para abordar las brechas de género que persisten en la actualidad, como la participación paritaria en las áreas STEM, en la política nacional y regional.