Dr. Sergio Gatica Ferrero
Facultad de Educación UCSC
El 2024 nos ha dejado imágenes que preferiríamos olvidar. En diversos establecimientos educativos de Temuco, Máfil, Lota, Santiago, Calama, Concepción y Antofagasta se produjeron serios incidentes de violencia escolar que incluyeron apuñalamiento, palizas, hostigamiento selectivo y otras formas de agresión física y psicológica tanto entre estudiantes como contra profesores. Esta preocupante realidad parece haberse agudizado como indeseada consecuencia de la post pandemia.
Los establecimientos educativos, en consonancia con los requerimientos del Ministerio de Educación, han optado por Manuales de Convivencia Escolar y Protocolos para enfrentar esta situación, estrategias que han sido insuficientes. Hay una arista de la violencia escolar que no ha sido explorada y que podría explicar mejor el fenómeno y entregarnos alternativas de afrontamiento más efectivas. Desde una perspectiva psiquiátrica, la violencia escolar podría corresponder al trastorno de conducta, una alteración grave del comportamiento que afecta entre el 2 y el 10% de los adolescentes; se caracteriza por un patrón conflictivo de relación con los demás que incluye agresiones a personas y animales, destrucción de la propiedad ajena, mentiras patológicas, robo y, en general, un incumplimiento grave de las normas de convivencia.
Es habitual que este comportamiento venga acompañado de manifestaciones subjetivas como carencia de remordimientos, insensibilidad al dolor de otros, falta de interés por su propio rendimiento y un desarrollo superficial o deficiente de los afectos.
Diversas investigaciones señalan que el trastorno de conducta se manifiesta independiente de la etnia o la cultura y que afecta principalmente a los hombres. Si bien las manifestaciones más extremas del trastorno de conducta se dan en la adolescencia, el trastorno suele tener sus primeras manifestaciones en la etapa preescolar a través de una forma confrontacional de relación con sus cuidadores (padres y docentes). Los estudios muestran que pocos niños con trastorno de conducta reciben el tratamiento adecuado deteriorando la calidad de vida propia y la de los demás.
Si bien, en Chile no hay estudios al respecto, es factible que muchos episodios de violencia escolar extrema estén mediados por esta condición psiquiátrica, problema que no puede ser abordado por el personal docente, el cual no está preparado para este desafío. Urgen estudios serios sobre la violencia escolar en Chile y una mayor coordinación entre las escuelas y los centros de salud mental pública.