Pedro Cisterna Osorio
Doctor Ingeniería Ambiental, UBB

La Gestión Integral del Agua, es un desafío sustancial y a la vez urgente, debemos dar un paso gigante por el bien de nuestro país, vinculado y aterrizado en los impactos y alcances específicos en nuestros territorios. En gran medida hasta ahora ha sido y es un elemento discursivo en y para la política, lo que es un afán reduccionista, minimizando la dimensión de este grito de angustia que nos hace la naturaleza desde sus entrañas.

La gestión integral del agua debe ser de verdad, por tanto, requiere más conocimientos, trabajo constante, voluntad política transformadora, esfuerzo pedagógico, buscar oportunidades de alianzas y unidad, es un tema de todos y todas, con una mirada integradora de las distintas disciplinas, donde se considere de manera protagónica a los que están en la punta de la investigación, como también a los que necesitan del agua diariamente para su subsistencia y el desarrollo de sus actividades productivas y a todos las instituciones y actores que son parte de la “cadena trófica del agua”.

Mas que centrarse en la exacerbación del conflicto y la discordia, debemos centrarnos en potenciar e incentivar la cooperación, sinergia y el trabajo conjunto, esta apuesta es fundamental, aprender del “como lo hace la naturaleza diversa”, todas las especies vivas cooperan de manera armónica para para darle sustentabilidad a los ecosistemas, cumpliendo un rol que es fundamental para la dinámica y sobrevivencia del planeta, pese a todos los impactos que enfrentan día a día.

Esta cooperación y sinergia debe concretarse en situaciones reales, pero al adentrarnos en la realidad del mundo rural, por ejemplo, se constata que distintas plantas de tratamiento de aguas residuales de variadas tecnologías, infiltran sus aguas a más 1,5 metros de profundidad y que paradojalmente tienen como vecinos terrenos con cultivos agrícolas que requieren agua, para su adecuado desenvolvimiento productivo, la que es obtenida de los reservas de agua disponible, cada día mas escazas, lo que califica como una “gestión parcial y desintegrada del agua”.

Esta situación es una de tantas evidencias y decisiones concretas, reales que nos interpelan a asumir nuestro desafío país, que la “gestión integral del agua, debe transitar del discurso a una práctica concreta”.