Patricia Ramírez Cárdenas
Directora de Escuela de Construcción y Prevención de Riesgos
Instituto Profesional Virginio Gómez
La temporada de incendios forestales en Chile no es solo una amenaza estacional; es un desafío constante que pone en riesgo vidas, ecosistemas y economías locales. En la región del Biobío, históricamente una de las más afectadas por estos eventos, las cifras nos llaman a reflexionar.
Según el último balance de Conaf en el periodo 2023-2024, se registraron 5.958 incendios forestales en el país, y de ellos 1.406 de ellos en nuestra región. El riesgo persiste y Biobío, con su gran densidad de bosques y múltiples áreas de interfaz urbano-forestal, es especialmente vulnerable.
Solo esta semana, y aún a la espera del peak de temperaturas, nuestra zona fue testigo de una alerta roja por incendio en Tomé, un incendio en Yumbel que estuvo a metros de afectar viviendas y la implementación de medidas preventivas como el Botón Rojo en 60 comunas del país.
El reciente anuncio de la Ministra del Interior sobre la inauguración de una helipuerto en Los Álamos, junto con la adquisición de Conaf de un avión Hércules C-130, con capacidad para lanzar 15.000 litros de agua, son recursos apostados estratégicamente en Biobío, que evidencian la relevancia que las autoridades otorgan a esta zona.
Sin embargo, una pregunta persiste: ¿es suficiente? Los incendios forestales no son solo una cuestión de combate. La prevención debe ser el foco principal de cualquier estrategia integral.
La Campaña Nacional de Prevención de Incendios Forestales 2024-25, subraya el papel crucial de la ciudadanía. Pequeñas acciones, como evitar quemas ilegales y mantener limpias las áreas cercanas a viviendas, son fundamentales para reducir la ocurrencia de estos siniestros.
Nuestra región debe avanzar en la implementación de medidas que integren a las comunidades como actores clave. Programas de educación ambiental, simulacros y el fortalecimiento de las brigadas forestales locales van a marcar la diferencia.
Biobío también cuenta con un valioso recurso humano en formación que debe ser potenciado, debemos apostar por la preparación de profesionales que entiendan el equilibrio entre desarrollo y sostenibilidad, adaptándose a las demandas del cambio climático y la presión sobre los ecosistemas.
¿Estamos mejor preparados que en temporadas anteriores? Sí. Pero aún hay brechas que cerrar.
La clave radica en un enfoque multidimensional: tecnología, prevención comunitaria, formación de líderes locales y una ciudadanía comprometida. La eficacia de dicha coordinación será lo que determinará nuestro nivel de respuesta.
No se trata solo de estar preparados para apagar incendios, sino de evitar que comiencen. Cada hectárea protegida y cada vida salvada son el resultado de una estrategia que debió combinar acción y educación. Avanzamos, pero aún queda camino por recorrer para garantizar que el Biobío no sea solo resiliente, sino un referente en prevención.