Fernanda Valdebenito Tapia
Fundación Mariposas de Miraflores
En un mundo que busca avanzar hacia la inclusión y la equidad, los intérpretes de lengua de señas se han convertido en un recurso indispensable para las personas sordas, permitiendo la comunicación efectiva en ámbitos como la educación, la salud, la justicia y los eventos públicos. Sin embargo, detrás de este rol esencial se encuentra una realidad preocupante: la poca valoración económica y social de estos profesionales, sumada a su constante lucha por condiciones laborales justas.
Los intérpretes de lengua de señas son el puente que conecta a las personas sordas con el resto de la sociedad. Su trabajo no solo exige un alto nivel de habilidades lingüísticas, sino también un profundo conocimiento cultural y emocional. A pesar de esta complejidad, muchos intérpretes enfrentan salarios bajos que no reflejan la responsabilidad y el impacto de su labor. En Chile, la mayoría trabaja bajo condiciones de inestabilidad, con contratos temporales o sin beneficios básicos, lo que genera frustración y desmotivación. Otro aspecto que agrava su descontento es la falta de reconocimiento del valor que aportan en contextos de diversidad. Los intérpretes no solo traducen palabras, sino que también facilitan la integración de las personas sordas en espacios que históricamente les han sido excluyentes. Sin embargo, esta contribución crucial suele ser ignorada en términos de políticas públicas y decisiones institucionales.
Es un trabajo que requiere preparación constante, pero muchas veces son tratados como un recurso de última instancia. No se reconoce la preparación ni la energía que implica interpretar en situaciones de alta presión.
El problema no es solo económico. Los intérpretes también enfrentan la falta de espacios de capacitación y actualización profesional, lo que limita su crecimiento y, en consecuencia, el impacto que pueden tener en la vida de las personas sordas. Esta carencia de oportunidades perpetúa una desconexión entre el ideal de inclusión y las condiciones reales que enfrentan estos profesionales.
En países como Chile, donde el acceso a la lengua de señas aún es desigual, los intérpretes han alzado su voz para exigir mejores condiciones. Demandas como la regularización de la profesión, salarios acordes a su trabajo y mayores oportunidades de formación son esenciales para que puedan seguir siendo agentes de cambio en una sociedad que aspira a ser inclusiva.
La situación de los intérpretes de lengua de señas no es solo un problema laboral; es un reflejo de las prioridades de una sociedad que aún tiene mucho camino por recorrer en términos de equidad. Valorar a estos profesionales significa reconocer que su trabajo es fundamental para garantizar los derechos de las personas sordas y construir una comunidad más justa.
Es hora de que instituciones, empresas y gobiernos tomen medidas concretas para mejorar las condiciones de los intérpretes. Esto incluye establecer salarios dignos, crear programas de formación continua y promover el reconocimiento social de su rol. Porque en una sociedad verdaderamente inclusiva, nadie, ni quien interpreta ni quien recibe la interpretación, debería sentirse excluido.