Sociedad democrática y religión

18 de Diciembre 2024 | Publicado por: Diario Concepción
Fotografía: Cedida

Carolina Lagos Oróstica
Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía

De acuerdo con el filósofo y teólogo Raimon Panikkar, la religión es un ingrediente imprescindible de la sociedad. El filósofo Karl Jaspers en su obra “Origen y meta de la historia”, señala que, en torno al siglo VI antes de Cristo, la humanidad experimentó una misteriosa elevación del espíritu, planteándose preguntas referidas a las más altas finalidades.


Este periodo de la era axial aparece simultáneamente en Oriente Medio, Grecia, India y China. Pero ya en el paleolítico y el neolítico existieron actividades cuya orientación era religiosa y cultural, tal vez, como expresión de un vínculo constante entre el ser humano y una realidad absolutamente otra. Vínculo que, a juicio del antropólogo Lluís Duch (2001) vehicula los profundos cuestionamientos del ser humano ante las situaciones fundacionales que se representan en la vida cotidiana. Por poseer una doble dimensión cognoscitiva y existencial, tanto para la vida personal-privada como para la vida colectiva-pública, la religión brinda orientación ética y epistemológica para la resolución de las necesidades humanas.

Jürgen Habermas (2015) sostiene que la religión es relevante para las actuales sociedades seculares, debido al aporte de sus argumentos y valores que permiten elaborar y socializar respuestas ante las diversas situaciones de crisis experimentadas a nivel global. El filósofo estima que el consenso de normas no se consigue únicamente con la razón autónoma conducida mediante la lógica del cálculo y el control procedimental de acciones.


En este sentido, la razonabilidad de los contenidos axiológicos religiosos colabora con la formación del libre albedrío de la opinión pública, entregando reflexiones que trasladan hacia un horizonte trascendente de la realidad, así como imponen la conciencia de la finitud y los límites ontológicos del ser humano. Actuales y diversos problemas que se implican con los espacios vitales de la existencia humana, tales como los bioéticos, la aplicación de la inteligencia artificial, las migraciones, no obtienen una ponderación ética y razonable exclusivamente desde los criterios científicos, tecnológicos y economicistas.

En la era postmetafísica, las sociedades democráticas demandan el ejercicio de un diálogo público, en el que la religión pueda participar para nutrir la deliberación del ser humano más allá de los reduccionismos ideologices, con la finalidad de actuar en su cultura, como ser libre y capaz de autorrealización.