Pedro Vera Castillo
Académico de la Universidad de Concepción

En una columna de mi autoría, publicada con el mismo nombre en diciembre de1983 en un diario local, escribí lo que sigue y que me parece pertinente compartir con los lectores en un momento en que la Universidad de Concepción ha recordado con razón este hito histórico.

Me parece que uno de los hechos de mayor significación y esperanza para el futuro de las universidades lo constituye la reciente elección por voto directo de la FEC.

En efecto, después de largos años, los estudiantes se han dado una organización democrática y unitaria y han puesto en marcha de nuevo el movimiento estudiantil. Si aceptamos que la Universidad es “una comunidad de maestros y estudiantes que, con la colaboración del personal no docente, comparten la búsqueda del saber y la verdad e irradian hacia la sociedad los frutos de este quehacer”, es claro que la llamada participación estudiantil es no sólo necesaria, sino que legítima.

Durante los años recientes, esta participación estudiantil ha sido desacreditada, desnaturalizada y casi temida. Para quienes hemos sido, en otra época, dirigentes estudiantiles, esta actitud de desconfianza ha sido incomprensible.

En efecto, la participación estudiantil, en los más altos niveles de dirección de la universidad, se impone prácticamente en toda América Latina a partir del llamado Movimiento de Córdoba a fines de la segunda década del presente siglo. En la Universidad de Concepción, por ejemplo, ella estaba consagrada en sus estatutos antes de la Reforma Universitaria de los años 60. Son numerosos los testimonios de autoridades universitarias que, en diferentes épocas, han expresado satisfacción por el nivel de la participación de los estudiantes. Ésta se ha expresado en cada una de las misiones universitarias definidas por el clásico tríptico: docencia, investigación, extensión.

No pretendo, en este comentario, hacer la historia de la participación estudiantil, sólo señalar que ella se inserta en la tradición universitaria de América Latina. El hecho de que, en periodos de agudas tensiones políticas en la sociedad, determinados grupos hayan tratado de trasladar mecánicamente la lucha partidista al interior de la Universidad, no anula ni invalida los conceptos anteriores. Por ello, pienso que la nueva FEC puede ser un elemento decisivo en el camino de la recuperación universitaria, si sus dirigentes unen a su inquietud social, a su ímpetu y generosidad juveniles, un compromiso consciente y definitivo con los valores permanentes de la Universidad.