Dr. Orlando Llanos
Decano de FACEA UCSC
Al parecer, hoy existe consenso incluso desde el mundo político, de que la meta de crecimiento fijada para 2024 no se alcanzará. El debilitamiento de la actividad minera, de la industria e incluso comercio y servicios, han sido indicados como los responsables de la incapacidad de cumplir con la meta de 2,6% proyectada para 2024. Sin perjuicio de lo anterior, hay voces que explican este nulo crecimiento como una consecuencia de los días feriados y el puente que tuvimos en fiestas patrias.
En una semana marcada por la incertidumbre que generan las elecciones presidenciales en Estados Unidos, esta noticia ha sido algo inesperada, especialmente para quienes, basado en indicadores de meses pasados, eran optimistas respecto de la robustez de nuestra economía y del crecimiento que tendríamos este año. Lamentablemente, la noticia del Imacec de septiembre no es cosa de un mes. Desde el mundo empresarial y desde la academia, se había advertido desde hace meses sobre esta materia. La encuesta de Expectativas Económicas del Banco Central ya había reducido las proyecciones para este año, aportando evidencia comentada por expertos.
Por eso este Imacec es un buen momento para detenerse a reflexionar sobre nuestro crecimiento económico, las razones que lo explican y los costos de tener un bajo desempeño en esta materia. El alto nivel de apertura de nuestra economía ha servido en el pasado para explicar caídas de crecimiento. Lamentablemente, esta vez, y a pesar de la presencia las distintas señales de inestabilidad global que podrían estar obstruyendo el desempeño de nuestras industrias, nadie ha mencionado estos eventos como un elemento relevante en esta oportunidad.
Mas allá de lo ocurrido en septiembre, debemos reflexionar respecto de la salud de la que gozan los órganos que nutren el crecimiento de largo plazo de una economía; debemos preguntarnos respecto de la estabilidad política e institucional que delimitan el campo donde se mueve la confianza empresarial que define la intención de invertir en nuestro país; debemos preguntarnos no solo sobre la estabilidad, sino también respecto de la forma en que opera la institucionalidad y si esto nos permite ganar o perder competitividad en industrias clave para el desarrollo sostenible del país.
Las certezas y la confianza son pilares fundamentales que determinan las decisiones de inversión de los agentes económicos. Las inversiones son el pulmón del crecimiento económico y este es condición necesaria para un desarrollo que permita elevar los niveles de bienestar social. Es importante revisar el debate respecto del rol que debe jugar el crecimiento en la construcción de una sociedad más justa y con las oportunidades suficientes para que cada ciudadana y ciudadano se desarrolle de acuerdo con sus talentos e intereses. Sin duda, el crecimiento no es lo único, pero me pregunto si, realmente le estamos dando el lugar y la importancia que se merece.