Estefanía González
Subdirectora de Campañas de Greenpeace
En los últimos 10 años, los incendios forestales en Chile han quemado cerca de 1,7 millones de hectáreas, tres veces más que lo registrado en la década previa. Sin ir más lejos, los incendios registrados entre diciembre de 2016 y febrero de 2017 en el centro y sur del país, dejaron un saldo de más de 570 mil hectáreas consumidas en los sobre 5.200 focos registrados y, lamentablemente, 11 personas muertas.
Las regiones afectadas por los megaincendios han sido testigos de la reconfiguración de su naturaleza y la sustitución de bosque nativo por plantaciones agrícolas y/o monocultivos forestales, provocando la deforestación y fragmentación del territorio junto a la degradación de los suelos, haciéndolos más susceptibles para la ocurrencia de nuevos incendios.
Todo lo anterior se ve agravado por la falta de ordenamiento territorial, lo que ha generado que las zonas de la interfaz urbano-rural sean altamente riesgosas, algo particularmente grave, considerando que según un estudio de Pablo Sarricolea de 2020, tres millones de personas viven en zonas potencialmente inflamables en Chile central.
Por eso genera preocupación un reporte elaborado por el CR2, que alerta sobre el crecimiento de pinos (especie introducida) en los bosques nativos quemados en el megaincendio de Las Máquinas de 2017, que antes de ese episodio se componían principalmente de hualos (52%) y peumo (16%). Dos años después del siniestro ambas especies nativas presentaron una abundancia de apenas 5%, mientras que el pino registró un 60% y una densidad que supera, incluso, la concentración de las plantaciones comerciales.
La presencia de pinos en estos ecosistemas impacta negativamente la regeneración de las especies nativas y favorece la recurrencia de nuevos siniestros. Por ello, los investigadores proponen medidas concretas para evitar aquello, como realizar detecciones tempranas de invasiones biológicas post incendios y cuantificar su ocurrencia para tomar decisiones oportunas; o la eliminación de pinos adultos en los parches de bosque nativo, ya que son fuente de dispersión de semillas luego de ocurrido un incendio.
Todas estas sugerencias deberían ser tomadas en cuenta por las autoridades pertinentes para darle una oportunidad a nuestros bosques de resurgir y evitar nuevas tragedias en el próximo periodo estival. Esperamos que Conaf tome estas materias con la urgencia y celeridad que requieren y urgimos al gobierno a reconsiderar su estrategia para ampliar la plantación forestal en la Región del Biobío, así como la intención de hacerlo con fomento del Estado, pues esta decisión, además de privilegiar monocultivos altamente dañinos desde un punto de vista de disponibilidad hídrica, nos puede llevar en un futuro próximo a enfrentar nuevos y más incendios de gran magnitud en la zona centro sur del país.