Proteger el bienestar de los menores debe ser una prioridad que prevalezca sobre cualquier estrategia comercial.
Maribel Vidal
Directora ejecutiva de Conar
En el contexto de Halloween, un evento que involucra principalmente a los menores de edad, nos parece oportuno recordar los principios éticos a tener en con consideración cuando la publicidad está dirigida a este público en particular. Si bien esta fecha puede ser una ocasión divertida y creativa para los niños, también representa una oportunidad para demostrar un compromiso ético con la comunicación y su difusión.
La publicidad destinada a un público infantil debe ajustarse siempre a la edad y madurez de la audiencia, tal como lo indica el Código de Ética Publicitaria del Conar. Esto significa que las caracterizaciones no deben promover ni justificar la violencia, el miedo, ni ningún otro mensaje que pueda afectar negativamente la percepción de este grupo en plena formación.
Esta tradición puede ser una excelente ocasión para fomentar la originalidad y no para perpetuar estereotipos dañinos o alimentar miedos. En este sentido, las marcas tienen la oportunidad de promover disfraces que impulsen la alegría y la imaginación, sin recurrir a imágenes violentas o perturbadoras.
El llamado a las marcas es a reflexionar sobre el mensaje que envían e impulsarlos a optar por una publicidad responsable.
Proteger el bienestar de los menores debe ser una prioridad que prevalezca sobre cualquier estrategia comercial.
Además, al elegir caminos más positivos, no solo se contribuye a un entorno más saludable, sino que también pueden fortalecer la reputación y confianza en las marcas que lo promueven.