Sindy Salazar Pincheira
Abogada Colectiva Justicia en Derechos Humanos
Hace un par de años, la paridad de género en los espacios de discusión y poder parecía haber ganado un lugar en el sentido común de nuestra democracia. Entonces, ¿por qué hoy, tras el proceso eleccionario del fin de semana, las mujeres vuelven a quedar relegadas? ¿Qué cambió para que la igualdad deje de ser un principio y objetivo?
Las cifras del PNUD indican que solo el 6% en Biobío y 0% en Ñuble es el porcentaje de mujeres electas en alcaldías. La respuesta de seguro es compleja pero una avanzada conservadora no pone en el centro las cifras abrumadoras y ha promovido un retroceso en los derechos, cuestionándolos especialmente en el reconocimiento de las mujeres como protagonistas de la política.
La democracia no es sólo una palabra mas y contar votos; se trata de un quehacer y de garantizar que la diversidad de nuestra sociedad esté reflejada en quienes la construyen y representan. Si el sistema ha fallado en incluirnos por igual, entonces es responsabilidad de la democracia equilibrar la balanza. No se trata de dar ventajas, como insinúan algunos, sino de reconocer que, sin representación de las mujeres, la democracia no está completa.
El retroceso evidente no se debe a la falta de mujeres dispuestas a liderar procesos políticos, sino a una estructura que sigue poniendo obstáculos y en una ciudadanía aletargada en la discusión pública. En una democracia real, la participación de mujeres no puede ser vista como una opción; es un deber.
La paridad no es un capricho ni una exigencia pasajera, es la base de una democracia que refleja la diversidad de su gente. Si Chile sigue retrocediendo en este terreno, seguiremos siendo cómplices de una política que ignora a más de la mitad de su población. La democracia real no es cuestión de números, es cuestión de justicia.