Pedro Vera Castillo
Delegado Junta Nacional PDC
El 18 de octubre de 2019 marcó el inicio de varios días de intensa y multitudinaria protesta social pacífica, hecho prácticamente inédito en nuestro país.
Fuimos millones las chilenas y los chilenos de todas las generaciones y, particularmente, de la clase media, que abarrotamos plazas, parques y calles protestando contra las principales inequidades a las que nos había conducido el modelo de desarrollo neoliberal imperante, en particular con el predominio de sus valores culturales.
Lamentablemente, después del retorno a la democracia, tampoco existieron ni la voluntad ni la fuerza política para establecer modificaciones de fondo a dicho modelo.
Ninguno de quienes estuvimos en esas concentraciones salió a quemar el metro, a robar los supermercados, a quemar iglesias. Por supuesto, existió una movilización delictual gravísima, pero que así y todo fue marginal en comparación a la protesta multitudinaria.
Tampoco, ninguno de nosotros, salió a las calles para derrocar al gobierno de turno ni para tomarse el palacio de La Moneda, como irresponsablemente algunos analistas interesados han especulado. No existió ni organizada ni espontáneamente tal violencia insurreccional.
Sí, existió una represión policial desatada que cometió graves violaciones a los derechos humanos y a la dignidad de quienes protestamos en la calle. No pueden olvidarse las más de 400 víctimas reconocidas con lesiones oculares, incluyendo casos dramáticos de pérdida total de la visión. En estos días se está investigando a los altos mandos de carabineros que permitieron directamente o por omisión que dichas violaciones continuaran.
En estos años, la derecha se ha empeñado a través de sus partidos, de sus centros de estudio, de los medios de comunicación que controla, de la derecha económica – representada por las organizaciones gremiales que agrupan a los empresarios -, y, últimamente manipulando sus propias encuestas, en instalar, como si fuera una verdad, la identificación del estallido social solo con la violencia delictual, componente gravísimo pero mínimo en el desarrollo de esos días. Incluso, se llega a suponer que, con motivo de nuestro silencio, quienes nos movilizamos en esos días estamos “arrepentidos” y concordamos en que “abrimos espacio a la violencia delictual” como si ese fuera el único componente o el mayoritario durante el estallido social.
Pero, como “para comer pescado y para mentir hay que tener mucho cuidado”, hoy la derecha y, en particular quien mejor se ha empeñado en esta desfiguración de nuestra historia reciente, la UDI, anuncia que, después de las elecciones de fines de octubre, dará a conocer “una propuesta transformadora que dará respuesta a las demandas del estallido social”.
Notable “capacidad de escucha” y demostración de “cinismo oportunista” que, al contrario de lo que persiguen sus autores, valida el proceso histórico que rescatamos y que defendemos.
Y que nos obliga a seguir luchando, a los humanistas cristianos que creemos en la necesidad de una sociedad más justa e inclusiva.