Opinión

El último año de la crisis en Gaza e Israel

Por: Diario Concepción 19 de Octubre 2024
Fotografía: Cedida

Dr. Gilberto Morales Colipe
Profesor Asociado UdeC- CEE UdeC

Una fotografía alojada en el sitio de Amnistía Internacional España que muestra a personas huyendo de sus hogares en medio de los ataques israelíes en el sur de la Franja de Gaza nos recuerda el horror que se vive en esa zona y que afecta a cerca de dos millones de habitantes que luchan por su sobrevivencia. Esas imágenes que reflejan lo peor de las decisiones humanas no pueden dejarnos indiferentes.

Según Amnistía, en el último año en la Franja de Gaza “han muerto más de 42.000 personas palestinas, entre ellas más de 11.000 niñas y niños, y otras 96.000 han resultado heridas. Para huir de estos ataques, al menos el 90% de la población se ha desplazado internamente”. A pesar de que en niveles políticos y diplomáticos se buscan mecanismos de solución en un conflicto de larga data que se ha agudizado en el último año y mientras diversas organizaciones impulsan campañas de ayuda humanitaria que puedan contribuir a paliar el dolor; nada indica que la destrucción humana y material de esa zona esté próxima a detenerse.

Las fotografías no muestran directamente el impacto de las cifras en las personas, ni los momentos íntimos en que una familia debe enfrentarse a la falta de alimentos o atención médica, ni los instantes en que deben decidir rápidamente para asegurar su supervivencia ante la privación y ataques a que han sido sometidos. Solo una detención reflexiva frente a esas imágenes puede permitirnos observar más allá de lo evidente y hacer algo que muestre que aún creemos en que una mejor existencia humana es posible.

Desde Concepción a la Franja de Gaza hay una distancia de 13.451 kilómetros. Pero si se trata de reflexionar y de algún modo empatizar con el dolor que viven millones de personas, la distancia geográfica no puede ser igual a la distancia psicológica.

Al observar las miradas de quienes aparecen en las fotografías propongo buscar la forma de contribuir al desarrollo de un mundo en que el derecho a vivir en paz no tenga que invocarse, sino que esté asegurado. Y, en el ejercicio de nuestra condición humana, comenzar por una mayor consideración por las personas con quienes nos relacionamos día a día, por valorar los espacios de bienestar que somos capaces de construir y por negarnos a solucionar nuestras diferencias a través de la violencia. Quizás -por el momento- llevar estas prácticas a lo cotidiano sea un modo de aprender de los horrores que suceden en estos momentos a más de 13 mil kilómetros de distancia.

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