Francisco Darmendrail
Magíster en Historia Económica y Empresarial
En los próximos días celebraremos nuestras Fiestas Patrias. Conmemoramos la instalación de la Primera Junta de Gobierno, acontecida un 18 de septiembre de 1810 y que, en términos futbolísticos, dio el puntapié inicial al proceso de emancipación nacional.
Un hecho que nos recuerda el valor de la chilenidad y nuestro pasado patrio. La pregunta es; ¿en qué momento cobra fuerza el sentirse chileno/a en la historia independiente de Chile? Si nos ceñimos al aspecto legal, el entonces Director Supremo Bernardo O’Higgins decretó el 3 de junio de 1817, que “Supuesto que ya no dependemos de España, no debemos llamarnos españoles sino chilenos”. Empero, en los hechos, aún la población no sentía un arraigo fuerte por la nacionalidad. A juicio de expertos y del suscrito, la participación de Chile en la guerra contra la Confederación Perú- Boliviana, así como la posterior victoria de las fuerzas chilenas en Yungay en 1839, generó en las personas en nuestro país un fuerte apego a su tierra y costumbres.
Un hecho que marcó un antes y después, generando un sentimiento de unidad nacional, así como de valorar nuestras tradiciones e historia. Sentimientos que resurgirán en la Guerra del Pacífico, en especial con la gesta de Arturo Prat y los héroes de Iquique del 21 de mayo. Y sin dudas un emblema fue la protagonista: Nuestra querida bandera chilena, que es inherente a nuestra alma de país. En el momento que la selección chilena gana en el fútbol, los hinchas flamean nuestro emblema de alegría, o bien cuando la naturaleza nos azota, la bandera nos acompaña en el momento de dolor y solidaridad. Puede parecer un simple trozo de género, que podemos encontrar en supermercados y locales, empero es la esperanza para muchas personas y el motivo del cual nos hace sentir orgullo de ser chilenos/as.
En estas Fiestas Patrias, más allá de los asados y los bailes de cueca, lo importante es rescatar nuestras tradiciones para siempre. Que no sólo se visibilicen los 18 de septiembre, sino que sea una constante todo el año, en nuestras casas, colegios, universidades y en todo lugar. Nos quejamos que llegan muchas “costumbres importadas”, no obstante, tampoco efectuamos un esfuerzo por recuperar lo nuestro. De lo contrario, seremos un país sin alma ni rumbo. Les deseo unas Felices Fiestas Patrias.