Dr. Aaron Napadensky Pastene
Director del Laboratorio de Estudios Urbanos UBB
A propósito de los últimos temporales, permítanme la siguiente reflexión. A fines del siglo XX, la masificación de internet, la ingeniería de redes y la matemática grafos, dieron un nuevo aire a las interpretaciones de la sociedad y el territorio. Gabriel Dupuy publicó su libro “El Urbanismo de Redes”, y María Rubert de Ventos “Galaxias metropolitanas”, y de a poco la interpretación areolar de la sociedad y el territorio, como una suerte de continuo espacial, fue dando paso a interpretaciones organizacionales fundamentadas en la retícula y el nodo.
En este sentido, las diásporas conceptuales suelen ser frecuentes entre nuestras disciplinas y muchas veces han permitido avanzar hacia nuevas comprensiones. Sin ir más lejos, la hoy tan comentada resiliencia, concepto surgido en la psicología y luego apropiado por la ecología, ahora es parte de los estudios urbanos, conceptualizaciones e interpretaciones de la ciudad y el territorio. Sin embargo, en dicho tránsito es posible y normal que la polisemia de algunos conceptos y sus matices se pierdan en dicho proceso, o más de una definición ocupe la discusión.
Entonces, y a la luz de las ultimas discusiones sobre los cortes de energía y tendido eléctrico, es pertinente aclarar que la resistencia es la propiedad de un sistema para aguantar, tolerar y soportar una determinada presión, sin por ello perder o descontinuar sus funciones vitales. La recuperación temprana, cuantifica y cualifica, una vez superado dicho umbral, el tiempo que requiere ese sistema para que sus funciones vitales vuelvan a su estado de normalidad. Sin embargo, la resiliencia no es el atributo de resistencia ni de recuperación temprana por si solos. Centrándose en cómo, tras un trauma significativo o desastre, superado el umbral de tolerancia, el sistema afectado es capaz de restituirse de una manera diferente, no solo en lo material, sino también en lo organizacional, aprendiendo del desastre y adaptándose.
Así, podríamos decir que la resiliencia urbana no es una meta a la cual llegar, ni un cableado el cual soterrar, sino más bien un proceso de gobernanza y toma de decisiones, que centrado en la gestión de las redes urbanas (agua, energía, información, bienes y personas), está constantemente sometido a prueba, moviéndose entre un necesario, buscado, pero algo esquivo, equilibrio entre institucionalización y normatividad, y porosidad y flexibilidad. De este modo, nos preguntamos cómo las entidades regulatorias, las empresas reguladas, los organismos de fiscalización, gobernaciones y municipios, más allá de querellas y demandas, reorganizaran sus canales de dialogo, control e información, adaptándose de mejor manera a una realidad marcada por el cambio climático y la incertidumbre.