Opinión

Ángel de Peredo

Por: Diario Concepción 18 de Agosto 2024
Fotografía: Cedida

Alejandro Mihovilovich Gratz
Profesor de Historia y Geografía
Investigador Histórico

Nacido en el pueblo de Queveda, montañas de Santillana, provincia de Santander, el 2 de abril de 1623. Hijo de don Juan de Peredo y María de Villa-Urrutia. Desde 1643 hizo la campaña de Portugal, donde tomó parte en numerosas batallas y sitios de plazas y alcanzo el grado de capitán. Llegando a América salió del Callao con 350 soldados el 10 de Abril de 1662. Llegó a Concepción el 22 de Mayo, asumiendo el cargo de Gobernador al día siguiente ante el Cabildo de dicha ciudad. El 30 de junio fue recibido por la Audiencia de Santiago en su carácter de Presidente de ella. Sus campañas en el territorio de Arauco fueron afortunadas; fundó algunos fuertes como el de Santa María de Guadalupe (actual Lota) y repobló la ciudad de Chillán.

Fue reemplazado en el gobierno por don Francisco de Meneses, quién desde Mendoza, en diciembre de 1663, envió poder al oidor Solórzano Velasco, para que se recibiera del gobierno en su nombre. Se trasladó desde Concepción a Santiago, a donde llego el 11 de abril de 1664 para contestar a los cargos que hubiera en su contra. Hostilizado por Meneses, quien dio orden de prisión en su contra, se refugió en el convento de San Francisco (noviembre de 1664), de donde pretendió Meneses extraerlo, lo que no logro por la gente que acudió en auxilio de Peredo. Obligado a guardar cama por una caída que tuvo al escalar una pared para ocultarse en un huerto vecino, vivió algún tiempo en el convento y cuando estuvo restablecido, rindió fianza para los resultados del juicio de residencia y obtuvo permiso para volverse al Perú, que le dio Meneses, el que combatió su conducta anterior, tratándole con toda clase de consideraciones.

Residió un tiempo en Lima, nombrándolo el virrey, conde de Santisteban, corregidor de Puno, cargo de que se recibió el 12 de octubre de 1665. Con motivo de disturbios entre andaluces y vascongados, en un motín que estallo en marzo de 1666, recibió tres heridas a bala, debiendo trasladarse a Lima para justificar su conducta ante la Audiencia. Este tribunal, que estaba gobernando el país por muerte del virrey, lo designo Gobernador de la plaza de Valdivia (noviembre de 1666), embarcándose a su destino en Febrero de 1667, llevando el dinero del situado para esa plaza.

Desempeñó su cargo durante un año, y promovido al gobierno de Tucumán por la Reina, paso por Santiago en abril de 1668, donde fue objeto de grandes manifestaciones de aprecio; permaneció en esa ciudad para someterse al juicio de residencia que siguió el oidor don Gaspar de Cuba y Arce, en el que resultó absolutamente justificado. En el otoño de 1669 partió a Tucumán, que gobernó seis años, hasta mediados de 1675 en que fue reemplazado por don José de Garro, correspondiéndole hacer una importante expedición al Chaco.

Terminado su gobierno quedo establecido en Córdoba, donde falleció. Su aspecto era el de una persona gruesa y corpulenta y poseía grandes cualidades de beneficencia y rectitud y mucha religiosidad, pues según Córdoba y Figueroa “tenía diariamente siete horas de oración mental y vocal”. Estaba casado con doña Antonia de Rasines y Fernández de Urrutia, la que viuda regresó a Queveda; su hijo primogénito, Juan Antonio de Peredo y Rasines, nacido en Queveda en 1642. Caballero de Calatrava en 1659, pasó a Chile con su padre en 1662, maestre de campo en las guerras de Chile, se radico después en España, donde dejó sucesión.

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