Opinión

IA centrada en la persona humana

Por: Diario Concepción 01 de Agosto 2024
Fotografía: Juan Carlos Inostroza

Dr. Juan Carlos Inostroza
Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía UCSC

Hay quien dice que no existe realmente la Inteligencia Artificial (IA), pues de inteligencia tendría poco. Puede ser. Lo cierto es que el nombre fue un tanto fortuito y ha hecho época. Cuando en la primera mitad del siglo XX, Alan Turing se preguntó si las máquinas podían pensar, aclaró que se trataría de un “pensar” diferente al nuestro, una especie de imitación funcional. Imitación que la imaginaba (porque aún nada de eso existía) capaz de despistarnos al punto de no reconocerla como máquina, sino confundirla con una persona humana.

Y eso llegó. Hoy, gracias al desarrollo de las redes neuronales artificiales, el aprendizaje automático con su manejo del lenguaje natural, y el aprendizaje profundo, ya tenemos casi completamente normalizada la idea de estar interactuando con la IA generativa sin mayores problemas. Una tecnología fantástica presente en nuestra vida cotidiana con cuanto aparato llamado “inteligente”.

Como es natural, ante una tecnología así de poderosa, que se nutre de los datos que aportamos desde nuestros aparatos (aunque no los estemos usando en ese momento), muchos de ellos ya prácticamente incrustados en nuestra piel, ha suscitado la necesidad de regularla. Una tarea compleja y que pone en juego los valores de la propia cultura. Chile, en línea con la reciente legislación europea, ha optado por una IA centrada en la persona humana. Pero la ley no alcanza a regularlo todo, por lo que se necesitará desarrollar una amplia cultura ética.

Por otra parte, la IA está produciendo grandes cambios que afectarán probablemente a millones de personas: unas, porque habrán quedado fuera de este desarrollo; otras, porque la IA les obligará a reinventarse en el plano laboral o bien -como parece verse en el horizonte- instituciones enteras deberán igualmente reformularse. Y mucho más puede uno imaginar a la luz de lo que la IA ya ha llegado a ser.

Mis clases en el primer Doctorado de Inteligencia Artificial de Latinoamérica, una espléndida iniciativa de cooperación interuniversitaria de la Región del Biobío, me han dejado dos sensaciones: una, la necesidad de desarrollar la IA, y otra, la necesidad de no dejar de trabajar para que la IA contribuya a una sociedad más justa y esté al servicio de la dignidad, la libertad y el respeto que merece toda persona por el mero hecho de haber nacido humana. Creo que con eso tenemos ya una gran tarea como familia humana.

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