Amaya Alvez Marín
Abogada y doctora en Derecho
Miembro de Colectiva-Justicia en Derechos Humanos.
Si la voluntad política existe, el Tratado Antártico demuestra que se pueden poner por delante perspectivas globales.
El continente Antártico no solo muestra desafíos grandes para nuestro país, sino también para toda la humanidad.
Siendo el único continente descubierto sin presencia humana previa, el más frío y ventoso del globo, ha logrado concitar acuerdos internacionales para preservar su biodiversidad y destinar esfuerzos a la investigación científica y a la convivencia pacífica.
La Antártica forjada en las expediciones heroicas de Schakelton, Amundsen y Scott, hace poco más de un siglo, pudo revertir procesos de exploración y explotación de su fauna para encaminarla hacia un enfoque de preservación.
Estas expediciones van acompañadas de importantes historias de apoyo y salvataje frecuente, como la del piloto Pardo, marino chileno en la nave Yelcho, quien incluso declinó la recompensa ofrecida por el rescate de la tripulación inglesa del barco Endurance en la Isla Elefante.
Mi reflexión es que la humanidad, a través de los 12 países signatarios del Tratado Antártico (1959), entre los que se encuentra el nuestro, muestran un ejemplo de gobernanza a través del derecho internacional guiado por la actividad y cooperación científica, por el altruismo, las relaciones pacíficas entre Estados, la limitación de prácticas extractivas, el cuidado de la naturaleza y los equilibrios ecosistémicos, como asimismo por la solidaridad para personas en situaciones precarias. Esto ha redundado recientemente en el protagonismo y proactividad de nuestro país respecto del continente blanco, con la elaboración de una Política Antártica Nacional y un Plan Estratégico Antártico 2021-2025.
Quizás es posible extender al resto del planeta y permear las respuestas a las crisis globales vigentes de las consideraciones que han guiado lo que hemos hecho al sur del paralelo 60 grados de latitud sur. Si la voluntad política existe, el Tratado Antártico demuestra que se pueden poner por delante perspectivas globales sin por ello soslayar la soberanía territorial de cada Estado.