Historia Constitucional

10 de Noviembre 2023 | Publicado por: Diario Concepción
Fotografía: Cedida

Quisiera más bien referirme a la reminiscencia que rodeó aquella frase, relativa a una época particular de nuestra historia constitucional.

Nicolas Díaz Carrillo
Abogado Colectiva – Justicia en Derechos Humanos

Bastante crítica ha recibido la distinción de “verdaderos chilenos” que utilizó la presidenta del Consejo Constitucional (Beatriz Hevia, P. Republicano) en la ceremonia de entrega del proyecto constitucional que será plebiscitado en diciembre. No quiero detenerme en descifrar su arquetipo de chileno/a. Tampoco es muy difícil hacerse una idea. Quisiera más bien referirme a la reminiscencia que rodeó aquella frase, relativa a una época particular de nuestra historia constitucional, de la cual Hevia confesó haber encontrado sentido y vigencia para su discurso. Recordé que sólo el sábado anterior tuve el gusto de impartir un taller de participación ciudadana y proceso constituyente para dirigentes sociales de la comuna de Hualqui. En el receso del primer bloque de la mañana, en que repasamos los procesos constitucionales históricos de nuestro país a la luz de sus componentes de participación política, se me acercó respetuosamente don Rubén. Setenta años y fracción. Cómo es posible que estas cosas no las supiera, que nadie las cuente, me dijo.

No es de extrañarnos que, con tanto proceso constituyente en la última década, iniciativas populares de norma, encuentros, cabildos, diálogos ciudadanos, consultas individuales con clave única, plebiscitos, cueste tener presente de dónde venimos en términos de historia constitucional.

Hevia refirió a la Gran Convención que, encargada de reformar la Constitución de 1828, terminó imponiendo una nueva. Una Convención integrada sólo por miembros designados afines al bando conservador, que excluyó a los liberales derrotados en la guerra civil. Un texto constitucional que, acusando la imposibilidad de un civismo democrático, cerró por largo tiempo la apertura en el debate político y dio paso a un presidencialismo autoritario y centralista, a una forzada uniformidad de la identidad nacional y territorial, entre otros aspectos.

Evidentemente corresponde mirar al pasado, pero uno pensaría que la perspectiva de casi dos siglos sirve para observar con ojo crítico, no para añorar pasajes pretéritos de una historia constitucional que, a pesar de sus derroteros presentes, podemos apreciar que ha evolucionado en términos democráticos.