Opinión

Ejercicio y cáncer de mama: una fórmula para mejorar la calidad de vida

Por: Diario Concepción 17 de Julio 2023
Fotografía: Cedida.

Raúl Aguilera Eguía
Jefe del Departamento de Salud Pública UCSC

El cáncer de mama se ha convertido en el tipo de cáncer más comúnmente diagnosticado en 2020, con 2,3 millones de nuevos casos (11.7%), superando a otros tipos como el cáncer de pulmón, colorrectal, de próstata y estómago. Aunque la mortalidad por cáncer de mama está disminuyendo en países con ingresos altos, su incidencia sigue en aumento, lo que ha llevado a mejores perspectivas de supervivencia después del diagnóstico. Sin embargo, una complicación subestimada y debilitante de su tratamiento es el linfedema relacionado con el cáncer de mama (BCRL).

El BCRL es una condición que causa un aumento en el volumen del brazo afectado debido a la interrupción del flujo linfático, afectando negativamente la funcionalidad y calidad de vida de las pacientes. Se ha observado que la incidencia del BCRL varía entre 3% y 75.4% en la población general, dependiendo del tipo de tratamiento y el tiempo de seguimiento. Es evidente que el BCRL puede presentarse meses o años después del tratamiento inicial, de forma gradual o repentina.

Durante mucho tiempo se ha aconsejado a las mujeres tratadas por cáncer de mama evitar el ejercicio físico, por temor a que pudiera exacerbar o provocar BCRL. No obstante, estudios recientes han demostrado todo lo contrario. De hecho, el ejercicio físico puede incrementar el flujo sanguíneo, la función cardiaca y la presión arterial, favoreciendo el filtrado capilar y el ingreso de líquidos y proteínas en los capilares linfáticos. También aumenta la propulsión de la linfa a través de los vasos linfáticos, facilitando su retorno.

Es importante resaltar que el ejercicio físico no solo previene el BCRL, sino que también ofrece numerosos efectos positivos para la salud general de las mujeres tratadas por cáncer de mama. Mejora la condición cardiovascular, fortalece los músculos, aumenta la resistencia y, lo que es aún más relevante, contribuye a mejorar la calidad de vida y el bienestar emocional.

Como profesionales de la salud, es nuestro deber destacar la importancia del ejercicio físico supervisado como parte integral del tratamiento y la prevención de complicaciones. Debemos desafiar la antigua creencia de que el ejercicio es perjudicial para las mujeres que han sido tratadas por cáncer de mama y promover el uso razonable de la evidencia científica disponible.

Es fundamental que la prescripción del ejercicio físico sea personalizada, supervisada y elaborada por profesionales de la salud. De esta forma, las pacientes podrán ser guiadas en el proceso para abrazar un estilo de vida activo y saludable. Además, es crucial que las autoridades y organizaciones de salud reconozcan y respalden el papel fundamental del ejercicio en la prevención y mejora de la calidad de vida de las pacientes.

En resumen, el ejercicio físico no solo es seguro y beneficioso para las mujeres tratadas por cáncer de mama, sino que también se ha consolidado como una herramienta esencial en la prevención del linfedema secundario a esta enfermedad. Al integrar el ejercicio físico de forma segura y supervisada en la vida diaria, no solo se previene el linfedema, sino que también se obtienen múltiples beneficios para la salud física y emocional.

Es momento de hacer un llamado a quienes han sido tratadas por cáncer de mama y a la sociedad en general para que abracen la actividad física como una aliada clave en el cuidado de la salud. Al romper con las antiguas creencias y mitos sobre el ejercicio después del cáncer de mama, podemos aprovechar el poder terapéutico del movimiento.

Unamos esfuerzos para fomentar un enfoque integral que incluya al ejercicio físico supervisado como una pieza esencial en el cuidado de las pacientes con cáncer de mama.

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