Ana Araneda Gómez
Consejera Regional del Biobío
Hasta la fecha en la Región del Biobío, los incendios forestales han quemado más de 190.000 hectáreas, además de la dolorosa pérdida de vidas humanas, animales de ganado y domésticos, biodiversidad, los paisajes, propiedades e infraestructuras, entre muchos otros. Aquí cabe añadir su importante contribución al agravamiento de la crisis climática.
Los incendios forestales a escala global son una de las mayores acciones de degradación de los ecosistemas, provocando cambios en la vegetación, suelo, fauna, procesos hidrológicos y geomorfológicos, calidad de las aguas e incluso cambios en la composición de la atmosfera.
La contribución de los incendios forestales es negativa por partida doble, ya que, por una parte, perdemos uno de los mayores sumideros de dióxido de carbono (CO₂) del planeta: las cubiertas forestales, y por otra se liberan a la atmosfera altas cantidades de CO₂, emisiones consideradas neutras en el balance total al tratarse de un carbono que el árbol había capturado y fijado previamente en su estructura, pero que de esta manera vuelven al sistema climático, contrarrestando las medidas emprendidas por los diferentes sectores de la economía para reducir las emisiones de gases con efecto invernadero (GEI).
Más allá de la grave contaminación del aire y los efectos negativos en los cultivos, la revista científica ‘Geophysical Research Letters’ publicó hace un tiempo un informe de la Agencia Espacial Estadounidense (NASA) en el que se determinaba que el humo de los incendios forestales provoca la escasez de lluvias en las áreas arrasadas por las llamas, circunstancia que eleva el riesgo de incendio, hace que el fuego adquiera mayor intensidad y se propague con mayor capacidad de destrucción por el desecamiento de la vegetación.
Lo peor de todo, es que al menos en Chile, el 99,9% de los incendios forestales son ocasionados por el ser humano, una realidad más que preocupante dado el contexto forestal económico que representa el país, que ha reemplazado los bosques nativos por monocultivos forestales que propician una rápida y fácil combustión por sus resinas altamente inflamables y la composición leñosa del sistema foliar de los pinos y eucaliptus.
Los impactos del modelo forestal podrían ser mucho menores si existiera la regulación y gestión integral de los territorios bajo una mirada y manejo sustentable, respetando al mismo tiempo las necesidades básicas de la población local, conservando la diversidad biológica, los bosques nativos, suelos y aguas. Así mismo, los impactos serían menores o nulos si se implementará el uso de la tala rasa como método de cosecha de las plantaciones forestales considerando un enfoque tecnológico e innovación, garantizando el almacenamiento de carbono en el tiempo.
La suma de los graves impactos en el clima y daños físicos causados por los incendios impone urgentemente emprender nuevas políticas públicas, mejoramiento de planes de manejo, fiscalización, ocupar los recursos en medidas de prevención que sean mucho más eficaces y ambiciosos entendidos también como parte fundamental de la acción climática de nuestro país.