Fernando Chomalí
Arzobispo de Concepción

Navidad inspira ternura, se asocia a un encuentro familiar. Se da en un contexto de alegría y de paz. Ese día se celebra el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. Nace de la Virgen María por obra y gracia del espíritu Santo. Es pobre, muy pobre, nace en un pesebre, pero tiene una riqueza sin igual, es el Mesías, el Salvador, es Luz que ilumina nuestros pasos y fuente de gozo y sentido de la vida.

Navidad es para los cristianos, junto con la Pascua, los eventos más importantes de la historia humana. En Navidad reconocemos en Jesús al Dios que viene a habitar entre nosotros y en la Pascua reconocemos la muerte de Jesús como la victoria sobre todo lo que oprime al hombre y le impide amar, dar la vida, en definitiva ser feliz. En Navidad se cumple la promesa hecha por Dios que no nos va a abandonar y que estará con nosotros hasta el fin de los tiempo y en la Pascua se confirma que el amor de Dios es más grande que todo el mal que podamos sucumbir, en virtud de que el mismo lo vivió y lo hizo suyo hasta el extremo.

Navidad es también la fiesta de la paradoja. En efecto esperaban a un Mesías glorioso vestido como Rey y se encuentran con un niño indefenso en pañales en la más absoluta pobreza. Se hace presente en un lugar pobre en medio de unos humildes pastores que lo cobijan. Jesús nos hace ver que las cosas verdaderamente grandes e importantes están en lo humilde y sencillo. Jesús nos deja el mensaje potente que la vida es para darla sin aspaviento de ninguna especie. Navidad es celebrar el misterio del amor de Dios y los regalos que nos hacemos mutuamente han de llevar ese signo, el de la paz y el de la esperanza. Les deseo a todos una Feliz Navidad, la que será más plena si se comparte con el pobre y el desvalido.