
KARINA VILLARROEL AMBIADO
Directora regional Fundación Integra Biobío.
Esta navidad, como en las anteriores, se nos pide que no compremos en exceso, dejar el gasto económico a un lado y privilegiar las actividades familiares. En distintas consultas hechas a niños y niñas, quedan en evidencia características y expresiones que les son propias, a través de las cuales habitan y co-construyen el mundo. Muchos comentan sus ensoñaciones y preferencias, entre las que destacan el juego, el movimiento, las artes, el encuentro, la amistad y la conversación.
Pensaba en historias cercanas, como la compra de aquel juguete costoso, que fue la atracción por un par de días, aunque al final el mayor significado estuvo en la caja que lo envolvía, porque esta tenía múltiples usos, abriendo así paso a la imaginación. Recordaba una niña que quiso regalar a su mamá un limpiador multiuso, porque le resolvería todos los problemas y podrían pasar más tiempo juntas. Cada año, el mercado nos ofrece gran cantidad y variedad de juguetes.
En ocasiones, aunque ni siquiera nos percatamos de lo que hay detrás de ellos, por ejemplo, miradas estereotipadas, homogéneas, adulto céntricas e infancias pasivas. Los adultos culpamos a las tecnologías y redes sociales de la inactividad de niños y niñas, pero, ¿será que hemos sido nosotros quienes lo hemos promovido? Quizás, a “los grandes” nos resultan más cómodos estos recursos, porque tenemos poco tiempo, mucho trabajo y cansancio acumulado, lo que afectan nuestra convivencia con niños y niñas.
Entre todas las opciones que nos entrega el mercado en estas celebraciones, ¿Cómo escogemos regalos que respondan a las habilidades, sueños e ideas de los niños y niñas? Esta navidad es la oportunidad promover la creatividad, ingenio y espontaneidad, donde las infancias puedan desarrollarse y aprender desde su identidad, manifestando sus intereses y preferencias, experimentando desde sus diferencias y singularidades, es decir, desde sus formas personales y únicas de habitar el mundo.
Depende de las familias esta elección, para que niños y niñas disfruten y compartan de esta tradición, según sus contextos, siendo protagonistas. Los adultos somos agentes claves de un proceso social que resignifique a niños y niñas en sus derechos y ciudadanía.
En nuestras manos está cambiar la imagen infantilizada y subvalorada que hemos normalizado. Es nuestro deber escuchar sus voces, valorarlas, acogerlas y respetarlas. Más que un costoso juguete, niños y niñas nos demandan la posibilidad de tener la compañía de su familia, compartir, jugar en conjunto y contar con espacios de bienestar y aprendizaje, dos dimensiones del desarrollo pleno de los niños y niñas que hacen posible su felicidad.
Apostemos este año por posibilitar actividades basadas en el respeto, el reconocimiento y la valoración del otro, acompañándolos en el proceso de construir las bases de una sociedad más inclusiva como ciudadanos y ciudadanas conscientes de su entorno.