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Opinión

Datos que embriagan

Por: Equipo Digital 25 de Octubre 2022
Fotografía: Cedida

Recientemente SENDA entregó los resultados del Segundo Estudio de Drogas en Educación Superior, donde se puede concluir que el 38% de la muestra se embriagó al menos una vez en el último mes, siendo el peak de consumo entre los 23 y 24 años.

Como soluciones, se plantean acciones a nivel individual y en los entornos universitarios. Son datos que preocupan, pero que no deberían sorprendernos. Este patrón de consumo en los jóvenes adultos es completamente predecible a partir de la evolución que ha tenido la ingesta de alcohol en la población escolar en los últimos 20 años.

Si el 2003 un 13,4% de los niños, niñas y adolescentes (NNA) se embriagaba en un evento de fin de semana, este porcentaje aumentó al 18.9% el 2019. La cifra creció para todas las edades, siendo por supuesto el tramo de adolescentes de cuarto medio el que presenta, a 2019, el porcentaje más significativo: 33.1%.

Estos datos han pasado frente a nuestros ojos durante los últimos 20 años sin que hayamos hecho nada para prevenirlo, y estando al tanto desde hace más de 10 años de sus consecuencias. En 2011, McCambridge y otros revisaron 54 estudios sobre efectos en la adultez del consumo de alcohol durante la adolescencia, llegando a la conclusión de que el consumo temprano impacta en el consumo de la adultez. Asimismo, sabemos que este tipo de comportamiento solo deteriora la capacidad intelectual de nuestras nuevas generaciones.

GarcíaMoreno y Expósito, entre otros, lograron determinar en 2007, al comparar adolescentes que bebían en exceso los fines de semana versus bebedores más moderados y no bebedores, que “este patrón de consumo provoca un deterioro neurocognitivo y neuroconductual similar en muchos aspectos al observado en bebedores crónicos”.

A esto se le agrega que el desarrollo de la corteza prefrontal, responsable de las funciones cognitivas de nuestro cerebro, continúa desarrollándose hasta los 25 a 30 años. Si queremos realmente hacer una prevención que cambie la realidad cognitiva de toda una generación, debemos frenar el inicio del consumo de alcohol, especialmente el abusivo.

Esto se debe hacer desde temprana edad, con programas que refuercen el vínculo entre cuidadores y NNA, para que los primeros puedan proponer a los segundos una forma de vivir la juventud que les haga sentido. Programas internacionales, adaptados por la Fundación San Carlos de Maipo al contexto nacional, como PMTO o Familias Unidas, son capaces de hacer eso y tienen, por ello, evidencia internacional de impacto varios años después de aplicados.

Si no difundimos a gran escala este tipo de programas, si no instauramos una Agenda Temprana de Prevención Social, no esperemos cambios significativos en los siguientes 20 años. Las nuevas generaciones se merecen lo mejor de su sociedad, y eso se logra antes que pasen los problemas, no cuando ya ocurrieron. Así es como podemos dejar de llegar tarde.

 

RAÚL PERRY

Fundación San Carlos de Maipo

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