
CLAUDIA HURTADO ESPINOZA
Abogada.
Han pasado varios años desde que se promulgó el llamado Decreto Amunátegui dictado por el Presidente Aníbal Pinto, que entre otros aspectos, consideró conveniente “estimular a las mujeres a que hagan estudios serios y sólidos”. Desde el año 1877 a la fecha, han sido varios los hechos y acontecimientos que han permitido que actualmente, más de 700.000 mujeres ingresen el año 2022 a la educación superior y que de a poco, sean ellas las que vayan asumiendo la dirección de las casas de estudio.
La presencia de mujeres en este ámbito del quehacer educativo y académico, sin duda ha permitido avances y desarrollo en nuestra sociedad, pero a la vez, ha generado situaciones de injusticia, abuso y/o superioridad, que las afecta, y en las que muchas veces tienen que callar. Estas situaciones que afectan generalmente, a mujeres, no estaban reguladas, a veces no se consideraban y en otras se normalizaban.
Por esto se requería avanzar e incorporar en los ambientes académicos temas que son relevantes, que nos permiten reflexionar y enriquecen el dialogo. Abordar estos temas, en los distintos estamentos, tanto estudiantil, docente, administrativo y funcionario, permitirá la entrada en vigencia, durante el mes de septiembre de la Ley 21.396 que viene a “Regula el acoso sexual, la violencia y la discriminación de género en el ámbito de la educación superior”.
Varios son los aspectos que se pueden destacar y que desde luego con contribuyen a avanzar en un ámbito que nos siempre avanza como quisiéramos . El carácter participativo, la definición de acoso sexual, la creación de una política integral sobre el tema, la potestad de las instituciones de investigar y sancionar, las capacitaciones, la creación de unidades responsables de la implementación de la política, entre otros temas, nos permitirán informar, prevenir, educar, sobre un tema tan sensible y a veces poco considerado. Estamos convencidas que el trato igualitario, respetuoso y la no discriminación, en las universidades, centros de formación técnica, institutos profesionales, escuelas matrices de las FFAA, es un avance que hace tiempo esperábamos y que seguramente, esas “estudiantes a las que se les permitió estudios serios y sólidos” jamás, pudieron imaginar.