JAVIER SEPÚLVEDA ESTRADA
Egresado de Derecho UdeC-PEE
El Cambio climático es actualmente uno de los desafíos más importantes para la humanidad. Claramente, no es menor; la afectación de los ciclos típicos del medio ambiente debido a la emisión de diversos gases (dióxido de carbono, metano, entre otros), ha impactado gravemente en cómo la naturaleza se comporta y de la predictibilidad de ésta.
De tal manera, cada año estamos viendo sucesos meteorológicos cada vez más extremos y cada vez más reiterativos. Así, más que cambio climático, es más apropiado de hablar de una crisis climática que está mostrando sus primeras consecuencias; y Europa ha sido testigo de aquello.
Es conocido en el Viejo Continente la importancia que han tenido los ríos y las cuencas fluviales para su desarrollo: desde el Rin hasta el Ebro, pasando por el Loira, el Sena, el Támesis y el Po, dichas corrientes de agua han sido la fuente de riqueza, progreso y desarrollo de las principales ciudades y capitales de diversos países. Sin embargo, tras una serie de anómalas olas de calor, que han ido de seguidilla en el verano boreal, se ha afectado de manera grave los caudales de dichos ríos, impactando duramente en la agricultura, en el transporte y en el suministro de agua a las grandes ciudades y pequeños poblados.
Existen temores de que el Rin, uno de los principales ríos europeos y que conecta a ciudades como Estrasburgo, Basilea, Colonia, Düsseldorf y Róterdam, ya no tenga el caudal suficiente para servir de transporte de materias primas y con ello se afecte la economía y desarrollo de la zona-corazón de la Unión Europea, especialmente en un momento de crisis con la guerra en Ucrania, la amenaza a la seguridad alimentaria por el conflicto y un ambiente internacional agitado. ¿Veremos a París con racionamiento de agua? ¿o Alemania restringirá el transporte fluvial? Dependerá de las acciones que tomen los distintos Estados dentro de la Unión. El entender que la crisis climática ya está mostrando sus primeros efectos, hace necesario avanzar en temas tales como la adaptación de las ciudades y de las cadenas productivas; pero también de otros novedosos como pérdidas y daños y la resiliencia de las ciudades.
Lo que está pasando en Europa es una llamada de alerta al resto del mundo, especialmente a los mayores emisores, pero también a los más vulnerables a la crisis climática, entre ellos Chile. El poder adaptarnos a nuevos escenarios será uno de los desafíos que toda política doméstica como exterior deberá abordar, ya que lamentablemente estamos contra el tiempo, y éste no espera.
