
¿América Latina seguirá reaccionando de manera pasiva a los intereses geoestratégicos de las grandes potencias y qué liderazgos serán más útiles a los intereses de las potencias extra-hemisféricas?
Sandra Zapata
Investigadora postdoctoral en la Friedrich-Alexander-Universität Erlangen-Nürnberg (FAU).
Colaboradora del Programa de Estudios Europeos.
América Latina experimentó la etapa de mayor incremento del peso relativo de poder de países emergentes como China y Rusia en detrimento de la tradicional presencia de Europa y de EEUU a inicios del siglo XXI. Desde entonces la región latinoamericana se ha convertido en un laboratorio perfecto donde analizar las esferas de influencia de los actores globales y la orientación de sus relaciones geoestratégicas.
Estar en la esfera de influencia implica que el actor global en cuestión busca asegurar una posición de primacía, directa o indirecta, en alguno de los ámbitos de la economía política internacional o en áreas culturales o militares. La ventaja de Rusia en la región es el lado político-diplomático. Su presencia ayudó a fortalecer la narrativa anti estadounidense y a establecer contrapesos contra el “imperio”, especialmente en la retórica de algunos líderes de la denominada marea rosa. El desembarco chino en la región tomó la forma de flujos de inversión, participación creciente en los mercados de infraestructura y prestamista principal de no pocos países del continente. Las dos potencias extra-hemisféricas actuaron ágilmente con el suministro de vacunas y la diplomacia de las mascarillas. Tanto en la economía como en la política han ido ganando terreno en la zona que tradicionalmente ha sido estratégica para Estados Unidos.
La esfera de influencia de Rusia se puede medir en los conflictos internacionales. La guerra que ha propiciado en Ucrania pone a test sus respaldos diplomáticos en la región. Las recientes visitas de los presidentes de Argentina y Brasil al Kremlin fueron muestras de estrechamiento de lazos políticos con países tradicionalmente afines a EEUU, pero estos acercamientos no se han traducido, en el corto plazo, en apoyo diplomático en el seno de la ONU. El último termómetro fueron las votaciones en la sesión especial de emergencia de la Asamblea General donde únicamente sus tradicionales aliados Cuba, El Salvador, Nicaragua y Bolivia se abstuvieron de condenar la invasión a Ucrania. Venezuela exhibió su alianza con Rusia, pero a la vez se está acercando a EEUU para remplazar en el suministro de petróleo.
A largo plazo, resta ver posibles reacomodos con los nuevos liderazgos políticos que actuarán desde este año en la región con las elecciones presidenciales en Chile, Colombia, Brasil y Costa Rica. ¿América Latina seguirá reaccionando de manera pasiva a los intereses geoestratégicos de las grandes potencias y qué liderazgos serán más útiles a los intereses de las potencias extra-hemisféricas?