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Opinión

Meritocracia, cooperación y sentido común en la ciencia

Por: Diario Concepción 17 de Febrero 2022
Fotografía: Cedida

Stefano Bovino
Profesor de Astronomía, UdeC

Meritocracia, cooperación y sentido común son tres pilares de la ciencia moderna y sin embargo generan contradicciones y angustias. En el primer caso, hay un debate infinito y muy a menudo no es la meritocracia quien gana ante otros factores. La cooperación juega un papel fundamental, y lo aprendimos con colaboraciones gigantes como el Event Horizon Telescope (que logró dar a conocer la primera imagen de un agujero negro) por nombrar una de las más recientes y exitosas. En tanto, el sentido común es algo que necesita un mayor empuje para convertir la competitividad en cooperación. En este contexto, es interesante ver cómo en el pasado estos temas impactaron la investigación de científicos geniales que solo después de décadas han recibido un adecuado reconocimiento.

A principios del 1900, en Europa, el descubrimiento de la radiactividad por Henri Becquerel y Pierre y Marie Curie se ha difundido entre la comunidad científica. Ya está claro que algunos materiales producen radiación y la mayoría de los científicos creen que el alto nivel de ionización en la atmósfera es causado por desintegración de materiales radiactivos en la corteza terrestre. En 1909 Theodor Wulf intentó medir esta radiación desde lo alto de la Torre Eiffel y Albert Gockel se arriesgó con vuelos en globos llegando a los 3.000 metros de altura sin lograr resultados exitosos.

En esos años, un joven Domenico Pacini pensó una nueva metodología para estudiar esta radiación. Pacini comenzó a realizar mediciones frente a las costas de Livorno, como también en el Lago de Bracciano, en la superficie y en el fondo del lago. Sus estudios concluyeron que no es importante cuanto uno se aleja de la costa (o del suelo), la radiación no disminuye. En su primer artículo publicado en 1911 postuló que “una parte no pequeña de la radiación penetrante presente en el aire se origina independientemente de los materiales radiactivos contenidos en la corteza terrestre”, resultados que el mismo corroboró en Febrero 1912 y publicó en el Nuevo Cimento VI/3, diario científico italiano.
Domenico Pacini fue pionero en el descubrimiento de los rayos cósmicos, partículas cargadas de alta energía (protones y electrones en su mayoría) cuyo origen extraterrestre fue confirmada definitivamente por Victor Hess en agosto del 1912 (lo que le valió el premio Nobel en el 1936). Victor Hess no mencionó los estudios de Pacini hasta cuando, en el 1920, Pacini mostró su gran decepción en una carta en que le señalaba “en tu trabajo no hay mención de mis estudios que fueron fundamentales para que llegaras a tus conclusiones”.

Pacini murió en el 1934, nunca fue mencionado para el premio Nobel y solo décadas después fue reconocida su contribución al descubrimiento de los rayos cósmicos. Pacini trabajó en condiciones difíciles, con pocos fondos y poca libertad intelectual y chocó con la indiferencia de los otros académicos de su tiempo.

Esta historia demuestra cómo a veces una intuición brillante no es suficiente para fomentar la meritocracia, y una vez más confirma la importancia de la cooperación y la necesitad del sentido común en la ciencia.

 

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