La paridad implica no solo una forma de elegir o designar, en igualdad numérica, a hombres y a mujeres. La paridad provoca que los resultados de los procesos sean diferentes.
Florencia Alvez Marín
Colectiva – Justicia en Derechos Humanos
Corporación y Oficina Jurídica.
Chile suscribió y ratificó en 1989 la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. En ella se consigna que “la máxima participación de la mujer en todas las esferas, en igualdad de condiciones con el hombre, es indispensable para el desarrollo pleno y completo de un país, el bienestar del mundo y la causa de la paz”. Entre las obligaciones que los Estados adquieren está la de propender a la participación igualitaria de las mujeres en los asuntos públicos.
Hoy, más que nunca en la historia de Chile, las mujeres participan activamente en la vida política. La Convención Constituyente, en un hecho inédito, estableció una regla de paridad en virtud de la cual tanto el número de candidatos como el de convencionales electos debía ser paritario, es decir, la diferencia entre la cantidad de candidatos y elegidos hombres y mujeres no debía ser mayor a uno. Simple aritmética.
Hace un par de semanas el presidente electo presentó a su equipo ministerial, compuesto en su mayoría por mujeres, “más que paritario” se ha dicho. Pero, ¿se trata sólo de números?
La paridad implica no solo una forma de elegir o designar, en igualdad numérica, a hombres y a mujeres. La paridad provoca que los resultados de los procesos sean diferentes. Así lo demostró un estudio realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en conjunto con Plataforma Telar, en el que analizan el impacto de la presencia femenina en las votaciones en la Convención Constitucional. Dicho estudio concluye que la composición paritaria del órgano constituyente fue una condición importante en el desarrollo y resultados de las votaciones, especialmente en lo relativo a pueblos indígenas y medioambiente, ambos temas referidos a intereses colectivos, en los que priman el reconocimiento y protección de un interés superior y común, antes que los de sujetos individualmente considerados. El estudio además demuestra que las mujeres votan de modo más cohesionado que los hombres, es decir, hacen una votación similar a las de su mismo sexo aún con las diferencias políticas que existan entre ellas.
Estas son buenas noticias para Chile, pues esta fórmula que nos invita a ver el mundo desde una perspectiva más igualitaria va mucho más allá de los números.